El encanto de las tetas

Las tetas son objeto del deseo para la inmensa mayoría de los hombres. Hay muy pocos hombres heterosexuales que, en mayor o menor grado, no se sientan atraídos por la sensualidad del pecho femenino. Nada como las tetas de una mujer simbolizan de una manera más sintética y rotunda la feminidad. Nadie como ellas pueden atraer tal cantidad de sinónimos. Lolas, mandingas, bufas, ubres, pechos, mamas, senos, domingas… Si buceáis en vuestros recuerdos encontraréis mil y una maneras de nombrar a esa parte tan adorada del cuerpo femenino. Esa proliferación de sinónimos sólo puede ser fruto de una cosa: de la importancia que, por un motivo o por otro, adquiere el elemento que de tantas formas puede ser nombrado. En este caso el objeto es la teta, esa maravilla en la que se combinan grasas, tejidos conjuntivos, ligamentos y lóbulos mamarios y que, en el caso del ser humano, no sólo sirve para amamantar a sus crías.

Las tetas, en la mujer, tienen una innegable función estética. Se convierten en señuelo erótico de primer grado. El hombre se siente atraído por los pechos femeninos. Sueña con acariciarlos, con besarlos y lamerlos, con mordisquear sus pezones, con colocar el pene entre ellos para ser masturbado mediante la práctica de la paja cubana, para eyacular sobre ellos… ¿Es eso fetichismo? No necesariamente. El hombre no fetichista puede sentir una indudable atracción por los pechos pero no convertirlos en protagonista exclusivo de su sexualidad. El fetichista sí lo hace. El fetichista coloca la teta en el centro neurálgico de su sexualidad.

El fetichismo de la lactancia

Dentro de los fetichistas del pecho hay unos fetichistas especiales: los que lo son del acto en sí de la lactancia. En el caso de estos fetichistas, el acto del amamantamiento se convierte en parte central de su sexualidad. Mamar los pechos de su pareja es el sueño principal de todo fetichista de la lactancia erótica y es, también, una práctica que puede darse entre practicantes de juegos BDSM no necesariamente fetichistas.

Entre estos últimos, la lactancia erótica puede ser entendida como una recompensa que se da al sumiso que se ha comportado correctamente o, también, como un servicio que debe cumplir la sumisa para con su Amo. Si el Amo desea ser amamantado, la sumisa deberá satisfacer dicho deseo.

En las relaciones entre hombres y mujeres puede darse también el caso de que unos y otros decidan practicar un juego de rol en el que el hombre adopta la actitud de un bebé. En este juego de rol el hombre puede llegar a ser vestido como un bebé, únicamente con pañales. En las connotaciones psicológicas de este juego de rol fundamentado en la lactancia erótica no vamos a entrar. A ninguno de nosotros nos interesa saber si detrás de ciertos comportamientos sexuales existe un más o menos marcado complejo de Edipo.

Pero, ¿puede una mujer amamantar sin estar embarazada? Sí. Para conseguirlo, la mujer deberá afrontar un proceso de lactancia inducida. En el caso de que la mujer no estuviese embarazada pero lo hubiera estado anteriormente, el proceso recibirá el nombre de relactancia. Tanto en un caso como en otro, la estimulación frecuente de la mama es fundamental a la hora de conseguir que la mama produzca leche. Las extracciones frecuentes sirven para estimular la glándula de una manera correcta. Éstas pueden ser estimuladas también manualmente. En este caso, sin embargo, el tiempo que habrá que destinar a obtener resultados positivos (es decir: el tiempo que tarde en salir la leche) será mayor.

Estos procedimientos de lactancia inducida, creados para mujeres que, por ejemplo, van a adoptar a un bebé, parecen especialmente diseñados para que un hombre y una mujer puedan disfrutar de una relación en la que la lactancia erótica juegue un papel preponderante. Éstas prácticas pueden iniciarse también a partir del momento en que se produce el destete, es decir, ese momento en que la mujer que ha dado a luz y que ha estado amamantando a un hijo deja de hacerlo.

Tanto en el caso de la lactancia erótica iniciada a partir del resultado positivo de un proceso de lactancia inducida como en el de una lactancia erótica iniciada a partir del destete de un bebé, es fundamental que no se detenga la estimulación mamaria para que no cese de producirse leche. Por eso es fundamental un cierto grado de estabilidad y duración en una relación entre un hombre y una mujer que deseen convertir la lactancia erótica en parte fundamental de su vida y prácticas sexuales. Sólo la insistencia en la estimulación mamaria permitirá que la leche necesaria para la práctica de la lactancia erótica siga manando.