BDSM y discapacidad física o mental
Las personas con discapacidad no son personas asexuales. Las personas con discapacidad tienen, al igual que las personas que no padecen discapacidad alguna, necesidades de carácter sexual. Históricamente, muchas de estas personas han debido recurrir a los servicios de prostitutas para poder satisfacer dichas necesidades. Pero también son muchas de esas personas las que han reconocido de un modo más o menos público que dicho recurso era, en gran medida, un simple desahogo, un desahogo que en casi todas las ocasiones, al estar exento de la emotividad y la afectividad propia de otro tipo de relaciones sexuales, resultaba altamente frustrante.
Para evitar dicha sensación de frustración, o para aligerarla al menos, han ido surgiendo a lo largo de los últimos años una serie de colectivos que han hecho de la prestación de atención sexual a discapacitados una de sus principales tareas. Ahí podríamos contabilizar a asociaciones como Tandem Team, Aspasia Canarias o Asistencia Sexual, asociaciones sin ánimo de lucro que intentan apoyar la vida sexual de las personas con diversidad sexual y que proponen métodos y prácticas que sirvan para empoderar desde la sexualidad a personas que padezcan algún tipo de discapacidad.
Que las personas con discapacidad tengan necesidades sexuales implica que hay personas con discapacidad amantes del BDSM y de sus prácticas. Al igual que hay personas discapacitadas que fantasean con la posibilidad de realizar el misionero o de practicar el sexo oral, también hay personas discapacitadas para quienes las prácticas BDSM resultan altamente excitantes. Robin Wilson-Beattie lo sabe.
El ejemplo de Robin Wilson-Beattie
Robin Wilson-Beattie es una educadora sexual estadounidense que se ha especializado en la enseñanza de técnicas BDSM a personas discapacitadas. Wilson-Beattie nació sin discapacidad alguna. Al ir a cumplir los treinta, sufrió un aneurisma en su espina dorsal a resultas del cual se trastornó tanto las sensaciones experimentadas como la función de la parte inferior de su cuerpo. El tratamiento que recibió tras sufrir el aneurisma fue el habitual en esos casos. A Robin se le enseñó cómo funcionaría su vejiga y sus intestinos y se le enseñó durante semanas. En lo tocante al sexo y a las implicaciones que sobre éste había tenido el aneurisma, las explicaciones dadas a Robin no excedieron de los tres cuartos de hora. Robin Wilson-Beattie se sintió desesperada al contemplar un vídeo en el que una mujer explicada cómo había afectado a su vida sexual una herida en su médula espinal. Para la mujer de aquel vídeo, la vida sexual había acabo. Robin Wilson-Beattie se preguntó desesperada si para ella también.
Robin Wilson-Beattie tenía una cosa muy clara: deseaba tener vida sexual pese a su discapacidad. No quería renunciar al sexo. Pero no tenía unas pautas a seguir. Nadie se las proporcionó. Debió crearlas ella tras participar en varias ponencias sobre sexo y discapacidad y tras dar el paso que ha marcado su vida: Robin Wilson-Beattie se ha convertido en una reconocida educadora sexual para individuos y grupos formados con personas con discapacidad sexual.
Las enseñanzas de Robin Wilson-Beattie se sostienen sobre un pilar fundamental: el de entender que el sexo es algo (mucho) más que meter el pene en la vagina. En este sentido, descubrir las propias zonas erógenas es fundamental. El placer existe y puede alcanzarse más allá de la estimulación de las zonas genitales.
La relación de Robin Wilson-Beattie con el BDSM se inició antes de que padeciese el aneurisma que había de cambiarle la vida. Robin había practicado BDSM antes de él y lo siguió (y lo sigue) practicando después. Para Robin Wilson-Beattie, el BDSM puede ser un excelente método de explorar el propio cuerpo y una magnífica manera de disfrutar del sexo.
El ejemplo de María Sejmet de Ra
De la misma opinión que Robin Wilson-Beattie es María Sejmet de Ra, una española que, de manera amateur, practica la dominación. A los 16 años, a María le diagnosticaron artritis reumatoide. Esa enfermedad, que obligó a María a utilizar muletas para caminar, no le impidió el seguir amando las prácticas BDSM y, en particular, el ejercicio de la dominación erótica.
La búsqueda de personas discapacitadas que, como ella, se sintieran atraídas por una forma u otra de práctica BDSM le llevó a conocer a un sumiso ciego, a una sumisa sordomuda o a una Dómina que ejerce sus funciones dominadoras desde su silla de ruedas. Todas esas personas, que merecen nuestro aplauso y nuestro apoyo, son personas que se niegan a renunciar al disfrute de su sexualidad y que desean vivir el BDSM de una manera activa y enriquecedora. Su ejemplo nos sirve para constatar hasta qué punto las limitaciones en cuanto a sexualidad son más una cuestión de educación y actitud que una cuestión meramente física. En demasiadas ocasiones son los condicionamientos sociales los que nos impiden disfrutar como es debido de nuestra sexualidad. Impidamos, en la medida de lo posible, que sea así.