Piercings, tatuajes, perforaciones y cicatrices
Perforaciones y tatuajes no son fruto de nuestro tiempo. Son muchas las tribus y las culturas que han utilizado las perforaciones y los tatuajes a lo largo de los siglos. En la cultura maya, por ejemplo, las perforaciones en distintas partes del cuerpo (labios, orejas y nariz) servían para demostrar un determinado estatus, y los faraones egipcios se agujereaban el ombligo como símbolo de estatus. En tiempos del Imperio Romano, los centuriones tenían una manera muy especial de demostrar su virilidad y su coraje más allá del campo de batalla: llevar anillos en los pezones. En ese sentido, los centuriones fueron unos pioneros del piercing del mismo modo que muchas culturas polinesias lo fueron del tatuaje. Para los polinesios, llevar el cuerpo tatuado era símbolo de riqueza, fuerza y poder. En otras culturas, sin embargo, el uso de perforaciones y pinturas estaba ligado al empleo de los mismos como adornos para aumentar la belleza de la persona que las lleva.
Más allá del carácter simbólico de tatuajes, piercings y perforaciones y de su uso como “embellecedores” hay que evaluar su valor como elementos fetichistas. Y es que no hay que obviar en ningún momento que hay personas que se sienten profundamente atraídos por tatuajes, piercings y perforaciones y personas que, incluso, llegan a sentir una excitación que va más allá de la simple atracción y que se puede hacer extensiva a las cicatrices y marcas en la piel. Estas personas “padecen” estigmatofilia o, dicho de otro modo, son fetichistas de los “estigmas”.
Hay expertos que emplazan la estigmatofilia dentro de las parafilias y expertos que la emplazan dentro de los fetichismos. Los primeros alegan que las personas que “padecen” estigmatofilia no sienten excitación por personas que no poseen piercings ni tatuajes. Los segundos, entre los que nos incluimos, tendemos a mostrar una mayor tolerancia hacia cualquier tipo de atracción o excitación erótica que no perjudique a terceros ni dé claras muestras de desequilibrio psíquico.
Hay estigmatofílicos del tatuaje, estigmatofílicos de la perforación, estigmatofílicos del tatuaje y estigmatofílicos de las cicatrices. Hay un grupo minoritario de psicólogos que afirman que todos estos tipos de estigmatofílicos están unidos por algo que les hermana: todos ellos sienten atracción no por el piercing, el tatuaje, la cicatriz o la perforación en sí, sino por la historia que existe detrás de cada una de esas huellas. Y es que toda cicatriz, por ejemplo, es hija y fruto de una historia. En una ceja, en el codo, en un muslo, en el glúteo, en el brazo, en la mano, en el mentón, en cualquier parte del cuerpo, la cicatriz es el símbolo que habla de esa historia, la señal que la nombra e identifica. La cicatriz puede hablar de una pelea en el barrio cuando se era niño, de una cristalera rota en casa, de una caída persiguiendo un balón o de un accidente de circulación.
La fotografía de Sophie Mayanne
Es precisamente este hecho, el de que cada cicatriz pueda ser entendida como una señal que cuenta su propia historia, el que atrajo en su momento a la fotógrafa Sophie Mayanne. Mayanne decidió en un momento dado de su carrera orientar la misma a la captura de imágenes de personas que, de un modo u otro, con mayor o menor orgullo, mostraban las cicatrices y las marcas de su piel.
El trabajo fotográfico de Sophie Mayanne sobre las cicatrices de esas personas anónimas fue recogido en Behind the Scars. El objetivo de Sophie Mayanne con este trabajo es, según sus propias palabras, “hacer que todos [los que llevan las marcas y quienes las miran] miren de forma diferente no sólo las imperfecciones, sino la individualidad que estas marcas pueden engendrar”. Y es que, apunta Mayanne, una cicatriz es una seña de identidad más de la persona. Y esa seña es personal e íntima.
El trabajo fotográfico de Sophie Mayanne ha sido muy valorado por artistas y publicaciones emergentes que han aplaudido la autenticidad de sus imágenes y su honestidad al ponerse tras la cámara. Dicha honestidad ha llevado a Sophie Mayanne a realizar una promesa en su página web: a partir del 12 de octubre de 2017, ninguno de los cuerpos o la piel de las personas fotografiadas será tratada digitalmente en sus trabajos. Es decir: las marcas estarán ahí para demostrar que, quizás sí, Sophie Mayanne sí es una fetichista de la estigmatofilia a la manera de esos psicólogos que asocian la estigmatofilia con la atracción especial hacia la historia que se esconde tras cada cicatriz.
La escarificación
Más allá de las cicatrices que son fruto de una historia, el fetichista de la estigmatofilia puede amar, también, aquellas cicatrices o escarificaciones que son fruto de la propia voluntad, es decir, de aquellas heridas que se han provocado a conciencia para, así, dejar una huella indeleble en el cuerpo.
Las culturas del BDSM han sido culturas proclives al cutting, al piercing y a todo tipo de modificaciones corporales. Éstas servían y sirven para convertir al cuerpo en un símbolo de lo marginal y diferente y para hacer de él la bandera de una actitud de enfrentamiento hacia lo que se considera “normal” socialmente.
Si deseas ampliar tus conocimientos sobre las prácticas BDSM que incluyen la escarificación, lee nuestro artículo “La escarificación”. En dicho artículo podrás conocer los diversos tipos de escarificaciones que se han venido realizando a lo largo de la historia y cómo se han realizado. Con la lectura de dicho artículo podrás completar la visión general que en este artículo hemos querido darte sobre la estigmatofilia.