Hipoxifilia: tentación morbosa

Seguramente la imagen está presente en la retina de todos los amantes del cine erótico. Matsuda, protagonista femenina de El imperio de los sentidos, estrangula a su amante, Kichizo Ishida, mientras hacen el amor. De ese estrangulamiento se deriva, según se contempla en las imágenes, un orgasmo mucho más intenso y prolongado, posiblemente a causa de una alta producción de endorfinas. Dicha reducción intencional de la respiración cuando se está a las puertas del orgasmo recibe el nombre de asfixiofilia, hipoxifilia o, más comúnmente, asfixia erótica.

Esta práctica, que puede realizarse en pareja o en solitario, impidiendo la respiración con las manos o con cualquier otro tipo de instrumentos (bolsas de plástico, medias, corbatas, pañuelos de seda…) es relativamente habitual en las prácticas BDSM y es una práctica que entraña ciertos riesgos. De hecho, el cerebro, embebido de placer, puede hacer que se pierda el dominio sobre los actos y, sin percibir la existencia real del peligro, se traspasen fronteras peligrosas que pongan en riesgo la vida de quien lo practica.

Riesgos de la asfixia erótica

De hecho, en la película citada de Nagisa Oshima, el protagonista masculino acaba perdiendo la vida por asfixia en una de esas prácticas. Y en la vida real pueden encontrarse nombres de personajes más o menos famosos que han perdido la vida masturbándose mientras experimentaban con las técnicas más diversas de asfixia erótica.

En ese listado de personajes que se dejaron la vida buscando una más intensa experiencia masturbadora figuran, por ejemplo, el actor estadounidense David Carradine (intérprete en films como Kung fu, Norte y Sur o Kill Bill). Carradine murió en una habitación de hotel de Bangkok y, según algunas fuentes cercanas a la policía, fue hallado muerto con una cuerda atada al cuello, otra a los genitales y las dos a un armario. El actor Albert Dekker (1905-1968), el músico Kevin Gilbert o el vocalista y compositor australiano (y parte integrante de la banda INXS) Michael Hutchence son otros nombres de personajes más o menos famosos cuyos decesos se han asociado a este tipo de prácticas eróticas.

En todos estos casos se habló de la relación entre la masturbación y la hipoxifilia o asfixia erótica. Eso no quiere decir que esta práctica sea una práctica que no pueda tener cabida en la relación de pareja, aunque es mucho más propia del sexo masculino que del femenino. Como se ha indicado anteriormente, esta práctica (que se realizó durante mucho tiempo en determinados círculos como una terapia destinada a luchar contra la disfunción eréctil) se encuentra bastante extendida entre la comunidad BDSM. Máscaras de látex, cueros, sogas, cinturones, etc. son algunos de los instrumentos que acostumbran a utilizarse cuando se practica la hipoxifilia.

Debido a todo lo indicado anteriormente hay que resaltar algo fundamental: que hay que extremar las precauciones al realizar este tipo de prácticas eróticas y realizarlas (si es que se realizan) con el máximo de atención, sin haber consumido estupefacientes u otros productos que hagan perder el control sobre la propia atención o sobre los propios actos y conociendo ante todo el proceso de la asfixia y sus posibles efectos sobre la salud.

No recibir oxígeno en el cerebro durante cuatro minutos, por ejemplo, causa daños irreversibles en más del 50% del tejido cerebral. Hay varios indicadores que pueden servir para comprender que la hipoxifilia está empezando a afectar al cerebro. La visión de luces centelleantes, el hormigueo corporal o el zumbido de oídos serían algunos de estos indicadores. No atender a ellos supondría entrar en una segunda fase caracterizada por las convulsiones generalizadas en cara, extremidades y músculos respiratorios. En esta fase de la asfixia pueden llegar a producirse micciones, defecaciones o eyaculaciones incontroladas e involuntarias. Tras esta fase sólo existe el abismo, es decir: la pérdida de consciencia, el coma profundo, la cianosis, la respiración lenta y superfial… O sea: la antesala de la muerte.