La visión de la sociedad de los fetichistas

El fetichismo sexual se ha considerado histórica y erróneamente como una especie de trastorno psicológico. Al no ser comprendidos, los fetichistas han sido tratados a lo largo de los años de manera humillante y despectiva. Muchas personas piensan que el fetichista sólo puede experimentar la sexualidad a partir y a través de su fetiche. El tener esa concepción del fetichismo hace que muchas personas no fetichistas consideren que el fetichista precisa ayuda psicológica. Nada podría estar más lejos de la verdad. Al contrario que la mayor parte de la gente, el fetichista conoce, por experiencia y autoanálisis, sus propios comportamientos sexuales, lo que le permite practicar un gran control de su sexualidad.

¿Qué es un fetiche sexual?

Simplemente (y para destruir mitos sin fundamento), un fetiche sexual aparece en el momento en que hay algo muy específico que tiene mayor resonancia sexual y es más eficaz a la hora de disparar la libido que cualquier otro estímulo. Cuando alguien tiene un fetiche sexual (algo que puede ser desde un comportamiento ritual hasta una forma determinada de vestir) ese fetiche se convierte en algo mágico que, no siendo imprescindible para el desarrollo de la relación sexual, sí es aconsejable que figure pues puede actuar no sólo como un fiable juguete sexual sino también como un elemento que puede garantizar la satisfacción plena.

Objetos que pueden ser fetiches sexuales

Entre los objetos fetiche pueden figurar los zapatos, la ropa interior, un cierto juguete sexual, una prenda determinada, corsés, globos, bridas, cuerdas, esposas, telas, vendas, piercings en lugares determinados, un tipo determinado de cabello, una cicatriz, un tatuaje, unos pañales llevados por un hombretón, animales de peluche, ropa de enfermera, instrumentos médicos, uniformes de policía, ropa de monja, sotanas…

Un fetiche puede ser, también, una parte determinada del cuerpo. Puede serlo el cuello, o el ombligo, o los pechos, o el ano, o los muslos, o los tobillos, o los pies, o las manos.

Sin embargo, a menudo sucede que, más que el elemento en sí, es lo que se hace con él o alrededor de él lo que se convierte en catalizador del deseo y en interruptor de la excitación. El ritual puede ser el espacio (en este caso temporal) de mayor valor para el fetichista.

Algunos fetiches relacionados directamente con los sentidos pueden ser algunos como los siguientes: el olor del cuero, el caucho, los zapatos, determinados perfumes, el olor de algunas excrecencias corporales, el aspecto y el tacto de ciertos tejidos, la ropa húmeda, el ver a una persona realizar algo determinado como puede ser expeler humo tras una calada o untar los alimentos… El fetiche puede consistir también en la renuncia o restricción de un sentido para, así, estar obligado a usar otro. El sonido de un jadeo de placer puede actuar como fetiche. También el ruido que puede producir alguien que está gozando de la masturbación. O unos genitales rasurados. O ver a tu pareja vestida del sexo contrario. O verla vestida de enfermero o enfermera, dispuesto o dispuestas a realizarte una revisión médica. O vestida de niña. El abanico es tan amplio que es prácticamente inabarcable.