El arte de la disciplina

Comúnmente, cuando hablamos de “disciplina” en los juegos de dominio y sumisión, lo estamos haciendo de “nalgadas”. Las nalgadas pueden variar mucho. Desde el cachete infantil a algo mucho más intenso, es muy amplia la gama de castigos infligidos a las nalgas. Las técnicas básicas de todas ellas son muy similares, pero hay diferencias entre los instrumentos que se utilizan para realizarlos y la fuerza utilizada en cada una de ellas. A continuación te daremos algunas ideas y nociones básicas sobre los tipos de nalgadas y la manera de llevarlas a cabo. La mayor parte de ellas están ideadas para ser disfrutadas en mitad de una escena de juego de rol, en algo elaborado y preparado; pero puede ser que tú no tengas ganas de crear una historia y de que a ti y a tu pareja os guste sólo y llanamente disfrutar de la sensación del cachete en el culo, sin que haya historia creada ni imaginada de por medio. Las nalgadas que vamos a enseñarte servirán también para ello. No desaproveches una idea. Quizás hoy no te sirva para nada, pero… ¿y mañana?

La nalgada es muy efectiva. Es un instrumento muy útil que es aplicable a casi todos los sumisos. Puede variar su forma, el instrumento utilizado y la fuerza empleada, pero la experiencia de la dominación acostumbra a incluir el castigo del sumiso. Y en ese castigo no puede faltar la nalgada.

Técnicas básicas de la nalgada

¿Dónde debes dar nalgadas? No estamos hablando del lugar en el que realizarlas (el cuarto, la calle, el lavabo, el ascensor, el garaje…). Estamos hablando de la correcta colocación, sobre el cuerpo del sumiso, de los golpes.

Debe caer donde sea segura y erótica. Esto puede variar de unas personas a otras. En cualquier caso, lo importante es que no caigan sobre huesos, venas, órganos o articulaciones. Puede resultar peligroso. Para no complicarte en demasía, piensa que hay un lugar muy efectivo y erótico: el lóbulo carnoso de la mitad inferior de las nalgas y la parte superior de los muslos.

Los glúteos son, sin duda, el lugar de ensueño para castigar en los juegos de dominio y sumisión. En el castigo existe un componente de castigo infantil que puede añadir un algo de vergüenza al juego. Esa sensación puede resultar erótica y su erotismo puede ser intensificado por algo eminentemente fisiológico: los nervios de los glúteos están entrelazados con los de los órganos genitales. En conjunto, los glúteos pueden resultar una delicia, un lugar perfecto para ejercer la dominación de una manera excitante.

Los golpes que van más hacia afuera, hacia las caderas, tienen menos repercusión que los que se producen en esta zona, más mullida habitualmente. El lugar en el que la redondez de las nalgas se une a los muslos es un lugar deliciosamente impresionable. La parte posterior de los muslos, por su parte, debe ser golpeada con cuidado. Si el sumiso o sumisa no presenta indicios de obesidad y unos muslos gruesos, el hueso y las venas se encuentran cerca de la superficie.

Debes escoger con cuidado el lugar en el que golpeas. Recuerda que en este tipo de juego lo que se persigue es combinar el placer y el dolor, hacer de ellos una mezcla que resulte excitantemente agradable para el sumiso. No se trata de causar dolor por causarlo. Eso es más fácil, desgraciadamente. Se trata de causar ese dolor que, agarrado de la mano, camina junto al placer.

Los dos tipos de golpes

Hay dos tipos de golpes: el sting y el golpeo. El primero pretende estimular la piel. El segundo, los músculos profundos de los glúteos.

El sting tiene algo de punzante. Golpeas con los dedos inmediatamente antes o al mismo tiempo que la palma de la mano. Puedes usar un cepillito para realizar este tipo de golpes, pues puede ser que duelan más a tus dedos que a la carne que golpeas. Estos golpes son muy efectivos y no acostumbran a crear gran daño. Suenan fuerte y hacen que la parte enrojezca rápidamente. Por lo general dan la impresión de una severa paliza sin infligir un dolor excesivo.

El golpe profundo es otra historia. Aquí, el objetivo no es la piel sino la tejido muscular más profundo. El brazo gira entero, pero sin que sea necesario que emplee en ese giro ni en el golpeo toda su fuerza. Estos golpes hacen menos ruido que el sting, pero son más dolorosos. Las nalgas se estremecen y pueden llegar a presentar magulladuras y a sentir, con ello, mucho dolor.
Estos dos tipos de golpes pueden aplicarse con la mano, en una rama de abedul, con un cepillito o con cualquier otro instrumento. Elegir para cada momento el instrumento adecuado es fundamental para que el castigo resulte efectivo y excitante.

El ritmo del golpe

Ahora que ya sabes dónde colocar los golpes y cómo medir su intensidad, ha llegado el momento de que aprendas la siguiente lección. Aprobarla es imprescindible para que des una paliza realmente satisfactoria. La lección de la que hablamos es la que se refiere al ritmo de los golpes.

Todo castigo debe guardar un equilibrio entre la intensidad y la duración. Si el dolor es más intenso, el castigo debe durar menos tiempo. Si deseas prolongarlo, haz que la estimulación del mismo sea menos intensa. Si empiezas al paliza golpeando a tu sumiso con todas tus fuerzas, no tardará en gritar el safeword, la palabra de seguridad que previamente habréis escogido entre los dos. Si lo hace, las expectativas de uno y otro se habrán ido al garete y los dos os sentiréis maltratados e insatisfechos. Lo mejor es iniciar el castigo lentamente e ir incrementando la fuerza poco a poco. La fuerza hay que administrarla con cuidado. Te puede hacer falta más adelante.

Pese a que no hay dos sumisos iguales y cada uno difiere de los demás respecto a lo que quiere y necesita, los siguientes principios pueden servir de manera generalizada para la mayor parte de los castigos. Una cuidadosa atención a los detalles que te vamos a señalar te permitirá administrar un castigo más eficaz y que tu sumiso disfrute de un castigo más largo y doloroso que el que él cree que puede soportar. Y sí, decimos bien cuando decimos disfrutar. Lo que el sumiso busca cuando participa en estos juegos de dominio y sumisión es alcanzar una satisfacción tanto física como psicológica.

Variar la fuerza y el ritmo de los golpes es importante para que la parte sumisa se mantenga alerta y no baje la guardia. Los primeros golpes deben ser firmes y claros, pero deben evitar cualquier tipo de profundidad. Hay que estimular la piel. Ya llegará el momento de los golpes profundos. Ve observando sus reacciones y, cuando parezca que la parte sumisa se encuentra muy satisfecha con el castigo recibido, golpea con más fuerza. Asústale un poco.

Los manotazos reiterados en el mismo punto de la anatomía del sumiso pueden generar contusiones y, por supuesto, un mayor dolor. Si el castigo no se concentra en un punto, sino que se abarca un espacio de cuerpo más amplio, es muy probable que se evite que el sumiso resulte abrumado o repentinamente a disgusto.

El ritmo lento es tradicionalmente el más apropiado para azotes y latigazos. Este ritmo permite al sumiso sentir la plenitud del golpe. Lo espera, contrae las nalgas y lo recibe. Una combinación muy apropiada para su placer.

Por otro lado, el ritmo medio es propio de la nalgada realizada con una pala o con la misma mano. Estos golpes suelen ser menos intensos que los del látigo. Por eso se recomienda un acrecentamiento del ritmo. Para que se mantenga el flujo del castigo y que éste no decaiga.

El ritmo más rápido es el apropiado para el castigo con la mano o un cepillo. Doblar al sumiso sobre las rodillas y azotarle el culo como se le haría a un niño es un tema recurrente en estos castigos. El resultado sobre el sumiso puede ser un ardor y un hormigueo extremo en los glúteos. Bien realizado, este castigo acostumbra a generar un mejor comportamiento en el sumiso.

Intercambia intensidades y formas de los golpes. Al final, termina el castigo con una rápida ráfaga de golpes, concéntrate en el mejor lugar, disminuye el ritmo y da el último golpe con más fuerza.