La disciplina inglesa

La ramita de abedul es la reina de las varitas de castigo en las escenas de dominio y sumisión. La ramita de abedul, que puede adquirirse en tiendas especializadas, es un instrumento idóneo para aplicar el denominado “castigo británico” o “disciplina inglesa“, que, entre los practicantes de los juegos de dominación y sumisión, tiene fama de cruel.

Si, en lugar de conseguir la varita de abedul en una tienda especializada, optas por cortarla tú mismo, busca una media docena de ramas de entre 60 y 90 centímetros de largo. Córtale a esa rama o vara las hojas, los brotes muertos, las ramitas frágiles, y deja solamente el tallo principal y las ramitas pequeñas. Las ramas acostumbran a curvarse. Organiza los paquetes de ramitas de modo que estén colocadas de modo que todas se curven del mismo modo y hacia el mismo lugar y, colocadas así, procede a recortar los extremos de las varas para que todas las varillas tengan las misma longitud. Los extremos pueden envolverse con una cinta elástica que ocupe unos doce centímetros. El color, dependerá del gusto de cada cual.

El escozor causado por la ramita de abedul no tiene comparación con el producido por ningún otro accesorio. Con una suma total de entre seis y doce golpes basta para dejar un recuerdo imborrable en la memoria del sumiso. Debido al rigor del castigo con la rama de abedul y la gravedad de sus golpes, el ritual que lleva hasta ese castigo es especialmente importante. La puede utilizar la institutriz, la reina, la amazona, la diosa… Sea como sea y la use quien la use, el uso de la rama de abedul remite siempre a la escuela británica de la fantasía erótica.

Posturas para la disciplina inglesa

Para usar la ramita de abedul es adecuada cualquier postura de las tradicionales posturas de dominio y sumisión, con el sumiso agarrándose los tobillos o apoyándose, reclinado, en el respaldo de una silla o una mesa. El elemento dominante debe estar entonces de pie, al lado izquierdo del sumiso si se es diestro, a la derecha si se es zurdo. Colocados en esa posición, las nalgas del sumiso siempre estarán de perfil respecto al dominante. Éste avisará a aquel de que debe mantener las piernas abiertas y relajadas. Contraerlas sólo puede significar un plus de dolor innecesario e indeseado. El castigo debe recibirse, entonces, sin atisbo de mendicidad. Sin súplicas. Sin intentar esquivar los golpes con algún movimiento imprevisto. Eso sí: conociendo los golpes que se van a recibir.

Sabiendo el sumiso los golpes que se le van a aplicar, ha llegado el momento de que se le apliquen. Es bueno que sienta antes, silbando en el aire, el movimiento de las ramitas de abedul. Eso ayudará a que empiece a sentir miedo. Una vez que se inicien los golpes, hay que dejar que pasen entre treinta y sesenta segundo entre cada golpe. Para dar esos golpes hay que usar una fuerza mediana. No es necesario que, para dar el golpe, se use toda la fuerza del brazo. De hecho, algunos expertos recomiendan que se utilice el brazo sólo desde el codo hacia abajo. También es importante tener en cuenta que el castigo no se puede prolongar durante demasiado tiempo ni puede realizarse utilizando una fuerza demasiado intensa. Una cosa o la otra pueden llevar a la rotura de la piel.

Una buena idea es hacer contar al sumiso los golpes que se le van propinando. En la mayoría de los casos, con entre de cuatro a seis golpes moderados es suficiente para ejecutar un buen castigo, sobre todo si esa misma zona ha sido castigada antes mediante otros métodos (nalgadas con la mano, por ejemplo). En aquellas fantasías eróticas en las que tengan que efectuarse un castigo más importante el número de golpes puede ampliarse hasta una docena, como máximo.

Tras un castigo así, el elemento dominante de la pareja puede observar, claramente, la aparición de finas marcas, rojas o moradas, en las nalgas de la parte sumisa. Literalmente, quien ha recibido el castigo no puede sentarse cómodamente durante unos días. Si se prefiere no llegar a este nivel de castigo, se pueden dar golpes muy ligeros de un modo muy moderado. Incluso eso bastará para dejar un recuerdo imborrable. No podemos obviar que un duro castigo puede llegar a ser demasiado para la mayor parte de los sumisos.