Maniquís, muñecos y estatuas

La erotización del cuerpo humano en reposo, tanto si éste quiere representar la imagen de una muñeca sexual realista como si pretende dar la apariencia de dormido o muerto, es una práctica sexual fetichista en la que confluyen el terror y la atracción, el miedo y lo excitante. Los fetiches centrados en ese reposo o en esa inmovilidad del cuerpo humano son fetiches controvertidos que son considerados tabús por muchas personas.

Tener sexo con una persona que duerme, hacer lo imposible por parecerse a una muñeca Barbie (o a Kent, su versión masculina), excitarse ante la visión o el tacto de los maniquís o sentir atracción sexual por estatuas son algunos de los fetiches que podrían asociarse dentro de un mismo grupo de fetichismos que podrían englobarse bajo el nombre general de agalmatofilia.

Se podría mantener una discusión acalorada sobre la inclusión de la necrofilia dentro de este grupo de fetiches. Es fácil ver muchos puntos de contacto entre ambos casos, pero participar del fetichismo del cuerpo inerte no significa, en principio, que el fetichista albergue deseos morbosos de mantener relaciones sexuales con los muertos. De hecho, las personas necrófilas no acostumbran a tener interés alguno en ninguno en los fetichismos del cuerpo inerte o en la agalmotofilia. Al necrófilo le ponen los muertos, no los maniquís ni las estatutas.

Todos estos fetichismos del cuerpo inerte comparten aspectos prácticos muy similares. En estos fetichismos, el ser humano es un objeto y el objeto fetiche es un elemento humano. Todos esos objetos fetiche, por otro lado, llegan a parecer cuerpos sin vida, cuerpos que participarán en lo sexual más allá de la voluntad de su propietario. Descabezada dicha voluntad, el cuerpo del ser humano se convierte en un mero objeto sexual.

Temor y diálogo

Si todos los fetichismos pueden parecer muy extraños a todas aquellas personas que no los comparten, el que tratamos en este artículo se hace, a menudo, particularmente inexplicable. A la persona ajena a dicha atracción puede espantar que una persona se sienta erotizada por la visión de un cuerpo inmóvil, sobre todo si esa persona es su pareja. El temor a que dicha pareja decida convertirnos en seres verdaderamente inertes siempre puede estar presente.

La pareja que no comparte este fetichismo puede poner muchas pegas a la hora de hacer realidad los sueños fetichistas de su pareja. Se puede despertar un temor relacionado con el miedo a sentirse violada. Se puede creer que se comparte cama con un necrófilo. El diálogo, la comprensión y la empatía serán más necesarios que nunca para conseguir llevar a la práctica una escena fetish que, seguramente, acabará resultando más caliente y excitante de lo que el miembro no fetichista de la pareja puede imaginar a priori.

Si en algún fetiche el consentimiento es fundamental es, sin duda, en éste. La complejidad del mismo hace que sea así. Después de todo, se produce en la escenificación del fetichismo del cuerpo inerte una extraña paradoja: el consentimiento se da para escenificar una escena en la que la relación sexual debe parecer no consentida. La apariencia de no consentimiento en el fetichismo del cuerpo inerte se derivará, evidentemente, de la postura y la actitud carente de voluntad y movimiento propio de uno de los participantes.

El consentimiento en el fetichismo del cuerpo inerte implica un determinado comportamiento (fijado de antemano) y también la posibilidad de poner fin, en cualquier momento, a la práctica sexual que se esté realizando. Los participantes en la escena fetish del cuerpo inerte deben tener una comprensión clara de la conducta y las prácticas que se van a llevar a cabo y de las posibles consecuencias derivadas de las mismas.

Tener una clara información sobre el fetichismo del cuerpo inerte en sí y conocer en profundidad la personalidad de la persona fetichista es fundamental para que este fetichismo pueda ser desarrollado de manera adecuada.