Los cinco sentidos y el sexo
El sexo y su práctica guarda una relación directa con los sentidos. De hecho, el sexo es, con toda probabilidad, una de las actividades humanas más relacionada con éstos. ¿Podría existir el sexo, de hecho, si no existieran los sentidos? El sexo es puro sentir. Y en este artículo vamos a ver cómo en él intervienen (o pueden intervenir) los cinco sentidos. Poner los cinco sentidos en la práctica del sexo es la mejor manera de extraer lo mejor de él, aunque lo habitual es dar preponderancia a alguno de ellos sobre los demás. En algunos casos, dicha preponderancia está tan marcada que ronda, de hecho, los territorios del fetichismo.
En este artículo vamos a ver hasta qué punto están relacionados los sentidos y la práctica sexual y cómo, en algunos casos, el priorizar un sentido sobre los demás acaba por convertir aspectos relacionados con dicho sentido en puros fetiches.
La vista
Los diferentes estudios realizados sobre la relación entre sentido de la vista y sexo apuntan a que este sentido desempeña un papel más importante en el caso del hombre que en el de la mujer. Se suele decir que en la excitación del hombre juega más lo visual y en la de la mujer lo oral, que a la mujer la calientan más las palabras y al hombre las imágenes por una mera cuestión genética, pero lo cierto es que los sexólogos recomiendan potenciar más el sentido de la vista durante la práctica sexual. Mirarse durante la práctica sexual puede resultar muy excitante y puede ayudar a incrementar la intensidad de la pasión y el placer experimentado por los miembros de la pareja. Contemplar a nuestra pareja mientras nos estimula oralmente puede resultar un magnífico afrodisíaco de la misma manera que puede resultar muy estimulante el contemplar en su rostro signos evidentes de deseo o placer.
La mirada puede servir para expresar deseo y también para acariciar. Hacer el amor a oscuras es, ciertamente, un acto castrador. Apagando la luz se pierden un sinfín de matices que ayudan a que la experiencia sexual resulta más placentera y satisfactoria.
De entre todos los fetichismos existentes, quizás el de voyeurismo sería el fetichismo más relacionado con el sentido de la vista. De ahí, seguramente, el tremendo éxito que tiene el porno por internet. Pero el voyeurismo no es el único fetichismo asociado al sentido de la vista. También podemos hallar personas que sienten especialmente excitantes los cuerpos completamente depilados (en este caso hablaríamos de acomoclitismo) y también personas que, por el contrario, sienten especial atracción y predilección por los cuerpos cubiertos de vello. Por no hablar de la atracción visual que los zapatos ejercen sobre ciertos fetichistas o sobre la que ejercen, así mismo, determinadas prendas de vestir o de ropa interior.
El gusto
La educación recibida a lo largo de décadas y décadas ha sido, en relación al sexo, una educación eminentemente castradora. Al sexo se le ha reducido con demasiada frecuencia a la función reproductora y eso ha hecho que su práctica se convierta en algo atrofiado. Eso se convierte en algo muy evidente cuando se trata de la relación entre el sentido del gusto y el sexo. Este sentido interviene tanto en el beso-beso (no en el monacal y casi mojigato piquito, sino en ese beso apasionado en el que las lenguas se traban en lo que puede parecer una danza o una lucha y las salivas se mezclan entre sí de un modo más o menos frenético) como en el sexo oral. Felación o cunnilingus son prácticas directamente relacionadas con el sentido del gusto y que, pese a la mala prensa que se la ha dado tradicionalmente desde las filas más reaccionarias de la moral, resultan muy placenteras y estimulantes del mismo modo que puede resultar muy estimulante lamer diferentes partes del cuerpo de la pareja.
De entre los fetichismos directamente relacionados con el sentido del gusto podemos encontrar, por ejemplo, la salofilia. El salofílico obtiene placer a través de los desechos corporales salinos como pueden ser la saliva, el sudor, el semen o el flujo vaginal.
El tacto
¿Se puede practicar sexo sin tocarse? No parece concebible. Sentido del tacto y sexo están directa e íntimamente relacionados. Por eso el tacto es, seguramente, el sentido más habitual y mejor aceptado en la práctica sexual. ¿Quiere eso decir que se utilice adecuadamente? No. Ni mucho menos. A muchas parejas, de hecho, y para reanimar su vida sexual, se les recomienda potenciar el uso de este sentido, la búsqueda de una nueva forma de acariciarse. Gracias al tacto exploramos las reacciones del cuerpo de nuestra pareja cuando es acariciado en sus diversas partes. Gracias al tacto, pues, descubrimos cuáles son las zonas erógenas de nuestra pareja y estamos en disposición de hacerla gozar más y de enriquecer nuestra sexualidad compartida.
Son muchos los fetichismos que están relacionados directamente con el sentido del tacto. Hay quien obtiene placer gracias a sentir en los dedos el tacto del látex, hay quien lo halla manipulando excrementos (coprofilia), hay quien disfruta interaccionando con ropa sucia (misofilia)… el listado podría ser inacabable. El fetichista de los zapatos de tacón goza mirándolos, pero también, cómo no, teniéndolos en sus manos, sintiendo su tacto y repasando sus líneas. De la misma manera, el tricofílico goza acariciando, tocando, tirando o jugando con el cabello de otra persona.
El olfato
Hablar de la relación entre sentido del olfato y sexualidad es, en buena medida, hablar de una relación que está mediatizada no sólo por lo cultural sino también por el marketing y la economía. Vivimos bombardeados por los mensajes publicitarios de una industria, la de la perfumería y la cosmética, que busca el camuflar o esconder nuestros olores naturales. Al hacerlo, esta industria castra nuestro comportamiento más animal. El olor de una piel puede resultar naturalmente agradable. El olor a sudor, cuando es suave, puede resultar excitante. El olor de los órganos sexuales, cuando éstos mantienen una higiene adecuada, puede ser un magnífico afrodisíaco.
El sentido del olfato está asociado a múltiples comportamientos fetichistas. Hay quien se excita olfateando la axila de su pareja, hay quien lo hace oliendo una prenda de ropa interior usada, hay quien halla placer olfateando excrementos, hay quien disfruta con el olor del cuero…
El oído
El oído también desempeña un papel fundamental en la relación sexual. Las obscenidades susurradas al oído o exclamadas pueden resultar muy excitantes. Los requiebros pueden ser muy efectivos. Don Juan, por ejemplo, se servía de las palabras para conquistar a sus amantes. Era con la voz con la que las subyugaba.
Escuchar, qué duda cabe, puede proporcionar placer. Por eso amamos la música. Por eso nos gusta escuchar el sonido de las olas rompiendo sobre los acantilados, o el canto del ruiseñor, o el rumor del viento al enredarse en las hojas de los árboles. Bach no habría pasado a la historia si el acto de escuchar no proporcionara placer.
Pero a veces el placer que produce el escuchar es un placer más intenso y relacionado directamente con la sexualidad. Cuando sucede eso podemos hablar de audiofilia. La persona que posee audiofilia llegan a sentir excitación escuchando sonidos muy diversos. En ocasiones es una voz quien activa los mecanismos de esa excitación. En otras, puede ser un sonido externo (el mar, el viento, el traquetreo de un tren, el canto de un ave…) o una determinada forma de música.
La coprolalia o hablar de manera obscena es una práctica muy habitual en las relaciones sexuales. Hay fetichistas de este tipo de prácticas que han tenido problemas en su vida personal por tornarse adictos a las líneas eróticas.