Un placer no exento de riesgos

Muchos practicantes del BDSM afirman que el BDSM es una especie de droga. Cuanto más lo practicas más deseas practicarlo. Cuantas más veces llegas al límite, más lejos deseas colocarlo. Esto, en términos estrictos de seguridad, se traduce en un aumento significativo de los riesgos. ¿Quiere decir esto que, llegados a ese punto de enganche al BDSM, hay que evitar todo tipo de práctica? Ni mucho menos. Lo que quiere decir es, simplemente, que deben extremarse las medidas de seguridad.

Cuando hablamos de riesgos en el BDSM no estamos hablando de riesgos inasumibles. Algunas prácticas deportivas, sin ir más lejos, pueden ocasionar lesiones de mayor gravedad. Actuar de manera sensata es la mejor medida de prevención para evitar esas lesiones que pueden convertir una maravillosa sesión de BDSM en algo desagradable. La sensatez, junto a la seguridad, es una de las exigencias que plantea el BDSM. El consenso es la tercera de las exigencias que debe cumplir un juego erótico para poder figurar en la amplia lista de juegos BDSM existentes.

Conocer los riesgos del BDSM, consensuarlos y prevenirlos de manera adecuada es algo que debería ir implícito en la negociación que, previa a todo juego BDSM, deben mantener los jugadores que vayan a participar en el mismo. Estos jugadores deben ser, fundamentalmente, sensatos. Por ejemplo: nadie que no conozca el uso de las cuerdas, la presión que debe ejercerse con las mismas o cuál es el límite hasta el que pueden forzarse las articulaciones debería realizar una atadura bondage. Tampoco alguien que no conozca cómo debe usarse un instrumento de azote (flagelo, látigo, pala, ramita de abedul, etc.) ni sepa qué partes del cuerpo pueden azotarse para, sin causar daño, estimular a la pareja, debería realizar una sesión de spanking.

Respeto a los límites

Otro requisito esencial para impedir que un riesgo aumente de manera exponencialmente peligrosa es el del respeto de los límites que cada cual haya establecido. Aquí no hay experimentaciones que valgan. El límite que cada jugador haya marcado es sagrado. Bajo ningún concepto y por ningún motivo debe ser traspasado. Traspasar esos límites es acercarse peligrosamente al riesgo o a una situación indeseada por complicada o incómoda. Cada cual sabe por qué ha colocado su límite precisamente en ese punto y no en otro. El compañero de juego no es quién para plantearse la idoneidad de ese límite. Todo debe haber quedado aclarado en la negociación previa.

Esto, que es importante cuando el BDSM se practica con la pareja habitual, se vuelve capital cuando las prácticas BDSM se desarrollan entre personas que mantendrán esa relación de manera ocasional o de una manera informal. En este caso, el conocimiento mutuo es esencial y la negociación clara y sincera se vuelve condición sine qua non para que la práctica BDSM pueda tener lugar. Hay que tener en cuenta que, en determinadas ocasiones, se pueden producir unos daños psicológicos que, lejos de derivarse del contenido en sí o de la forma de las prácticas ejecutadas, se derivan más bien del comportamiento de alguno de los jugadores. Conocerse mutuamente y actuar con sensatez y respeto impedirá que estos daños psicológicos puedan producirse.

Seguridad y placer

Una vez aceptado que los límites son infranqueables y que deben haber quedado determinados, de una manera clara, en la negociación previa, hay que tener en cuenta que cada práctica en particular exige sus propias medidas de seguridad. Una sesión en la que se vaya a practicar algún tipo de suspensión exige unas medidas de seguridad que tienen que ver poco con aquella práctica en la que la actividad estrella de la misma sea una más o menos larga sesión de azote.

La existencia de unas convenientes medidas de seguridad es algo que, percibido por los jugadores participantes en la sesión BDSM, ayuda a que estos jugadores se relajen, se muestren confiados y, en consecuencia, puedan disfrutar mucho más de las experiencias propias del BDSM.

Entre esas medidas de seguridad que deben permitir que el jugador se relaje y disfrute al máximo con estas experiencias deben figurar todas aquellas que hagan referencia a la privacidad del encuentro. Los prejuicios sociales existen, y no es plato de gusto para nadie el verse en los foros públicos en determinadas situaciones. Para evitar esta situación hay que extremar las medidas de seguridad y reducir al máximo la posibilidad de que las prácticas (que deberían pertenecer a la privacidad de cada cual) puedan ser grabadas o fotografiadas. Hacer todo lo posible para evitar ser denigrado socialmente es, también, aplicar convenientemente una medida de seguridad que te permitirá disfrutar más y mejor de tu experiencia BDSM.