Pigmalionismo: ¿una forma de agalmatofilia?
Publio Ovidio Nasón, más conocido como Ovidio, fue un autor romano clásico que vivió entre el año 43 a de C. y el año 17 d. de C. Entre sus obras, la más conocida de todas ellas es Las Metamorfosis. Este largo poema, que mezcla historias verídicas con diversas leyendas griegas y romanas, recopila, en quince libros, la historia del mundo desde su origen hasta la apoteosis de Julio César. En el décimo de esos quince libros aparece recogido el mito de Pigmalión y Pigmalión es, precisamente, quien da nombre a un fetichismo muy particular, el pigmalionismo.
¿En qué consiste el pigmalionismo? No hay una definición clara al respecto. Para algunos autores, el pigmalionismo hace referencia a la atracción o al deseo sexual hacia una estatua. Para otro, el término pigmalionismo hace referencia, más bien, la atracción o el deseo experimentados hacia un objeto de creación propia.
Si atendemos al primer significado dado al término pigmalionismo, podremos considerar a éste, si no un sinónimo perfecto de la agalmatofilia, sí a una forma de la misma. ¿Qué es la agalmatofilia? La atracción o deseo sexual hacia una estatua, maniquí, muñeco o figura inanimada que, de manera general, aparece representada desnuda o adoptando una actitud claramente sensual. Así, el pigmalionismo, entendido como atracción o deseo sexual hacia una estatua, sería considerado una forma específica de agalmatofilia o fetichismo del cuerpo inerte, del que ya hablamos en esta sección.
Para atenernos a la segunda acepción del término pigmalionismo, es decir, a aquél que lo concibe como la atracción o deseo hacia un objeto creado por uno mismo, deberemos remitirnos directamente al mito de Pigmalión recogido por Ovidio en su obra. Conozcamos, así, el mito de Pigmalión, para saber por qué se ha concedido el nombre de pigmalionismo a un tipo muy concreto de fetichismo.
El mito de Pigmalión
Según aparece retratado en Las Metamorfosis de Ovidio, Pigmalión era el rey de Chipre y, pese a ser rey y gozar de un poder que casi total sobre sus súbditos y súbditas, permanecía soltero y sin mantener contacto alguno con mujeres. ¿Por qué? Hay quien piensa que Pigmalión, simplemente, no había encontrado a la mujer adecuada. Sin embargo, la explicación que da Ovidio en su obra es otra: Pigmalión desconfiaba de las mujeres y lo hacía, básica y fundamentalmente, por el comportamiento de las Propoetides, unas mujeres de Chipre que habían ofendido a la diosa Venus al negarle su carácter divino. Esta afirmación ofendió a la diosa del amor, la fertilidad y la belleza, y ésta, como castigo y para vengar la injuria, convirtió a esas mujeres chipriotas primero en prostitutas y, a continuación, en estatuas de piedra. Pigmalión, tras ver cómo las Propoetides se prostituían, decidió “no interesarse por las mujeres”.
Pero… no estando interesado en las mujeres y no sintiendo pasión, como sentían otros monarcas, por la caza… ¿en qué empleaba su tiempo Pigmalión? En la escultura. Pigmalión adoraba esculpir y, así, se dedicó a esculpir estatuas de mujer. ¿Qué buscaba al hacerlo? Encontrar a la mujer perfecta. Al final, a base de cincel y martillo, Pigmalión dio con ella. Tan bella era la estatua que Pigmalión quedó prendado de ella, perdidamente enamorado, rendido a su belleza.
Pigmalión, dándole nombre a su creación de marfil (Galatea), suplicó a la diosa Venus que convirtiera la estatua de Galatea en una mujer real, de carne y hueso. Venus concedió el favor suplicado por el rey chipriota, que, así, pudo unirse en matrimonio a Galatea, quien acabó dándole una hija, Pafos, cuyo nombre se convirtió, posteriormente, en el nombre de una ciudad ubicada en el sudoeste de Chipre.
El mito de Pigmalión ha sido representado a lo largo de la historia del arte en múltiples ocasiones. Una sería, por ejemplo, cuando, en la escena final de Cuento de invierno, su autor, William Shakespeare, hace que la estatua de la reina Hermíone cobre vida. Otra, la película de William A. Seiter protagonizada por una joven Ava Gardner, Venus era mujer. En este film, el responsable de un aparador de un centro comercial, enamorado de una estatua de la diosa romana, la besa y, al hacerlo, le concede la vida por 24 horas. El mito de Pigmalión, además, aparece recogido en múltiples obras literarias firmadas por autores tan diversos como Robert Graves, William Morris, Fiedrich Schiller, Joseph Brodsky, etc.
Sin duda, nada mejor que el nombre de Pigmalión para nombrar a este fetichismo del que hemos hablado en nuestro artículo de hoy.