Concepto de sadismo

La gratificación sexual gracias al sufrimiento de los demás no se ha inventado hoy. El comportamiento propio de lo que hoy conocemos como sadismo ha existido desde hace miles de años pero no ha sido hasta hace muy poco que a dicho comportamiento se la concedido un nombre.

Que se hayan unificado toda una serie de comportamientos eróticos bajo el vocablo unificador de sadismo no quiere decir que los seguidores de dichos comportamientos estén de acuerdo con la definición de dichos comportamiento. De hecho, la mayor parte de la comunidad BDSM está profundamente en desacuerdo con la definición que la literatura médica ha dado al sadismo.

Richard Freiherr von Kraqfft-Ebing, psiquiatra alemán que vivió entre el 1840 y el 1902, adoptó el término sadismo para uso profesional en 1898. Las experiencias sádicas, sin embargo, habían sido descritas por él con anterioridad, en 1886, en Psychopathia Sexualis, primera obra mundial dedicada en entero a las llamadas “perversiones sexuales”.

Con la palabra sadismo Richard Freiherr von Kraqfft-Ebing pretendía englobar todas aquellas experiencias sexuales y sensaciones placenteras (incluyendo el orgasmo) producidas por actos de crueldad o de castigos corporales infligidos en el cuerpo de otra persona u observados. Para el psiquiatra alemán, también es sadismo el deseo innato de humillar, herir o destruir a otros con el fin de sentir algún tipo de placer sexual más o menos intenso. Ese uso del calificativo innato nos hace pensar que Richard Freiherr von Kraqfft-Ebing consideraba que el sádico nacía sádico.

La palabra sádico, por razones etimológicas obvias, remite directamente a uno de los más famosos autores de literatura erótica y uno de los más excelentes descriptores de los comportamientos sexuales propios del sadismo: el Marqués de Sade. El Marqués de Sade, que vivió entre el 1740 y el 1814, no sólo fue un gran descriptor de las prácticas sádicas. También fue un excelente argumentador de una moral eminentemente sádica. Sus descripciones, sin duda, poco tenían que ver con las prácticas BDSM tal y como las entendemos hoy en día. En la práctica BDSM el consenso y la libre participación de la parte sumisa en imprescindible. En las escenas de Sade, la parte sumisa lo es contra su voluntad.

La asociación que se ha hecho históricamente entre ambos tipo de prácticas (la libre y consensuada del BDSM y la esclavizadora y abusiva del Marqués de Sade, acusado él mismo de azotar e, incluso, de violar a Rose Keller, una mendiga parisina a la que contrató como prostituta) no ha jugado a favor de que de estas prácticas se tenga una visión complaciente entre todos aquéllos que forman parte del universo vainilla, es decir, entre todos aquellas personas que viven una sexualidad convencional y que, por tanto, no forman parte de la comunidad BDSM.

Sadismo, consenso y maltrato

Estas asociaciones de ideas entre el sadismo y las prácticas descritas por el Marqués de Sade han hecho que, al hablar de sadismo, se haga siempre hincapié en el concepto de maltrato. La persona afectada, el sádico, posee un impulso, según las ideas de 1898, que siempre va dirigido al coito y que siempre conlleva una preparación o camino hacia él en el que adquieren relevancia capital los malos tratos. Esa idea del maltrato, pues, es fundamental, según los autores de la época, para describir y catalogar ese comportamiento sexual englobado bajo el término sadismo.

Así, con el término de sadismo se describía una conducta. Posteriormente, sin embargo, se optó por considerar el sadismo como un sentimiento sexual anormal. En 1980, la Asociación Psiquiátrica Americana clasificó al sadismo entre las parafilias, es decir, entre las fantasías sexuales y los comportamientos sexuales inusuales e inaceptables. Eran los años de la llegada de Ronald Reagan al poder y del viraje hacia las posiciones más conservadoras de buena parte de la sociedad estadounidense.

Hoy en día, la Asociación Psiquiátrica Americana ha suavizado su postura respecto al sadismo y ha señalado que, siempre que la práctica sádica sea consensual y no perjudicial para los practicantes de la misma, no se incluya entre las parafilias. Sólo se considerará al sadismo como parafilia cuando se considere insalubre y cuando su práctica inflija a la persona sobre la que se ejerce un sufrimiento significativo.