Las víctimas de la represión dominante son felices siéndolo

¿Es posible encerrar dentro de una un ama dominante y no saberlo? Absolutamente. Por eso siempre vale la pena probar, aunque sea una sola vez, a jugar a la dominación y al Bondage. Lógicamente, si al probarlo no te gusta, no tienes por qué seguir haciéndolo.

La experiencia nos dice que han existido personas que, tras veinte, treinta o cuarenta años de ignorancia de sus necesidades sexuales más profundas, las han descubierto (bien por el consejo de un amigo o amiga, bien por una historia escuchada) y han descubierto así algo que les excita sexualmente y que da una nueva profundidad a sus relaciones, convirtiéndolas en algo mucho más placentero.

Nuestras familias y la sociedad no ofrecen muchos modelos de conducta con valoración positiva a aquellas personas que necesitan ese control sexual que les da el Bondage, el sentirse entregadas a un socio dominante que da las órdenes y las tiene a su merced. No está bien visto que una persona se ponga a cuatro patas ante otra y empiece a ladrar siguiendo las órdenes de esta segunda persona. Tampoco, seguramente, que se juegue a fingir algo tan delictivo como un secuestro en el que la parte secuestrada debe obedecer todos los mandatos sexuales de un secuestrador o secuestradora que, en el fondo, lo que va a conseguir va a ser proporcionar a ese secuestrado un placer inmenso y un nuevo modo de vivir el sexo.

El socio dominante es muy feliz

¿No has tenido nunca fantasías sobre el placer que podría proporcionarte tener a un macho, macho, de esos con pinta de comerse el mundo con su masculinidad, entregado a ti, indefenso como un esclavo ante su amo? Seguramente sí. ¿Y no te has preguntado por qué puede llegar a ser tan difícil encontrar un sumiso masculino? Tenemos quizás varias explicaciones a este hecho.

La primera explicación se basa en la creencia según la cual un hombre que quiera ser dominado no puede ser respetado. Esto es debido a que, muy probablemente, está arraigada en nuestros genes culturales la imagen del macho-macho. En una cultura patriarcal como la nuestra no podía ser de otro modo. Para desmantelar esta imagen y llegar a un punto que permita una mayor conexión con la pareja (imprescindible para un gozo completo) hay que valorar muy positivamente el hecho de que el sumiso masculino sirva, honre y respete a la mujer. Que nuestra cultura social vede dicha sumisión no quiere decir, en modo alguno, que ese veto sea positivo. Supongamos que un hombre da rienda suelta a sus emociones estableciendo una profunda conexión espiritual y física con su ama, que lo domina y dirige. ¿Hay algo de malo en ello? ¿No es la felicidad de ama y sumiso asunto de ellos? ¿Tiene algo que decir la sociedad ahí?

Seguramente ese hombre que se entrega sumiso es, profesionalmente, una persona cargada de responsabilidades y con don de mando. ¿No puede liberarse así de la esclavitud que esa obligación de dirigir y mandar le impone para, paradójicamente, ejecutar mediante la sumisión a un ama su mayor gesto de libertad? Dejar salir el lado femenino, convertirse en el caballero medieval que rinde amor eterno a su ama, ser un caballero andante a los pies de su Dulcinea… algunos de estos pueden ser los ideales que liberan al hombre sumiso de la esclavitud de un papel que la cultura le ha otorgado y que, muy probablemente, no quiere ejercer.

Otro de los estereotipos culturales que circulan por ahí es el de creer que ningún hombre desea, en verdad, ser dominado. Este estereotipo se derrumba cuando te detienes a consultar con atención los anuncios clasificados de las publicaciones alternativas.

Otra explicación está basada en el temor. Y que conste que aquí, cuando hablamos de temor, no estamos hablando de temor a algo externo, de temor a otros. Lo estamos haciendo del temor a uno mismo, del miedo a comprobar hasta dónde pueden llegar las propias fantasías. Seguramente no sucederá en la primera cita. El desarrollo de una fantasía compartida necesita tiempo y confianza. Cuando estos dos requisitos se cumplan conseguirás dos cosas. ¿La primera? Conocer dónde está tu límite y el de tu pareja. ¿La segunda? Gozar de una experiencia sexual más enriquecedora y satisfactoria.

También existe, claro, el miedo a ser herido. Que esa posibilidad sea mayor o menor depende de la cantidad de información que se posea. Por eso está bien informarse previamente y planificarlo todo al detalle. No hay que dejar lugar a la improvisación, hay que pactarlo todo previamente y hay que hacer, a la manera religiosa, un examen de conciencia. Busca dentro de ti y pregúntate si deseas hacer daño a una persona. Si es así, busca un terapeuta que te ayude a deshacerte de tus iras internas. Los juegos de dominación y Bondage deben ser un camino hacia el placer, nunca algo que pueda herir.

Que cueste encontrar un sumiso masculino puede depender también del peso que sobre la pareja ejerza una posible anterior experiencia negativa. Esa experiencia puede haber sucedido con alguien que ya no está en tu vida. Si es así, piensa que no todas las personas somos iguales y, por tanto, las experiencias de dominación y Bondage varían en cuanto cambian las personas que intervienen en ellas. Si, por el contrario, la experiencia negativa ha tenido lugar con tu pareja actual, lo mejor que puedes (podéis) hacer es, siempre, hablar. Hay que verbalizar lo que no ha funcionado, preguntarse si ha resultado especialmente molesta la intensidad de las emociones, si ha incomodado la sensación de Bondage en sí, si la parte sumisa se ha sentido demasiado inquieta al estar atada, si hay aspectos que podrían trabajarse mejor, si hay algo en especial que no ha gustado (un mordisco, un pequeño latigazo, algún cachetazo más fuerte de lo normal, la obligación de ladrar y lamer los zapatos…).

Si tras el diálogo no se avanza, hay que plantearse una renuncia. Podrás renunciar a la realización de tus fantasías sepultando así todos tus sueños más profundos o podrás plantearte un cambio de pareja. Si llevas dentro de ti el ansia de actuar como dominante y la necesidad casi fisiológica de sentir el poder de tu imperio, será muy difícil que puedas renunciar a ello. Si es así, piensa que, por duro que pueda parecer, tu felicidad será siempre mayor si compartes tu vida y tus experiencias sexuales con una persona que ame las mismas cosas que tú. Y piensa también que no es tan difícil como crees encontrar a ese tipo de persona. Esas personas están por ahí, pululando por las calles, ocultas tras una máscara de piel y carne, escondiendo tras un gesto de urbanidad y respetabilidad sus anhelos más ocultos, su deseo de ser atados, su voluntad sumisa. Encuentra a esa persona, enciérrate con ella en un cuarto, ponla bajo tu mando, haz que se incline reverencialmente ante ti, y prepárate para compartir una experiencia que os aportará placer y satisfacción personal a partes iguales. Mental y físicamente te sentirás una nueva persona y eso, no lo dudes, redundará en tu felicidad.