En nuestro artículo anterior sobre las banderas rojas del BDSM resaltábamos algunos de los comportamientos que la parte sumisa no debería tolerar nunca a la parte Dominante y que, constatados, deberían servir para, o bien para intentar corregir a la parte Dominante haciéndole ver que dicho comportamiento es inadecuado dentro del universo BDSM o bien para poner punto y final a la relación.

La mayor parte de los comportamientos destacados y calificados como inadecuados y, por tanto, tenidos como banderas rojas del BDSM en el artículo anterior tenían que ver con el concepto de límites y con la existencia y uso, imprescindible e innegociable, de la palabra de seguridad. En esta ocasión vamos a hablar de otra serie de comportamientos o actitudes malsanas que en caso alguno deberían permitirse dentro de la dinámica de las relaciones BDSM.

El enfado en el BDSM

Una de las señales de alerta del BDSM a las que se suele prestar poca atención y que es de una importancia capital es la que tiene que ver con el momento en que se realizan las sesiones. Una señal de alerta a la que toda persona sumisa debería prestar atención es aquella que tiene que ver con cómo es el estado anímico de la parte Dominante cuando decide convocar una sesión.

Nunca debería aceptar la parte sumisa que una sesión BDSM se desarrollara cuando la parte Dominante está enfadada o molesta por cualquier circunstancia. Ese sentimiento de enfado puede hacer que la parte Dominante no se muestre lo suficientemente reflexivo que las sesiones BDSM exigen. El castigo es un acto propio de la dinámica BDSM, pero ese castigo debe ser fruto de la propia dinámica del juego (la parte sumisa debe entenderlo y aceptarlo), nunca como resultado de algo que no tiene que ver con él. El castigo no debe ser concebido nunca como un desahogo emocional de la parte Dominante.

Del mismo modo que no es bueno realizar una sesión BDSM cuando la parte Dominante está enfadada, tampoco lo es realizarla cuando es la parte sumisa la que experimenta esos sentimientos. ¿Por qué? Porque, en muchas ocasiones, lo que se está escondiendo tras un comportamiento de ese tipo es un cierto problema mental. La parte sumisa que está enfadada y busca, en ese momento, participar en una sesión BDSM está, de alguna manera, buscando el modo de autocastigarse. Y tras la sesión, lejos de sentirse mejor (algo que, al fin y al cabo, es uno de los objetivos últimos del BDSM), se sentirán peor. En estos casos, la parte sumisa debe buscar ayuda fuera del ámbito BDSM, pues lo que revela su comportamiento es un cierto deterioro de su salud mental, algo muy peligroso cuando se combina con las dinámicas de poder y las prácticas BDSM.

Otra de las señales de alerta del BDSM que, aunque puede parecer anecdótica, es muy significativa, es aquélla que tiene que ver con el título específico que la parte Dominante existe para sí de buenas a primeras, sin que haya mediado antes, entre una y otra parte, mayor relación. Si no ha habido relación… ¿cómo puede alguien autocolocarse un título? ¿O cómo puede imponer un determinado tipo de tratamiento a la otra parte? Si a ti, por ejemplo, no te gusta que te llame “zorra”, ¿por qué tiene que hacerlo? Quien actúa de ese modo se muestra muy poco respetuoso con las dinámicas y los comportamientos propios del BDSM y, por tanto, debería ser rechazado como compañero de aventuras.

La parte sumisa que acaba de iniciarse en las prácticas BDSM debe también, a la hora de detectar comportamientos inadecuados o banderas rojas del BDSM en la parte Dominante, prestar atención al tipo de cuidados que ésta tiene para con ella una vez ha finalizado la sesión. Para que una relación BDSM sea saludable, estos cuidados deben existir y deben practicarse de modo automático. Su no existencia revelan abuso, sobre todo cuando las prácticas BDSM realizadas son propias de la dinámica S/m. Ese cuidado posterior sirve para diferenciar, precisamente, lo que es BDSM de lo que es abuso.

Otras señales de alerta del BDSM

Otras señales de alerta del BDSM que se deben tener en cuenta siempre que se va a realizar una sesión son:

  • Que la parte Dominante, si va a existir sexo con penetración, insista en rechazar medidas profilácticas.
  • Que la parte Dominante o la sumisa esté intoxicada etílicamente o debido al consumo de cualquier tipo de estupefacientes o medicinas, ya que el BDSM debe ser fruto de decisiones conscientes y la toma de decisiones ve comprometido el factor consciencia cuando aquéllas se toman en situaciones de este tipo. De hecho, practicar una sesión BDSM en estas circunstancias puede ser considerado un delito de violación o, cuanto menos, de abuso. El hecho de que una de las personas que participa en una sesión de este tipo esté intoxicada incrementa, además, los riesgos de la sesión y la posibilidad de padecer un accidente. El BDSM debe practicarse en estado de sobriedad.
  • Que la parte Dominante se niegue a hablar de límites. La comunicación es fundamental dentro del universo BDSM. Las dos partes deben ser capaces de comunicarse con absoluta franqueza y, sobre todo, siendo absolutamente sinceras consigo mismas. Los temas importantes deben hablarse en el seno de cualquier tipo de parejas. En el caso de la pareja BDSM, el imperativo es categórico: sin esa comunicación no existe BDSM o, cuanto menos, se incrementan exponencialmente las posibilidades de que la relación salga mal.

Finalmente, hay una bandera roja del BDSM a la que toda sumisa recién iniciada en las prácticas BDSM debe prestar especial atención y que tiene que ver con el tipo de comportamiento que la parte Dominante tiene para con ella cuando finaliza la sesión. La Dominación finaliza con la sesión. Prolongarla más allá de los límites de la misma es algo que la parte sumisa no debe consentir. Acabada la sesión BDSM, las dos partes que han participado en la misma (excepto que se haya acordado una relación 24/7, es decir: 24 horas al día, 7 días a la semana) son iguales. Ya no cabe la humillación. Ya no debe producirse el contacto físico doloroso.

Para terminar queremos destacar en este artículo dedicado a las señales de alerta del BDSM que hay algo que debemos tener siempre presente a la hora de detectar esas señales y ese algo es que el BDSM, sin excepciones, debe servir para sentirnos bien y para disfrutar de sus sesiones. Si no es así hay que poner freno y fin a las prácticas o comportamientos que nos hacen sentir mal. Al menos con esa pareja.