El castigo público, el uso adecuado de la voz y la combinación de correcciones y métodos de castigo son instrumentos perfectos para conseguir la obediencia y la humillación del sumiso dentro de la escena BDSM. Si concluye con el sumiso besando el instrumento castigador, mejor que mejor.
Castigo Público
Considera la posibilidad de castigar a tu sumiso ante otras personas. El castigo público, por suaves que sean los golpes, puede resultar más humillante y duro para el sumiso que un castigo privado más duro.
Este castigo, sin embargo, sólo puede realizarse si se cuenta con la aquiescencia del sumiso y con la aceptación por parte del público de convertirse en espectador de este castigo. Si no existe consentimiento ni por parte del sumiso ni por parte del público que observa el castigo, se está violando un derecho. Ésta es, pues, una técnica explosiva que debe ir precedida de una negociación clara y sincera.
Hablando
Una de las grandes técnicas para aumentar las penas y castigos es el hablar. Una vez el sumiso se encuentra en postura de castigo, evita cualquier tipo de vínculo físico y empieza a hablar. Será tu voz y su mensaje quienes le vayan preparando para ello. Dile que ha sido travieso y dile por qué. ¿Qué ha hecho para hacer que tu ira se despierte? Coméntaselo. Que no le quepa ninguna duda sobre su error ni sobre su culpa. Descríbele el castigo que va a recibir. Amenázale. Asústale. Dile que será la peor paliza que habrá recibido en su vida. Dile que el culo le va a quedar tan dolorido después de tus azotes que no podrá moverse durante semanas.
El estilo del castigo y el contenido del mismo, lógicamente, variarán según sea la fantasía erótica que se esté desarrollando.
También es posible que desees hablar en medio del castigo. Quizás esté bien hacer una pausa y hacer comentarios sobre el daño que se está causando. Exagera la importancia de los daños causados, el enrojecimiento de las ronchas, las señales dejadas, y pregunta a tu sumiso si ha tenido suficiente con ese castigo. Si te contesta que sí, haz caso omiso y prosigue con el castigo. Sólo el safeword debe servir para poner fin al castigo. Sólo él tiene la potestad de detener la escena BDSM.
Correcciones combinadas
Una de las mejores maneras de reforzar la disciplina y hacer más efectivo un castigo es combinar dos o más tipos de castigo. Se pueden intercalar nalgadas con la mano abierta con golpes dados en las nalgas con paletas u otros instrumentos.
El calentamiento de las nalgas antes de utilizar instrumentos más severos hará que se intensifique la picadura del instrumento y proporcione un delicioso contraste entre la cobertura más amplia de la mano y la más centrada de la rama de abedul.
Una buena manera de ir variando el tipo de castigo (o el instrumento para su ejecución) sería empezar por nalgadas dadas con la mano, para seguir con el uso de una pala y, finalmente, acabar con el empleo de una rama de abedul o una caña.
Besar la varilla
Sea cual sea el accesorio que elijas para el castigo, no omitas nunca la ceremonia de que el sumiso bese el instrumento con el que le has castigado. Ésa será una de las abyecciones más
intensas de la escena: que el sumiso bese y demuestre su amor y su respeto al mismo instrumento que le ha golpeado. En ese beso hay mucho de respeto y de miedo, pero también de agradecimiento.
Una vez más, serás tú, como Dómina y Ama, quien elija la forma del ritual. El ritual, en cualquier caso, debe contener un instante en que el sumiso diga algo así como “gracias, maestra, por las nalgadas (azotes, latigazos o lo que sea). Sé que han sido merecidas, y pido que, si vuelvo a cometer el mismo error, sea castigado del mismo o más severo modo”.
Si el sumiso se niega a realizar esta ceremonia, el castigo no ha terminado. La negativa sólo demuestra que no se ha entregado completamente a la voluntad de la dominatrix, y esto es algo que una buena Ama no puede permitirse en modo alguno pues es un quebranto grave de su autoridad. En estos casos, lo mejor es volver a la situación y posición de castigo y recrudecerlo hasta que el sumiso indique claramente su voluntad de “besar la varilla”.
Este ritual puede parecer imposible si es tu mano la que ha azotado sus nalgas. Ni muchísimo menos. ¿Por qué no hacer que el sumiso bese tus manos? En ese beso puede y debe existir la misma humillación que si el beso fuera destinado, por poner un ejemplo, al pie.