Sentada en la cara
¿Has visto alguna vez una ilustración del dibujante japonés Namio Harukawa? Este autor, especialista en dibujar mujeres con grandes pechos y culos ciclópeos, convirtió en materia central de su obra una práctica sexual que, de inspiración fetichista, puede formar parte de múltiples escenas de dominación y sumisión. Esa práctica sexual recibe el nombre de face-sitting y está especialmente diseñada para dar vistosidad y efectividad a una escena en la que el hombre, en posición servil, queda situado bajo las nalgas y la entrepierna de la mujer.
En el facesitting o “trono de la reina”, la cara del hombre queda atrapada bajo las nalgas de la mujer, que se sienta sobre ella. En esta práctica no importa para nada el placer masculino. La relegación de sus deseos es total. Así, el hombre sólo debe cumplir una obligación: la de satisfacer a esa mujer que se ha sentado literalmente sobre su cara. Con la boca y la lengua, inmovilizado, el hombre que practica facesitting de estimular la vulva, el clítoris y los labios vaginales de su Ama. Boca, lengua y labios masculinos se convierten, así, en simples instrumentos puestos en manos de la mujer dominante para satisfacer sus propias necesidades. El hombre deberá limitarse a cumplir esa función y a recibir y tragar los fluidos de su Ama.
Se dice que esta práctica de dominación y sumisión tiene unos orígenes medievales. Cuando los maridos marchaban a la guerra o a las cruzadas, las mujeres que se negaban a renunciar completamente a la vida sexual pero que técnicamente deseaban permanecer fieles a sus maridos, recurrían a una especie de sirvientes o pajes que, sirviéndose sólo del arte y la técnica de sus labios, lengua y boca, se encargaban de estimularlas y satisfacerlas sexualmente. Esta satisfacción oral no se consideraba infidelidad y, así, el cunnilingus se convirtió en una práctica habitual entre jóvenes vírgenes que, queriendo saborear las delicias del sexo, deseaban experimentar los placeres de la sexualidad y la dicha del orgasmo.
Este servicio que estos pajes servían a las damas durante la Edad Media es similar al que al parecer las mujeres de las antiguas cortes chinas reclamaban de sus esclavos masculinos. Cuando el esclavo era convocado, éste debía limitarse a dejar que la mujer se sentara sobre su cara para que, así, ellas pudieran gozar de los servicios del esclavo. Este servicio, por otro lado, era habitual en los prostíbulos del Japón antiguo. En estos lugares existían varones cautivos especializados en practicar el facesitting junto a las clientas que requerían de este servicio.
Los persas introdujeron un toque chic a esta práctica erótica al crear unas sillas en las que el centro del asiento disponía de algún tipo de agujero para que el hombre pudiera colocar su cara. Esta idea persa, que fue copiada después por otras culturas, permitía a la mujer disfrutar de una sesión de facesitting de una manera cómoda y discreta. La idea era que la práctica sexual pudiera desarrollarse durante bastante tiempo, todo el necesario para que, de una manera lenta y ritual, el sumiso pudiera llevar a su dominante hasta las cumbres del orgasmo.
La práctica del facesitting, con “trono de la reina” o sin él, fue bastante habitual durante la famosa época victoriana. Época de rigidez moral, esta práctica sexual fue empleada en más de una ocasión como una especie de castigo. La disciplina y la corrección eran los dos objetivos fundamentales a cumplir. Si el placer no era concedido según esperaba el Ama, el sumiso era azotado con pala o fusta.
La voluntad del ama
Una de las ventajas que la práctica del facesitting tiene para la mujer es que puede controlar la intensidad del sexo oral dependiendo de cuánto baje las nalgas sobre la cara del hombre, el ángulo que forme su cuerpo sobre ella y el ritmo y la velocidad que imprima a sus movimientos. Presión, punto sobre el que se incide y ritmo son los tres factores que intervienen en el éxito mayor o menor de un cunnilungus forzado como es el que se practica en el facesitting.
Cuanta mayor sea la experiencia del Ama, mejor resultará la experiencia para ella. Puede ser que guste de sentir la punta de la nariz de su sumiso en su ano. Puede ser que, llegado el momento del orgasmo, ella desee chafar literalmente la boca de él con su vagina trémula de excitación. Puede ser que, llegado el orgasmo, el Ama desee disfrutar de un tiempo de relax tomándose, por ejemplo, una copa de vino. Todo lo que desee el Ama puede ser y puede suceder cuando se practica el facesitting, ya que esta práctica tiene una connotación absoluta de dominio del Ama sobre el sumiso y de conversión de éste en simple esclavo de aquélla.
Actualmente, el facesitting forma parte de muchas escenas de dominación. Gracias a él puede practicar el cunnilingus y, extremando las medidas de higiene, el beso negro. No hay que olvidar nunca que, al practicar el beso negro, nos arriesgamos a que se produzca un contagio bacterial o de otro tipo que puede poner en riesgo nuestra salud.
Una de las prácticas que va asociada a la introducción del facesitting en los juegos de dominación y sumisión es la de la masturbación forzada. La parte dominante, sentada sobre el rostro de la sumisa, masturba a su sumiso o sumisa sin que éste o ésta puedan revelarse o puedan evitarlo.
Como dato curioso diremos que estamos ante una de las prácticas eróticas que las autoridades británicas prohibieron en 2014 para la pornografía on line.