Lenguaje erótico en el BDSM
El lenguaje erótico es, sin duda, un elemento muy atractivo de la vida sexual. Con él, uno de los miembros de la parejas puede describir lo que está sintiendo, solicitar lo que quiere que se le haga y excitar, al mismo, tiempo, al otro miembro.
Un socio dominante puede utilizar el lenguaje soez para indicar a la parte sumisa lo que debe realizar y para informar de lo que realizará él mismo a continuación. Más degradante o sucio que las palabras en sí pueden resultar los juegos de rol que se realicen, la humillación implícita que lleve lo realizado o el nivel de violencia que pueda existir en las acciones del acto que se está desarrollando. El dominante, por otro lado, no tiene porqué recurrir continuamente a la palabra, pero sí puede solicitar que la parte sumisa diga palabras o expresiones a las que no está acostumbrada. Esto ofrece una emocionante sensación de poder a la parte dominante y de vulnerabilidad y sumisión a la dominada.
A pesar de su potencial erótico, muchas parejas se muestran reticentes a utilizar el lenguaje sucio en sus relaciones. Algunas personas tienen miedo de sonar ridículas mientras que otras, simplemente, no saben qué decir. Para romper ese hielo a veces basta con hablar de algunos de los elementos básicos del BDSM. El dominante puede revelar sus deseos sexuales y los planes que tiene para el sumiso. Con eso se persiguen dos objetivos. El primero es conseguir que el sumiso disponga de tiempo para prever y hacerse a la idea de lo que va a acontecer. El segundo, que vaya calentándose conforme se acerca el momento, que sienta cómo crece el ansia y la excitación sexual. La expectación y el entusiasmo van creciendo conforme se acerca el momento. Para expresar lo que va a realizarse no hay por qué utilizar un lenguaje excesivamente gráfico. De hecho, las palabras intensamente soeces y sexuales tiene un mayor impacto si se utilizan únicamente en los momentos de intensa pasión.
En el BDSM, el dominante puede permanecer en silencio mientras mueve el cuerpo de la parte sumisa hasta conseguir la postura deseada, aunque lo común es que, de palabra, ordene e instruya a la parte dominada con respecto a la actividad sexual que desea que se realice. Un dominante puede decir: “ábrete de piernas”, “abre la boca” o “chupa hasta que te hartes”, por poner tres ejemplos sumamente gráficos.
Guarradas y lenguaje sucio
Las guarradas habladas, el hablar sucio, puede ser una forma que tengan los socios de BDSM para comunicarse durante las relaciones sexuales y para compartir lo que cada uno de ellos está experimentando. Simples frases descriptivas como “qué rico está tu coño”, “quiero sentir tu lengua en mi polla” o “me palpitan los pezones” pueden resultar muy excitantes para el oyente y, al mismo tiempo, pueden dar una idea de lo que el compañero de cama está sintiendo y gozando en ese momento. Un dominante puede describir sus propias sensaciones y, al tiempo, solicitar al sumiso o sumisa que explique a su vez lo que él o ella está experimentando.
Algunos socios de BDSM utilizan de vez en cuando durante sus juegos eróticos un lenguaje que tiene la finalidad principal de degradar a la parte sumisa. Esa degradación es importante en muchos juegos para complementar una fantasía o para hacer más intensa una escena. Un macho dominante puede llamar a la parte sumisa “puta”, “zorra” o “perra”, mientras que una hembra dominante puede decirle a su sumiso que no es nada, que nada de él importa, que sólo es una polla y que su polla es lo único que cuenta. No todo el mundo utiliza este tipo de lenguaje en sus juegos BDSM. No en vano, su utilización cuando los socios no están completamente compenetrados puede originar algún tipo de conflicto emocional. El uso del lenguaje degradante erótico y como parte importante de un juego de rol puede cruzar la línea roja de lo prohibido y convertirse en simple humillación. Por este motivo debe tratarse con antelación. Se debe poner en claro en el seno de la pareja si esa manera de expresarse tiene cabida en sus relaciones sexuales o no.
El lenguaje sucio es también una forma eficaz de crear un impulso orgásmico. Gracias a él, los socios pueden comunicar dónde se encuentran exactamente en su ciclo de excitación, es decir, lo cerca que se está del clímax, y también contribuye a dar un crescendo a esa excitación que se está sintiendo.
Hablar en el momento del orgasmo puede servir para intensificar el mismo. El macho dominante puede referirse al bombeo que siente dentro de él o puede anunciar o narrar cómo el semen va trepando polla arriba. La mujer puede hablar también de cómo se siente de mojada o de cómo nota que todo ese vómito caliente de la polla del macho la va llenando por dentro.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta cuando nos referimos al uso del lenguaje sucio o soez durante el acto sexual es el del tono de voz utilizado para hacerlo. El tono ideal debería de ser un tono bajo, ronco y sugerentemente sexual. El tono debe adaptarse a la ocasión. El dominante debe hablar sin dudas, con autoridad y confianza sexual. Un sumiso o sumisa debe hacerlo con deferencia, respetuosamente, y, en determinadas ocasiones, incluso con un leve temblor en la voz. Ese temblor debe dejar traslucir un especie de temor que a la parte dominante puede resultarse muy excitante.
Los sonidos del sexo
Los gemidos, los gritos de dolor y placer entremezclados y la respiración profunda forman parte de la banda sonora de los juegos BDSM. Una sumisa bajo el poder de un dominante puede intensificar la experiencia gracias a sus gritos y gemidos. Un dominante debe dejar que su voz grite, gima y emita gruñidos para, así, complementar toda la tarea que está ejerciendo sobre la parte sumisa. En cierto modo, muchos de los elementos que intervienen en los juegos BDSM están diseñados para añadir un elemento auditivo al sexo: las paletas, los látigos, las cadenas e incluso la ropa de látex aportan un sonido inconfundible a los juegos sexuales.