Si hay una imagen que identifica simbólicamente y de una manera clara al universo BDSM esa imagen es la de la Dominatrix. Ciertamente, cuesta imaginarse el BDSM sin la presencia de esta figura casi totémica a la que se acostumbra a plasmar enfundada en cuero negro, calzada con unas botas altas y manejando un látigo de una o varias colas. En este artículo vamos a sintetizar, de alguna manera, la historia de la Dominatrix. ¿Cuál es el origen de la Dominatrix? ¿Cómo fue evolucionado su imagen? Éstas son las preguntas a las que vamos a intentar dar respuesta.

Si queremos encontrar el origen de la Dominatrix debemos remontarnos a la segunda y tercera década del siglo pasado. Fue entonces, en los años 20 y 30 del siglo XX, donde empezó a forjarse la imagen de la Dominatrix. Esta hipótesis, que podemos fundamentar en el testimonio de los diseños de Diana Slip, los catálogos de Charles Guyette o las fotografías realizadas por autores como Yva Richard, Biederer o Man Ray (en nuestro anterior artículo hablábamos de su trabajo codo con codo con William Seabrock), choca frontalmente con una teoría que ha circulado durante mucho tiempo por ahí y que sostiene que la estética del cuero se incorporó a las prácticas sadomasoquistas tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando veteranos de guerra empezaron a fundar clubs de motoristas y a vestir las típicas cazadoras de cuero que les identifica.

Así, si en los años 20 y 30 empresarios como Yva Richard, Charles Guyette o Diana Slip lanzaban al mercado productos de cuero con una estética claramente fetish o BDSM, ¿por qué pensar que el cuero fue incorporado al universo BDSM veinte o treinta años después. De hecho, basta ver los catálogos de las empresas citadas para comprobar hasta qué punto ya en aquellos años estaba asociado el cuero al concepto del BDSM.

El que estas marcas lanzaran al mercado este tipo de productos era fruto y, al mismo tiempo, retroalimentaba, una serie de factores que confluyeron y que pueden hacernos comprender que es en estos años de los que hablamos y no en otros donde debemos buscar el origen de la Dominatrix. Esos factores, entre otros, son los siguientes:

  • Existía un sadomasoquismo profesional que exigía la existencia de una parafernalia marcadamente fetichista para ambientar sus prácticas. Con dicha parafernalia, lo que se pretendía era satisfacer las fantasías y los deseos ocultos de una clientela que, en su inmensa mayoría, era una clientela masculina.
  • El imperio a nivel estético de, valga la redundancia, la estética Art Deco. Esta estética extendió socialmente la moda del cuero charolado.
  • La evolución tecnológica de la empresa del cuero, que simplificó y abarató su proceso de producción.
  • La lenta pero inexorable construcción que publicaciones como London Life u otros libros ilustrados, así como dibujos y fotografías propias del género, estaban haciendo, en aquellos años, de un imaginario específica y marcadamente sadomasoquista.

La Dominatrix: una confluencia de fetichismos

Por otro lado hay que tener presente, al hablar del origen de la Dominatrix, que dicho origen no hay que buscarlo tanto en Estados Unidos como en Europa. Sin ir más lejos, la publicación anteriormente citada, la London Life, fue un potente altavoz del universo BDSM.

Pero el origen de la Dominatrix no puede ser explicado solamente desde el punto de la vista de una producción de carácter artístico e industrial que la hizo posible. En el origen de la Dominatrix, en su formación como arquetipo, podemos constatar la confluencia de varios tipos de fetichismos. Uno de ellos es el fetichismo de la piel, un fetichismo que aparece en una obra imprescindible dentro de la bibliografía BDSM: la novela La Venus de las pieles, obra del autor austríaco del siglo XIX (y a quien debemos el nombre de masoquismo) Leopold von Sacher-Masoch. En esta obra, a la que dedicaremos próximamente un artículo en exclusiva, aparece ese fetichismo de la piel que, uniéndose a otros, podemos encontrar en el origen de la imagen de la Dominatrix.

¿Qué otros dos fetichismos son los que se unen al fetichismo de las pieles en el origen de la Dominatrix? El fetiche del calzado en forma de botas altas y el fetiche del corsé y de cualquier tipo de ropa ceñida que sirva para constreñir el cuerpo. El corsé había adquirido un carácter marcadamente fetichista desde que las mujeres habían sustituido esta prenda de ropa interior por otras más cómodas. Para el hombre, sin embargo, el corsé, que, al mismo tiempo de constriñe, modela el cuerpo de la mujer y resalta sus curvas, es una prenda que resulta muy sexy. Por eso, seguramente, adquirió características fetichistas y por eso también, y por su vistosidad, se convirtió en prenda casi imprescindible de la Dominatrix.

Más allá de la confluencia de estos fetichismos, en el origen de la Dominatrix podemos encontrar también unos rasgos que pueden remitir al mundo militar, al mundo circense (el látigo sería una referencia muy clara y directa a la figura de la domadora) y al mito siempre renovado de la mujer fatal, esa femme que, segura y decidida y al mando de todo, destruye masculinidades y destruye cualquier posibilidad de enlazar la figura de la mujer con los tópicos del romanticismo.