Vampire fetish

La morbosa atracción que suele acompañar a la figura del vampiro no sería comprensible si dicha figura no fuera asociada a un elemento que es el perfecto símbolo de la vida: la sangre. Son muchos los fetichistas que sienten veneración por este fluido vital. Para todas aquellas personas que participan del fetichismo de la sangre el simple hecho de verla, el de ser testigos de algún corte (bien sea accidental, bien voluntario) o el de contemplarla en individuos desnudos o semidesnudos actúa como un afrodisíaco potentísimo.

Si todo fetichismo acostumbra a ser incomprensible para toda aquella persona que no participa de él, el de sangre se vuelve excepcionalmente incomprensible por el hecho de que muchas personas asocian la sangre a episodios relacionados con traumatismos, lesiones, accidentes y violencia. Que la excitación sexual vaya asociada a la contemplación o a la presencia de la sangre en la escena sexual es, para la inmensa mayoría de las personas, síntoma de una desviación psicológica. Lógicamente, aquí no vamos a entrar a criticar ningún fetichismo ni a buscar explicaciones psicológicas a un gusto determinado. Nos limitaremos a describir dicho fetichismo y a comentar alguna de las prácticas más comunes asociadas a él.

El fetichismo de la sangre, llamado también hematolagnia, hematofilia o vampire fetish, puede llevar al fetichista a participar en prácticas en las que se lama o se beba una sangre que, comúnmente, acostumbra a hacerse brotar mediante el uso cuidadoso (ninguna herida puede ser profunda ni incidir en zonas especialmente sensibles o peligrosas para evitar el riesgo de desangrarse o, cuanto menos, de verter más sangre de lo normal) de una cuchilla de afeitar.

Todas estas prácticas en las que se hacer verter la sangre, propias del edgeplay (es decir, de los juegos extremos del BDSM), reciben el nombre genérico de bloodsports o bloodplay. No hace falta indicar que estos juegos asociados al fetichismo de la sangre deben practicarse extremando las medidas de higiene y seguridad y teniendo presente en todo momento que el contacto con la sangre es una de las más importantes fuentes de transmisión de enfermedades infecciosas. La hepatitis y el VIH/SIDA serían, entre otras, dos de esas enfermedades transmisibles a través de la sangre.

Fetichismo de la menstruación

Una de las derivaciones más famosas y extendidas del fetichismo de la sangre o hematofilia es el llamado fetichismo de la menstruación, menofilia o menstruofilia. No son pocos los hombres que tienen como fetiche la sangre menstrual. Tener como fetiche la sangre menstrual no quiere decir que no importa practicar sexo durante el período menstrual. Participar del fetichismo de la menstruación significa que el fetichista se excita al pensar o contemplar el sangrado menstrual o los residuos dejados por él.

El cunnilingus durante la menstruación o la excitación al contemplar tampones usados son algunas de las prácticas que pueden asociarse al fetichismo de la menstruación. Oler compresas usadas o masturbarse con una de esas compresas manchadas con la sangre menstrual podrían ser otras de esas prácticas propias de la menofilia, un fetichismo que lleva algunos de sus adeptos a comprar por internet compresas y tampones usados.

El fetichismo de la menstruación va asociado en algunos casos a un hecho físico constatable: durante la menstruación, los genitales femeninos son más sensibles y excitables. Este hecho hace que cada vez más mujeres, liberándose de complejos atávicos (seguramente derivados de una educación marcadamente patriarcal) y de vergüenzas derivadas a su vez de dicha educación, gusten de practicar sexo durante esos días tradicionalmente marcados en rojo en la sexualidad femenina. Es durante esos días, precisamente, cuando el orgasmo femenino se vuelve más intenso. La confluencia entre esa mayor excitabilidad y sensibilidad femenina durante los días menstruales y la mentalidad propia del menofílico puede convertirse en caldo de cultivo de unos encuentros eróticos especialmente explosivos.