Un acto casi sacramental

El lavado de pies puede ser una magnífica manera de escenificar la sumisión a un Amo o Ama. El acto de lavar los pies a alguien incorpora a la escena que se esté desarrollando unas connotaciones religiosas que pueden irle muy bien a una escena de dominio y sumisión. En cierto modo, quien lava los pies a otro puede estar rememorando la escena bíblica en la que Jesús lava los pies de sus discípulos antes de la Última Cena. De hecho, hay teólogos o estudiosos de las escrituras que hablan de la posibilidad de que, en algún momento, el acto del lavado de pies hubiera sido entendido como un sacramento. En cualquier caso, con sentido sacramental o sin él, el del lavado de pies es, sin duda, un acto de humildad y de entrega. Ese mismo acto, realizado por un sumiso en una escena BDSM, reafirma la sumisión de su actitud.

Para incorporar una escena de lavado de pies en una escena de dominio y sumisión hay que procurar, ante todo, buscar la mayor comodidad posible. A continuación vamos a daros cuatro indicaciones básicas para que, si lo deseáis, podáis escenificar vuestro propio lavado de pies.

En primer lugar, escoged una silla cómoda. En ella, y con los pies extendidos, deberá sentarse la persona dominante a la que se le van a lavar los pies. La sumisa, inclinada ante ella, deberá tener una toalla colocada sobre su brazo y disponer de los siguientes utensilios:

  • Un recipiente lleno de agua. Esta agua no debe estar ni fría ni caliente, sino que debe tener la temperatura adecuada. En esta agua pueden tenerse aceites de baño, hierbas aromáticas, sales, perlas o, en caso de que no se deseen productos algunos, unas rodajas finas de limón.
  • Una alfombrilla resistente al agua.
  • Una esponja, un trapo y un cepillo suave.
  • Una toalla de felpa para secar los pies.
  • Un equipo de pedicura por si se deseara acabar la escena de lavado de pies con una pedicura.

El ritual del lavado de pies

Una vez colocado el recipiente lleno de agua (por ejemplo, una palangana) en el suelo y ante los pies del dominante, el sumiso debe arrodillarse ante él y, lentamente, de una manera ceremonial, quitarle los zapatos y calcetines e introducir uno de sus pies en el agua.

Una vez introducido el pie en el agua, el sumiso lo lavará con cuidado y mimo, masajeándolo, acariciándolo de manera sensual, lavando cuidadosamente entre los dedos y tocando con suavidad la planta del pie y el arco del mismo, así como el empeine. El lavado de pies puede realizarse también, si ése fuera el gusto de la persona dominante a la que se están lavando los pies, con una esponja o algún tipo de guante especial que proporcione a los pies del dominante una sensación táctil especial.

Una vez los pies estén convenientemente limpios, el sumiso puede enjuagarlos en una segunda palangana o secarlos lentamente y con cuidado. Éste será el momento, si se desea, de realizar una atenta y mimosa pedicura.

En los casos en que el lavado de pies (más allá de la posibilidad de formar parte de un juego de dominio y sumisión) centralice las acciones de un juego fetichista, la pedicura será, sin duda, uno de los placeres más significativos que pueda experimentar un fetichista de los pies.

Si no se realizara pedicura alguna, otra opción sería aplicar algún tipo de loción, de polvos de talco, de polvos perfumados, etc.

No hace falta decir que para aumentar la sensualidad de esta acción del lavado de pies siempre va bien intentar conseguir una ambientación especial. Utilizar velas aromáticas, quemar incienso o ambientar el lugar con una buena y relajante música mientras el dominante se relaja tomando algún té, una copita de un licor que sea de su agrado o algunas uvas o trozos de fruta podrían ser algunas de las acciones que podrían conjugarse con el lavado de pies para aumentar la sensualidad del mismo. Como sabemos, nada mejor que estimular todos los sentidos al máximo para, así, poder inundarlo todo de erotismo.