Al fetichismo puede llegarse por muchos caminos y de formas muy diversas. Definido como aquella conducta sexual que consiste en contemplar o manipular un objeto o una determinada parte del cuerpo para despertar el deseo y la excitación sexual, el fetichista puede descubrir su fetiche de forma casual y casi sorpresiva. En este artículo vamos a contarte una experiencia fetichista de este tipo.
Hace algún tiempo, una de nuestras usuarias nos envió un mail diciendo que ella misma se sorprendió a sí misma el día que se llevó, guardado en el bolso, un corsé que le había gustado. No sabía por qué lo había hecho. Era la primera vez que robaba algo en una tienda. Si lo hizo, decía, fue porque una fuerza superior la había obligado a ello. Quizás era el Destino, que había llamado a su puerta.
El caso es que, según nos contó, su pareja nunca había tenido fijación alguna ni ningún tipo de atracción especial por los corsés. Incluso había dicho en alguna ocasión que las personas que se excitaban con ese tipo de ropa estaban, según sus palabras, un poco “enfermas”.
Pero ella sintió una atracción especial por un artículo vintage que estaba en la tienda. Era un corsé color melocotón, grande, a la antigua, lleno de cordones por la espalda y por los laterales. Una exageración total. Algo ciertamente de otra época y, en apariencia, nada sexual. Ella lo escondió en su bolso, cuando nadie la veía, y se lo llevó a su casa. Sin que la viera su pareja, lo escondió en un armario.
La pareja de nuestra fetichista es músico, y al día siguiente se fue a ensayar con los chicos del grupo. Ella tenía un par de horas para sí. En cuanto él se fue, ella sacó la prenda de lencería de donde la había guardado y empezó a mirarla con calma. Y a admirarla. ¿Quién podría haber diseñado una prenda así? ¿Y qué pensaba mientras lo diseñaba? ¿Cuál era su intención? ¿Qué quería expresar?
Mirando el corsé le brotó otra pregunta: ¿qué sentirían las damas de la época en la que aquella prenda era algo común con aquella ropa? De golpe, tuvo la necesidad imperiosa de comprobarlo.
Se desnudó en un santiamén e intentó ponerse el corsé. No fue sencillo. De hecho, fue algo así como una pelea. Sudó y maldijo intentando colocarse todos aquellos ganchos. Cuando lo consiguió, aún quedaban los lazos y los cordones. ¡Cuántos nudos! ¡Y qué difícil apretarlos sin ayuda!
El descubrimiento del fetiche
Cuando al fin consiguió encasquetarse aquel corsé vintage se fue hasta el espejo para ver qué tal le sentaba.
La sensación fue completamente nueva. E impactante. ¡Qué bien envuelta se sentía! Apenas podía respirar, pero decidió mirarse y remirarse y calmarse mentalmente, y eso que no resultaba fácil.
Su figura parecía increíble en el espejo. Absolutamente impresionante. Tenía una cinturita de avispa (como una super sexi figura de dibujos animados) y sus pechos parecían doblemente deseables. El efecto era visualmente fascinante.
¿De verdad era ella, se preguntaba, esa mujer con figura de reloj de arena? No hace falta decir que nunca se había visto así. Deslumbraba.
La respiración de nuestra usuaria se fue adaptando progresivamente a la presión que sobre su cuerpo ejercía todo aquel artefacto de ropa, ganchos y cordones. En cierto modo, estaba agotada. Por el esfuerzo de respirar y por las sensación que la recorrían al galope.
Había sentido muchas cosas y de manera muy intensa en un breve lapso de tiempo. Y lo más intenso estaba por llegar. Allí, tumbada sobre la cama, descansando y haciendo repaso de lo sentido, tuvo que asumir lo que nunca hubiera imaginado que pudiera sentir sólo por vestirse con aquella ropa.
Su vagina ardía, hinchada y viva. Vestirse con aquella prenda había sido para ella algo así como pulsar el interruptor de la luz de su libido y ponerlo en posición de “on”. Aquella prenda la había incendiado entera. Ardía de deseos sexuales. Estaba cachonda perdida.
Cuando nos contaba esta sensación nos hablaba de que se sentía maravillada de experimentar lo que muchos hombres describen como “una erección instantánea”. Para calmarse tuvo que masturbarse inmediatamente para aliviar toda aquella calentura que la abrasaba de pies a cabeza.
Su orgasmo fue inmediato, potente, satisfactorio y sorprendente. También impresionante (¡qué manera de humedecerse y soltar flujos!) y, por supuesto, divertido. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió, nos aseguraba, muy a gusto con su propia sexualidad y con el control que ejercía sobre ella.
El corsé le había marcado el camino, pensaba. Pero no tenía por qué ser el camino en sí. Después de todo, ella nunca había pensado en corsés hasta aquel momento. O quizás sí, en sus sueños más profundos, y no los recordaba. Decidió entonces descubrir algo más sobre qué es un fetiche sexual y sobre cuál es su significado.
Significado de los fetiches sexuales
Todas las personas que, como nuestra usuaria, llegan a experimentar este tipo de sensaciones se lo preguntan: ¿qué es fetiche?. Y muchas, también, sienten una especie de inquietud. ¿El fetichista es un enfermo?
Quienes se preguntan eso deben tener presente que la sexualidad puede vivirse de muchas maneras. Y una manera de vivirla es mediante la mediación de un fetiche. Éste puede ser una parte del cuerpo humano (el fetiche de pies sería quizás el más prototípico) o alguna prenda un objeto relacionada con él.
En nuestro artículo “Fetiche sexual: qué es, significado y fetichismos más comunes” damos respuesta a quienes se preguntan por el significado de fetiche y citamos algunos de los más comunes.
Aquí nos limitaremos a remarcar algo que nuestra usuaria, al pretender informarse sobre el fetichismo, descubrió. Éste solo sería “preocupante” (y siempre entre comillas) si se convirtiera en una parafilia.
El parafílico sería aquella persona que solo podría conseguir placer sexual mediante la intervención del fetiche en la relación sexual. No era el caso de nuestra usuaria, que se reconoció como una mujer capaz de disfrutar de muy diversas maneras del sexo. Eso sí: ella misma reconocía que cuando el corset intervenía en sus prácticas y en sus relaciones sexuales, su excitación era mayor y su orgasmo, mucho más rápido e intenso.
Es decir: que se había descubierto como una fetichista de manual. Quizás, quién sabe, un poco como tod@s.