Los cornudos de Cela

Pocos insultos tienen la capacidad de sacar a un hombre español de sus casillas como el de cornudo. Ése y sus sinónimos (cabrito, cabrón, consentidor…) hacen referencia al hombre cuya pareja mantiene relaciones sexuales con otros a sus espaldas. El insulto de cornudo tiene tanta raigambre en España que hasta el que fuera su más rimbombante Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, dedicó en su día un libro que, bajo el título claro y explícito de Rol de cornudos, pretendía ser un muestrario de los diferentes tipos de cornudos existentes.

En Rol de cornudos, el siempre controvertido escritor español se servía de su muy peculiar sentido del humor para retratar, en tono burlesco, diferentes situaciones en los que se mostraba el temple de un cornudo y su manera de comportarse. En el libro de Cela, por ejemplo, aparecía retratado el cornudo que, sabiéndose tal, se sirve de su circunstancia para vivir o mejorar su modo de vida gracias precisamente a los bienes derivados o conseguidos gracias a la infidelidad de su mujer. Sería ése el cornudo que convierte en lema vital un dicho popular en el que se afirma que “los cuernos son como los dientes: al principio duelen, pero después ayudan a comer”.

Junto a este cornudo, al que CJC denominaba “cornudo buen vividor”, aparecían otros como el “cornudo adorado”, “cornudo angélico”, “cornudo bromista” o “cornudo al ajedrez”. Cualquiera de estas expresiones o tipologías del cornudo servía en más de una ocasión a Camilo José Cela para contar una especie de chiste, una anécdota, un apunte que dejaba constancia de la complejidad del comportamiento humano. Por ejemplo, y hablando del “cornudo adorado”, el Nobel gallego decía lo siguiente: “Dícese que, en el entierro de una dama, figuraban en el cortejo fúnebre su marido y su amante; éste daba tales muestras de desconsuelo que aquel, tomándolo del brazo, le dijo: -No te pongas así; mantén la calma, lo más probable es que me case otra vez”.

El placer de ver a la mujer con otro

El cornudo que no aparece registrado por Cela (al menos que recordemos) es el cornudo que ha hecho de su propia circunstancia como tal una especie de fetiche. Hay fetichistas de sus propios cuernos, sí. Así lo recoge, al menos, el diario británico The Independent. En un interesante artículo sobre el fetichismo del cornudo, el famoso diario británico señala cómo las búsquedas de este fetiche en Google se han doblado en los últimos 12 años.

A nadie escapa que internet es un gran chivato. Basta con bucear en el océano de las búsquedas para conocer por dónde van los tiros de los gustos de la gente. Y las estadísticas hablan de esa búsqueda de escenas en las que un hombre contempla cómo su mujer se lo hace con otro.

Lógicamente, el fetichismo de los cuernos o fetichismo del cornudo o, por utilizar un término anglosajón, el cuckolding (en inglés, cornudo es cuckold), no es un ménage-à-trois. Para hablar de trío sería necesario que se produjera una circunstancia que en el caso del cuckolding no se da: que el marido interviniera en la escena sexual. En el fetichismo del cornudo, el marido no interviene. Sólo contempla. Y goza contemplando.

Teorías sobre el cuckolding

¿Por qué? En más de una ocasión hemos hablado en este blog de la esterilidad de buscar algún tipo de explicación a los fetichismos. ¿Por qué a una persona le excita sexualmente el olor del látex? ¿Por qué una persona puede sentirse excitada al contemplar un zapato de tacón? ¿Por qué hay personas (los formicofílicos) que asocian la excitación con el hecho de sentir cómo algún tipo de insecto se pasea por sus genitales? Buscar respuestas a todas estas preguntas puede resultar, como ya se ha dicho, inútil. Pero nunca falta quien, bien sea desde el terreno de la psicología, bien desde la sociología, bien desde el psicoanálisis, intenta dar una explicación a todo tipo de comportamiento humano.

Hay quien ha querido ver en el fetichismo del cornudo una especie especial de sadomasoquismo. El cornudo busca sentirse humillado al contemplar a su pareja haciéndoselo con otro. Y si ese otro está mejor dotado genitalmente que él, pues mejor que mejor, ya que mayor será la humillación sentida por el cornudo fetichista.

Hay otros autores (Don Savage entre ellos) que consideran el fetichismo del cornudo una especie de entrenamiento mental. El marido, que siente un miedo atroz a ser abandonado, se entrena para ese dolor y siente placer al hacerlo pues cree que está preparándose para el futuro, contemplando a su mujer en brazos de otro.

Pero éstas no son las únicas explicaciones que se dan al cuckolding. Los psicoanalistas no iban a permanecer al margen de un pastel tan goloso como el de un comportamiento en apariencia tan chocante como puede ser el del fetichista de los cuernos. El doctor Leon Seltzer cree que el marido que disfruta sexualmente contemplando a su mujer con otro lo hace porque, de alguna manera, experimenta de manera vicaria y como espectador la relación sexual que él mismo suele protagonizar junto a su mujer. Liberado de los límites que el superego le puede imponer durante el acto sexual, el cornudo fetichista goza de manera vicaria.

Hay autores que, al referirse a este vivir de manera vicaria la sexualidad con la pareja, hacen referencia al término escapismo. El escapista, al depositar en otro la responsabilidad de proporcionar placer a la pareja, se libera de dicha responsabilidad. Esa liberación produce en el fetichista de los cuernos un placer que, posiblemente, sea mayor que el derivado de la práctica sexual.

Considerando el fetichismo del cornudo desde la perspectiva apuntada por Seltzer, hay que plantearse la posibilidad de que el cornudo fetichista no sea, en el fondo, ese sumiso que busca la humillación gratificante, sino un dominador que empuja a su mujer a una práctica orientada a proporcionarle a él un placer que sólo así puede conseguir.

El mismo Seltzer se plantea la posibilidad de que el cornudo fetichista, el cornudo que goza con la contemplación del acto sexual de su mujer con otros hombres, esté influenciado por una cultura en la que el porno lo mediatiza todo. El cornudo fetichista, así, al contemplar a su mujer gozando en brazos de otro vería a ésta como una especie de actriz porno, una mujer deseada por todos esos hombres que mantienen relaciones sexuales con ella. Sabiéndose al mismo tiempo “propietario” de ella, el fetichista de los cuernos satisfaría una pulsión narcisista y sentiría un subidón importante de autoestima. “Esa mujer que todos desean y a la que todos quieren hacer el amor es mía”, vendría a decirse el fetichista de los cuernos.

Otras explicaciones al fenómeno del fetichismo del cornudo son las que dan aquellos que se lo plantean como una forma de enmascarar una bisexualidad no asumida. El coito de la propia mujer con otros hombres es, en este caso, el pretexto perfecto para poder ver a hombres practicando sexo sin hacerse demasiadas preguntas sobre la propia orientación sexual. Además: al dejar que la mujer practique sexo con otros, el fetichista de los cuernos puede propagar una imagen generosa de sí mismo. “Me gusta que mi mujer disfrute de su sexualidad y que eso la ayude a ser feliz”, parece querer decir el fetichista de los cuernos al dejar conscientemente a su mujer en brazos de otros.

La última teoría que intenta explicar el fetichismo del cornudo viene del campo de la biología. Y esa teoría tiene un nombre: teoría de la competición del esperma. Según esta teoría, los hombres fabrican un semen de mayor calidad cuando, entre ellos, compiten con otros hombres por fertilizar a una mujer. Hay investigaciones que apuntan a que un hombre fabrica más esperma cuando ve a varios hombres haciendo el amor a una misma mujer que cuando el trío o la orgía está sólo protagonizada por mujeres.

Como puedes ver, explicaciones no faltan. Quizás tú tengas alguna otra.