Mujeres que aman a hombres que matan
Los malos malotes. Las personas asociadas al peligro. O esa persona de la que todo el mundo ha dicho que nos traerá problemas. Ése es el tipo de personas por las que se sienten atraídas quienes padecen hibristofilia, una filia que está especialmente ligada en gran parte parte a la forma de pensar y, sobre todo, a la forma de sentir. En sentido estricto, la hibristofilia es aquella filia que nos hace sentirnos excitados sexualmente por quien ha cometido un delito o un tipo determinado de delito.
Los psicólogos hablan de la hibristofilia como de una filia propia de personas que, sin haber desarrollado un comportamiento criminal, sí tienen una personalidad tendente a ello. Otros psicólogos apuntan también a que la hibristofilia puede ser propia también de personas que, por educación, hayan sido sobreprotegidas de algún modo y no hayan podido disfrutar del suficiente espacio vital como para desarrollarse como personas. En cierto modo, estas personas hiperprotegidas buscarían en ese malo malote la protección que, en su imaginación, podría proporcionarle el tipo duro que vive sobre el filo peligroso de la vida.
Este tipo de filia… ¿implica que la persona que la experimenta desconozca la diferencia entre los conceptos de Bien y Mal? Ni mucho menos. La persona que experimenta la hibristofilia sabe que el asesinato, la violación o la violencia extrema son delitos y actos moralmente reprobables, pero la excitación que siente hacia la persona autora de dichos actos (el asesino, el violador, el ladrón, el violento…) no puede controlarse. Después de todo, esa excitación es, fundamentalmente, una excitación mental. Y la excitación mental es mucho menos reconducible que la excitación física.
Existen dos tipos de hibristofilia, la hibristofilia pasiva y la hibristofilia activa. En el primer caso, la persona atraída sexualmente por quien comete un acto criminal no desea participar en dichos actos. En el segundo, la persona que padece la hibristofilia ayuda al objeto de su deseo a practicar sus actos delictivos.
Sheila Isenberg, autora de la obra Women Who Love Men Who Kill (Mujeres que aman a hombres que matan), entrevistó a muchas mujeres que padecen esta filia. Entre estas mujeres se encontraban enfermeras, maestras, amas de casa, etc. Isenberg destacó en su obra cómo muchas de las mujeres entrevistadas declararon que en algún momento de su vida habían sufrido malos tratos y abusos de mayor o menor intensidad. Isenberg también señaló en su obra como muchas de las mujeres que se acercan a estos criminales (sobre todo cuando ya se encuentran perseguidos o han sido detenidos y encarcelados) buscan un poco de notoriedad.
Otros autores, sin embargo, apuntan a motivaciones de carácter fundamentalmente biológicas. Richard Wrangham y Dale Peterson, psicólogos y autores de Demonic Males (Hombres demoníacos), realizaron un completo y documentado estudio tras observar concienzudamente el comportamiento de los orangutanes. En dicho estudio recogieron cómo las hembras acostumbraban a favorecer a los machos más grandes y agresivos. Tal vez eso explique por qué muchas mujeres, a la hora de sentirse atraídas sexualmente, prefieren la figura del truhan, del gamberro, del golfo, del malo malote.
Bonnie and Clyde, Ted Bundy, Charles Manson…
La hibristofilia recibe también el nombre de “Síndrome de Bonnie y Clyde”, dos famosos ladrones y criminales estadounidenses que se dedicaron durante varios años a robar en bancos, pequeños comercios y gasolineras, y que entre 1931 y 1934 fueron declarados enemigos públicos por las autoridades de los Estados Unidos. Quienes conocieron a la pareja declararon en su momento que Bonnie, la chica, nunca había disparado un solo tiro en ninguno de los asaltos y tiroteos en los que se vieron envueltos, aunque, decían, hubiera seguido a Clyde hasta el fin del mundo. De hecho, fue un poco así: el 23 de mayo de 1934 fueron abatidos a tiros en una emboscada en una carretera de Lousiana. Seguramente lo que Bonnnie sentía por Clyde tenía algo que ver con la hibristofilia. Pero, ¿y lo que hacen todos esos desconocidos que cada año, cuando se cumple el aniversario del acribillamiento de la pareja de delincuentes, dejan recuerdos y flores en un hito de piedra levantado en el lugar en el que se produjo la emboscada… con qué tiene que ver?
Hay casos espeluznantes que, en cierto modo, permiten contemplar cómo la hibristofilia es una filia más extendida de lo que se podría creer. Un ejemplo: el del asesino en serie Ted Bundy. Ejecutado en la silla eléctrica en 1989 y a la edad de 42 años, Bundy fue declarado culpable de haber asesinado a treinta y seis mujeres. Se piensa, sin embargo, que pudo asesinar a un centenar de mujeres. Las cabezas de algunas de ellas fueron encontradas en su casa. ¿Una encantadora criatura, verdad? Pues bien, este asesino en serie diagnosticado como maníaco-depresivo y cuya conducta fue catalogada como perversión y compulsión necrofílica poseía un carisma extraordinario. Sus fugas y posteriores detenciones le hicieron ganar una relevancia pública que hizo que fueran muchas las mujeres que acudieran a sus juicios para apoyarle. En su tiempo en prisión recibió un sinfín de cartas de fans que le declaraban su amor. Sin saberlo, seguramente, todas esas fans y esas kyllers groupies padecían hibristofilia.
También, aunque muy probablemente en diferente grado, la padecían todas las mujeres que formaron lo que se conoció como Familia Manson. La Familia Manson no era más que el grupo de seguidores de Charles Manson, el declarado instigador del asesinato de 7 personas, entre ellas la actriz Sharon Tate, embarazada de ocho meses y medio y mujer por aquel entonces del director Roman Polanski. Charles Manson fue condenado a muerte pero el cambio de legislación hizo que la pena capital fuera conmutada por la pena de cadena perpetua. Desde que fue encarcelado hasta hoy, Manson no ha cesado de recibir cartas de admiradoras. En algunas se le propuso incluso matrimonio. Un de ellos casi llegó a cuajar. Manson, con 80 años, se iba a casar con Elaine Burton, una joven de 27 años. Si la boca se canceló fue sólo por un motivo: se descubrieron las intenciones de la novia. Burton quería esperar al fallecimiento de su famoso futuro esposo para exponerlo en una cripta de cristal en California. Esa, seguramente, hubiera sido una manera de enriquecerse o de, cuanto menos, ganar una buena cantidad de dinero. La gente se acercaría a la momia de Charles Manson como a la de Lenin o a la de Juan XXIII.
Estos dos ejemplos, el de Ted Bundy y el de Charles Manson, deben servir para advertir a quien padezca esa filia de cómo se está paseando al borde del precipicio. Una cosa es sentir cómo se humedecen las bragas cuando vemos arrancar la moto al gamberrillo del barrio o cuando le vemos llevar a sus labios uno de sus cigarrillos humeantes o cuando le vemos caminar marcando paquete por nuestro barrio de extrarradio, perdonando la vida a las papeleras y a los alcorques, a las latas arrugadas que salpican las aceras y a las preadolescentes que sueñan con el roce de sus labios, y otra muy diferente intentar establecer contacto con quien se puede desvelar en algún momento como un psicópata asesino fuera de control.
Las filias y las parafilias deben siempre respetarse. Ésa es nuestra moral. El ser humano es complejo y los engranajes de nuestra psicología es algo que todavía no conocemos demasiado bien. Por eso hay que respetar todo tipo de deseo. Eso sí, hay algo que siempre debe tenerse claro: ninguna filia debe afectar a la libertad y al bienestar de los demás. Ése es nuestro límite y ese, creemos, debería ser el límite de toda filia.