Dos instintos en lucha
Misógino, pervertido, inmoral… Todo eso y algunas cosas más se han dicho del fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki, uno de los más célebres fotógrafos mundiales que han convertido la atadura erótica en tema fundamental de su obra artística. Los círculos feministas de su país y de medio mundo han criticado una obra que, más allá de la temática shibari o kinbaku, ha girado fundamentalmente alrededor del cuerpo de la mujer y de su poder sexual.
En la obra fotográfica de Araki (Tokio, 1940), el cuerpo femenino es expuesto de manera explícita, habitualmente en blanco y negro, convirtiéndose en el protagonista principal de un trabajo en el que la manipulación del espacio y la luz son fundamentales para resaltar la mirada de las modelos fotografiadas. Esa mirada, intensa y expresiva, se comporta dentro de las imágenes de Nobuyoshi Araki como una especie de interrogante que nos inquiriera sobre la relación final entre el Eros y el Tánatos, entre los dos instintos que habitan en el seno de cada persona y que ha sido motivo de atención a lo largo de la Historia de autores tan diversos como Platón, Goethe, Rilke o, fundamentalmente, Sigmund Freud.
Estos dos instintos básicos de todo hombre, el instinto de amor o vida (Eros) y el instinto de destrucción o muerte (Tánatos) están en constante lucha. Uno (el Tánatos) domina al ser humano cuando de su comportamiento se apoderan malos sentimientos como puede ser la crueldad, la ira, el odio, la envidia… Otro (el Eros) es el responsable de sentimientos como la tolerancia, la caridad, la solidaridad, etc.
La lucha entre esos dos principios y cómo afloran a la mirada de los seres humanos se convierte en tema central de la obra fotográfica de Nobuyoshi Araki cuando, por ejemplo, realiza una obra como Sentimental Journey. Realizada en 1971, en Sentimental Journey Araki muestra un sinfín de fotografías de quien, en ese momento, se acababa de convertir en su mujer. Las fotos que Nobusoshi realiza de Yoko son fotos cargadas de sensualidad. En estas fotos, el Eros domina sobre cualquier otro tema. Dieciocho años después, sin embargo, Araki se sirve de la moribunda Yoko para plasmar el tema del Tánatos. Enferma terminal de cáncer de ovarios, la Yoko moribunda y fallecida se convierte en la protagonista de Winter Journey, la obra que, en 1990, se convierte, en cierto modo, en contrapunto de aquella obra que Araki edificara al poco de casarse con Yoko.
Del shunga al kinbaku
Los defensores de la obra de Araki, rechazan todo tipo de misoginia en la obra del fotógrafo japonés. Para ellos, en la fotografía de Nobuyoshi Araki no existe misoginia ni conversión alguna de la mujer en simple objeto sexual, sino más bien una reivindicación de la sexualidad femenina y del poderío sexual de la mujer disfrutando libremente de su sexualidad.
Para plasmar todo ello, Nobuyoshi Araki, investigador de las conductas sexuales del ser humano, se sirve de la imaginería del shunga y de la tradición shibari para plasmar unas imágenes que, al decir de las modelos que participan en ellas, son fruto de unas sesiones fotográficas agotadoras. Gracias a esa tarea, Araki consigue, al decir de sus apologetas, actualizar la vieja tradición del shunga (las viejas ilustraciones eróticas japonesas) creando un neo-kinbaku tan llamativo visualmente como provocativo.
La atadura erótica, un “abrazo fuerte”
Araki, que como buen oriental cree que una fotografía roba una parte del alma, intenta, en sus fotografías, mostrar esa parte del alma femenina que está directamente conectada con las pulsiones más íntimas y naturales. Para mostrar eso Nobuyoshi Araki se sirve de esas miradas de las que hablábamos y de la postura no siempre natural de esos cuerpos desnudos en los que el pubis espeso y oscuro de las modelos se convierte, junto a su mirada, en imán que, de manera irresistible, atrae la mirada del espectador.
Esa crudeza expositiva de las fotografías de Araki ha hecho que más de un museo, al exponer imágenes de Nobuyoshi Araki, haya colgado un letrero advirtiendo del contenido pornográfico de las mismas. Mujeres que se masturban, que se tocan mutuamente, lenguas en primer plano lamiendo un pezón o que se entrecruzan entre ellas en el fragor de un beso… todas estas imágenes pueden contemplarse formando parte de una obra en la que la atadura es concebida, según el propio Nobuyoshi Araki, como una especie de “abrazo fuerte”, un modo de enlazarse férreamente a los más íntimos deseos e instintos de una mujer que puede aparecer colgada del techo, atada a la cama o tumbada en el suelo con unas simples cuerdas o alambres envolviendo sus muñecas, sus brazos, sus piernas o sus tobillos.
Para quien no conozca la obra de Nobuyoshi Araki y ame el bondage, el shibari o el kinbaku, lo primero que hay que decir es que Araki no es un maestro del arte de la cuerda. Nobuyoshi Araki no es un nawashi. En su obra no vamos a encontrar la atadura técnica y compleja de un maestro shibari como podemos encontrar, por ejemplo, en la obra del fotógrafo italiano Hikari Kesho. Las ataduras de Nobuyoshi Araki son siempre ataduras simples y repetitivas. En sus fotografías no encontraremos un manual de bondage. Mirando las fotografías de Araki no aprenderemos a hacer nudos bondage, pero sí aprenderemos algo más sobre lo que se puede agitar en el alma de una mujer a la que le gusta participar de una sesión de atadura bondage. Y ese conocimiento, qué duda cabe, nos hará mejores practicantes de bondage.