Las palabras de seguridad

Es imprescindible que el sumiso tenga unas palabras claves para dar información vital sobre cómo se encuentra durante el desarrollo del juego. Esas palabras deben tener un principio rector que las guíe y ese principio rector no es otro que el de seguir a rajatabla los principios de seguridad, sensatez y consenso. ¿Su utilidad? ser utilizadas por el sumiso cuando tenga la sensación de que la parte dominante se está acercando o ha traspasado una frontera bien sea física, bien emocional o bien moral.

No todas las palabras de seguridad deben servir para detener de inmediato el juego. También pueden servir para hacer que éste disminuya de intensidad. Para establecer esta gradación, pueden ser de utilidad las palabras que hacen referencia a los colores del semáforo. Si tu sumiso dice o grita “rojo”, quiere decir que está pasando por serios problemas, que desea detener de inmediato la acción que se está desarrollando. El “amarillo”, por su parte, sería la palabra que le serviría para suplicar una ralentización de la acción o una disminución de la intensidad de la misma. El sumiso, al pronunciar esa palabra, está indicando que aún no tiene problemas, pero quiere dejar claro a la parte dominante que, de un modo u otro, se está acercando peligrosamente a la línea roja.

Tú, como Ama, no debes pensar nunca que el sumiso peca de falta de sumisión porque pronuncie dichas palabras. Esas palabras sirven para hacer del juego algo seguro, sensato y consensuado. Sin ese consenso, recuerda, el juego del dominio y la sumisión deja de ser un juego. Si ese consenso se quebrase, hablaríamos de otra cosa. Y si se quebrase la confianza mutua estaríais obligados a romper vuestra relación de dominio y sumisión.

Las palabras safeword deben ser respetadas de inmediato. No debe existir margen de duda. Si tu sumiso te pide parar y tú no lo haces, habrá perdido su confianza en ti. Y esa confianza es, ya lo hemos dicho y ya lo sabes, uno de los elementos esenciales del juego. Si no existe confianza no existe juego y sin juego no hay placer. Y ya sabes que el placer es, por encima de todo, el objetivo que todos perseguimos aquí.

Negociación y pacto

La negociación sobre las palabras safeword debe ser realizada de antemano. Podéis pactar, si ése es vuestro deseo y si la subversión del significado de las palabras os excita, que un “no” signifique “más”, pero debéis recordarlo siempre, tanto Dómina como sumiso, a lo largo del juego. Olvidarlo puede llevar a errores de consecuencias deplorables para el mismo.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que, en determinadas ocasiones, el safeword puede no ser exactamente una palabra, sino que puede consistir en un gesto. Ese gesto se elige como palabra de seguridad previendo que la boca del sumiso, al encontrarse, en alguna fase del juego, amordazada, no podrá pronunciar el safeword negociado y pactado.

Esa negociación y ese pacto del safeword no significa que algo no pueda salir mal. La no pronunciación o uso del safeword por parte del sumiso no exime al Ama de la obligación de estar pendiente en todo momento de la evolución sensorial y afectiva del sumiso. La Dómina debe estar pendiente de la respiración del sumiso, de la temperatura de sus pies y manos, de la expresión de su rostro, de cualquier señal que pueda aludir a la aparición de un problema.

Puede suceder que el propio sumiso no sepa que las cosas van mal. O puede que intente demostrar una resistencia o una “hombría” que le lleve más allá de sus propios límites y de su propia seguridad. La pasión tiene esas cosas. En ocasiones ciega. El sumiso puede estar enloquecido de placer o experiencias sensoriales nuevas. Puede haber enmudecido de tan sumergido que se encuentra en la fantasía erótica que estáis viviendo. Eres tú, como Ama experimentada y fría, quien debe asumir la responsabilidad de verlo todo, de atender a todas las señales que el cuerpo de tu sumiso emita. El safeword no es algo infalible.

El Edgeplay

Dentro del universo de los practicantes de los juegos sadomasoquistas y BDSM está el de los practicantes que, haciendo caso omiso de todas las prevenciones de salud y las recomendaciones de seguridad más elementales, deciden prescindir del uso de palabras de seguridad y entregan todo el poder de poner fin al juego a la parte dominante.

En el Edgeplay (tal es el nombre que recibe esta modalidad extrema de los juegos de dominio y sumisión) tienen cabida prácticas en las que la sangre es protagonista absoluto. Cortes y pinchazos que hacen sangrar al sumiso forman parte de estos rituales en los que participan personas que, de modo voluntario, prescinden de la seguridad y el consenso para entregarse a prácticas que van desde el breathplay (asfixia erótica) al mantenimiento de sexo con desconocidos sin ningún tipo de protección profiláctica.

Tras la realización de estas prácticas se han dado caso de denuncias por violación o abusos sexuales. Que el juego de la violación (rapeplay) forme parte de estos “juegos” hace que, en algunos casos, los mismos lleguen más allá de lo que alguno de los participantes esperaba. Quizás por ese motivo la mayor parte de los practicantes de los juegos de dominio y sumisión desaconsejan traspasar el límite del consenso para adentrarse en los territorios mucho más inseguros y arriesgados del Edgeplay.