Jugar a lo seguro

“¡Dios mío!, ¿eso no duele?” Esta es la pregunta que suele realizarse mucha gente cuando observa algún video en el que se desarrolla algún juego CBT. Y es que la palabra tortura está ahí y, para qué vamos a negarlo, asusta. Y todo el mundo sabe lo concentrado y alto que puede resultar cualquier dolor en la zona genital. Quien más quien menos ha recibido un golpe alguna vez y, ¡joder!, vaya si duele. Cualquier hombre al que se pregunte, cuando empiece a hablar de su pene y sus testículos, empezará a hacerlo de algo así como de las joyas más preciadas de su casa.

Pero el miedo no es sólo un miedo físico. El miedo es también un miedo que se tiene a la intensidad emocional del juego. Algunos temen perder el control. Otros, que se inhiba su goce y que el estado de ánimo que previamente se haya podido crear se eche a perder en el último momento debido a la sensación de dolor. Para otras personas, y debido a preceptos educacionales o morales, el concepto en sí de CBT es completamente intolerable. Tal vez estas personas están perdidas para la causa, pero a las que ponen peros simplemente por miedo hay que aclararle algunas cosas.

El CBT, estos juegos basados en experimentar pequeñas torturas con polla y cojones no son, exactamente torturas. La palabra “tortura”, de hecho, sólo se utiliza como una forma, quizás cómoda, de describirlo. Visualmente puede parecerlo, pero la interioridad del juego y el placer obtenido gracias al mismo desmienten esa concepción del mismo como verdadera tortura. Para que ésta exista, debe existir una premisa que en el juego CBT no se da, y es que no haya consentimiento y sea algo impuesto por alguien sobre alguien. En los juegos que proponemos eso no tiene cabida. Nuestros juegos son juegos consensuados, ambas partes han negociado los límites y están de acuerdo en jugarlo. ¿Su finalidad? Crear sensaciones positivas y placenteras sin dañar en modo alguno a los participantes. Las dos partes, como en tantas y tantas escenas BDSM, deben sentir esa fiebre sexual que proviene del tira y afloja del poder y la sumisión y de la incertidumbre de lo que va a sentirse. Las sensaciones experimentadas pueden ser intensas y abrumadoras. Tortuosas, si se quiere. Pero esa pequeña tortura, ese “no puedo más, por Dios, acaba ya con esto” debe ser, finalmente, gratificante como gratificante debería resultar todo juego.

El juego con la polla y las pelotas no debe basarse en infligir dolor. Lo importante es llevarlo a una experiencia máxima, viajar de lo físico a lo metafísico. Esa experiencia metafísica puede consistir simplemente en un estado momentáneo de euforia y excitación, pero también puede consistir en una intensa liberación. En cualquier caso, puede ser muy agradable para ambas partes.

Puedes plantearte, es hasta cierto punto lógica, la disyuntiva sobre si esto es más un juego o una tortura. Las personas pensamos de manera muy diferente unas a otras. Y esa forma de pensar no tiene por qué ser inamovible. Quizás tú consideras que los juegos CBT tienen más de tortura que de juego propiamente dicho y después de probarlo piensas que es un juego maravilloso, un regalo de la vida, algo caído del cielo que te ayuda a sentirte mejor y más feliz. Quizás para llegar a ese estado y a ese convencimiento necesitas, ¡quién sabe!, tener algo de peso extra colgado de tus cojones. ¿Quién te asegura que no es así? No podrás afirmarlo con conocimiento de causa si no lo experimentas.