La rutina es la gran enemiga de la vida en pareja. Es la carcoma de toda relación. Por eso hay que intentar ponerle remedio antes de que lo que un día parecía un mueble macizo pueda acabar convertido en un montón de serrín. Buscar nuevos juegos eróticos y nuevas prácticas es la mejor manera de insuflar nueva vida a una relación. Gracias a esos juegos, la relación podrá adquirir una nueva intensidad y, al mismo tiempo, los miembros de la pareja podrán alcanzar un mayor conocimiento de sí mismos y del otro tanto a nivel emocional como a nivel sexual.

Por regla general, las parejas que, para huir de la carcoma de la rutina, se aventuran por el universo de la experimentación sexual, suelen hacerlo, en la inmensa mayoría de los casos, introduciendo en las prácticas sexuales de la pareja el uso de determinados juguetes eróticos (cada vez es más habitual que las parejas utilicen dildos, vibradores, masturbadores, arneses, plugs, anillos, etc.) o escenificando juegos de rol en los que se recrean fantasías eróticas de diferentes tipos. Pero hay parejas que, en su ánimo de airear la relación e inyectar en ella mayores dosis de morbo, se deciden a dar un paso más allá que aquellas otras parejas de las que hemos hablado y se deciden a aventurarse, aunque sea mínimamente, por el universo de las prácticas BDSM.

Es a estas parejas más aventureras y menos aferradas a la ortodoxia vainilla a las que queremos recomendar un tipo de juego erótico típicamente bedesemero que puede resultar muy estimulante tanto para el hombre como para la mujer y que forma parte de las prácticas FemDom, es decir, de aquellas prácticas propias del BDSM en las que la mujer es el elemento Dominante y, por tanto, quien ejerce su control y Dominación sobre el hombre. La práctica de la que hablamos recibe el nombre de control de castidad masculina.

¿De qué hablamos cuando hablamos de control de castidad masculina? De aquella práctica de Dominación en la que una persona posee la llave que cierra un dispositivo de castidad que sirve para encarcelar o aprisionar los genitales masculinos, dejando metidos dentro de una jaula tanto los testículos como el pene de la persona sumisa, que, de ese modo, queda completamente a merced de los caprichos y los deseos de la mujer que tiene la llave de ese dispositivo.

El hombre que decide participar en un juego de control de castidad es un hombre que, en el fondo, no hace sino hacer realidad una de las fantasías sexuales más arraigadas en los hombres: la de otorgar a su pareja el control total del acto sexual. Que esta fantasía esté muy arraigada en el hombre no quiere decir, ni mucho menos, que el hombre sea consciente de ello. Por eso hay muchos hombres que, habiendo dado el paso de querer experimentar las sensaciones derivadas de practicar, como parte sumisa, el control de castidad, descubren que ésta es una práctica FemDom que les proporciona mucho placer y bienestar. Y es que, en el fondo, renunciar voluntariamente a la libertad sexual puede resultar muy liberador para el hombre. Renunciando a esa libertad, el hombre se libera de la responsabilidad de elegir. La libertad, al fin y al cabo, sea del tipo que sea, siempre implica esa responsabilidad. Y eso, en mayor o menor medida, supone un peso. Renunciar a la libertad implica, por tanto, quitarse ese peso de encima.

Por otro lado, el control de castidad masculina implica también un estrechamiento de los lazos entre los miembros de la pareja. Éstos, al verse obligados, por la propia dinámica del juego, a comunicarse más, estrechan sus lazos e intensifican su unión. El compartir o negociar objetivos, retos y pruebas hace que hombre y mujer rompan esa rutina de la que hablábamos anteriormente y se aventuren y desconocidos caminos con nuevos ánimos y nuevas ganas de compartir experiencias.

Los beneficios del control de castidad

Entre los beneficios que pueden aportar los juegos de control de castidad podemos destacar los siguientes:

  • La reducción de la masturbación incide, sin duda, en la energía sexual del varón. Sin “agotarse” estérilmente masturbándose, el hombre complacerá mejor a la mujer en aquel instante en que ella, que lo habrá estado reservando para sí, lo desee.
  • El hombre gana experiencia en el control (aunque forzoso) de su eyaculación y, por tanto, se vuelve un mejor amante.
  • El hombre recibirá más atención y caricias que nunca. De hecho, esa atención y esas caricias serán básicas a la hora de marcar el desarrollo del juego. Sin ellas no existe juego.
  • El hombre conseguirá mejores y más intensos orgasmos. Después de todo, por placentera que sea la masturbación su práctica de una manera regular y continuada llega a tener un efecto desensibilizador sobre el pene. Al alargar los tiempos entre eyaculación y eyaculación (hay que recordar que el control de castidad masculina consiste precisamente en impedir que el hombre pueda eyacular cuando lo desee) mejorará notablemente la sensibilidad del pene y eso hará que los orgasmos sean más intensos y duraderos. Por regla general, además, el tiempo que el hombre tarda en llegar al clímax se incrementa y eso, claro, revierte positivamente en la mujer.
  • El hombre se volverá una persona más atenta con su pareja. Después de todo, de que la mujer sea complacida y se sienta satisfecha con ese sumiso que le lava los platos y le barre y friega el suelo, dependerá, en buena medida, que ese hombre sumiso pueda contar con la condescendencia de su Dómina para así, poder dar rienda suelta a su deseo contenido y poder, finalmente, alcanzar ese clímax que, en virtud del control de castidad, le ha sido negado hasta ese instante.
  • Las relaciones de pareja se volverán más gratificante para las mujeres, ya que solo tendrán lugar cuando a estas mujeres de verdad les apetezca mantener relaciones. Ejerciendo un absoluto control sobre la castidad masculina, la mujer no se verá en la “obligación” de tener que satisfacer al hombre si en verdad no le apetece. La sinceridad, así, se impondrá en la relación, y ésta saldrá beneficiada.
  • El hombre, gracias al control de castidad, puede liberarse de la esclavitud que la libido impone. Los grandes masturbadores (que llegan a sentirse, en muchos momentos, como adolescentes incontenibles que no saben vencer a sus instintos ni dominar sus pasiones) ven cómo son capaces de imponerse a sus instintos primarios y eso les ayudará a reforzar sus autoestima y su confianza en sí mismos.

Para extraer el máximo placer y los máximos beneficios psicológicos de los juegos de control de castidad hay que saber cómo encarar el juego, qué método escoger para jugarlo y, por supuesto, hay que ser conscientes de que puede surgir algún problema. Saber cómo encarar ese problema y cómo solucionarlo es absolutamente necesario para poder disfrutar a lo grande de los juegos de control de castidad masculina. Para ello, nada mejor que iniciarse en este tipo de juegos contando con la ayuda de alguien que domine sus reglas y que sepa guiarnos para que, gracias a su guía, podamos disfrutar una práctica erótica de este tipo como se merece.