Dentro de los diferentes tipos de fetichismos existentes hay dos que, por equidistantes entre ellos, hemos creído que sería oportuno reunirlos en este artículo. Nuestra intención, al hacerlo, es plasmar de una manera simbólica ese carácter variopinto y multiforme que es característico del fetichismo. Casi nada puede decirse de manera definitiva de ningún tipo de orientación sexual ni de atracción o filia erótica. Cada persona es uno mundo y cada uno tiene su propia sexualidad. Esto se hace más patente todavía cuando se habla de fetichismo. Aquí analizamos brevemente dos de ellos: el que hace referencia al establecimiento de todo lo que tenga que ver con “lo sucio” como fetiche, y el que concentra sus apetitos y su interés erótico en un disfraz, uniforme, etc.

Fetichismo de lo sucio

Una mujer bella, desnuda, pringada de pastel, barro, crema… ¿Te parece una imagen excitante? Si es así, tú también tienes un cierto grado de fetichismo. Éste es de los más despreocupados y alegres. No exige grandes cosas. Escanciar bebida sobre el cuerpo desnudo de tu pareja ya puede ser una fuente de placer para ti. Derramar sobre sus pechos un yogurt, también. La parte interna de sus muslos manchada de salsa de frambuesa puede ser la antesala de un tiempo de inimaginables placeres. Limpiar toda esa suciedad con la lengua puede estar bien, ¿no?

Hay muchos libros, páginas web de contenido pornográfico, revistas, comunidades on line, etc, que se nutren y contribuyen a hacer de todo esto un gran fetiche. En ninguna de ellas se habla del gasto en lavandería, es cierto, pero… ¿vamos a estar preocupados por el coste de un poco de jabón cuando el placer que se obtiene es tanto?

Como en todos los fetichismos, los subtipos son muchos. Hay a quien le puede excitar el barro. Hay quien puede sentirse impelido a la sexualidad por un sirope convenientemente regado sobre el cuerpo de su pareja. Hay a quien pueden llegarle a excitar las heces. Si tu pareja es de ese tipo de fetichistas, convéncele de que el chocolate desecho puede tener una apariencia semejante y su sabor, creemos, no tiene ni punto de comparación. ¡Qué bien podéis pasarlo mientras te salpica de chocolate y se empeña en limpiar con su lengua las salpicaduras que sobre tu cuerpo haya dejado!

El fetiche del disfraz

Si echáramos un vistazo al armario de un fetichista, ¿qué podríamos encontrar? Muy probablemente tejidos y materiales como cuero, goma, PVC, látex, seda, satén, encajes, metal, piel de imitación, plásticos, algodón, papel crepé, lona, etc., etc.

En algunos casos, la experiencia fetichista podría centrarse únicamente en el uso de un material determinado. En otros, puede que sea la prenda en sí lo verdaderamente importante, y no el material del que está hecha. En la mayoría, sin embargo, es la combinación de ambos elementos lo que excita al fetichista. Es decir: una prenda determinada hecha de un material determinado. Por ejemplo, un traje de tigresa de goma.

Hay una serie de elementos comunes que suelen darse en muchos fetichismos. Hablamos de guantes, vestidos, máscaras, zapatos, tacones, botas, corsés, sujetadores, bragas,etc.

Dentro de ese etcétera deberíamos destacar el papel que juegan las faldas. Las hay estrechas y largas, que permiten dibujar siluetas sorprendentes, en especial si aparecen coronadas por un excitante y elegante corsé. El hándicap de estas faldas es que dificultan el hecho de caminar, aunque eso puede funcionar como un aliciente sexual a la hora de imaginar o diseñar una escena determinada.

También gozan de gran prestigio entre los fetichistas las faldas asociadas a algún tipo de uniforme. De hecho, los uniformes son ropajes muy idóneos para el fetichista. No hace falta hablar de lo extendidos que están entre los estereotipos del fetichismo el uniforme de colegiala o el de enfermera o el de azafata de vuelo o incluso el de monja para comprender hasta qué punto muchas imágenes o escenas de gran intensidad erótica vienen asociadas a algún tipo de uniforme de una profesión determinada.