El cinturón de castidad
Su imagen nos conduce directamente a pensar en la Edad Media. Fue la burguesía quien, con su connatural sentido de la propiedad, convirtió el cinturón de castidad, cinturón de Venus o cinturón florentino en el instrumento que mejor simbolizaba el dominio del hombre sobre la mujer y el hecho de que ésta fuera considerada propiedad de aquél. Como tal propiedad (y considerándose el honor uno de los valores fundamentales de la sociedad), el hombre que salía de viaje debía asegurarse de que su mujer no pudiera tener devaneos sexuales. Para ello, ¿qué mejor que aquella pieza de metal que, inventada en las civilizaciones orientales, servía para cubrir los genitales femeninos?
La historiografía habla de cinturones de castidad finamente trabajados, adornados con plata y cubiertos de terciopelo para intentar evitar las escoceduras. Esa misma historiografía habla de reyes que ponían el cinturón de castidad no sólo a su mujer sino también a todos sus amantes y hasta de mujeres que fueron enterradas con su cinturón de castidad colocado. Todavía en el siglo XIX había mujeres que, entre los pioneros del estado de Pennsylvania, llevaban cinturón de castidad.
Por fortuna, este instrumento casi mitológico (hay quien sostiene que su uso no fue tan generalizado como se intenta hacer creer) perdió todo su sentido de ser con el tiempo hasta quedar reducido a la condición de pieza de museo. El mundo del sadomasoquismo y el BDSM, sin embargo, se ha apropiado de la idea del cinturón de castidad y lo ha incorporado a sus juegos para poder realizar una de las prácticas más excitantes y atractivas del juego de dominación femenina: la castidad forzada.
El pene en jaula
Nada mejor que la castidad forzada para escenificar y simbolizar la dominación femenina. Unos genitales masculinos atrapados en su cárcel de metal, plástico o cuero y un pene al que se le impide la erección son dos ejemplos perfectos de cómo una mujer dominante puede esclavizar el pene de su sumiso y ejercer su dominio sobre él.
Al ejercer la castidad forzada la mujer no sólo actúa sobre la masculinidad del hombre dejándola reducida a nada, también, al combinarse con otras técnicas de control psicológico, toma el control de su mente.
Hay mujeres dominantes que, además, defienden la castidad forzada como un modo de educar al hombre que, a fuerza de masturbaciones, acaba insensabilizando su pene. Regular la eyaculación serviría, en estos casos, para sensibilizar el pene y para prepararlo para gozar más de sus orgasmos.
Esas mujeres hablan de que llevar la castidad forzada a la relación normal de pareja puede servir, también, para introducir unas dosis de romanticismo a la relación. El hombre que sólo será premiado con el mantenimiento de una relación sexual cuando se porte bien se esforzará en resultar galante, atento, afectuoso… El hombre forzado a ser casto con el uso de cualquiera de las jaulas para genitales que se pueden conseguir en las tiendas especializadas en productos para sado y BDSM se comportará como un cortejador y se esforzará en lucir todas sus armas de seducción para que, así, la mujer a la que él entrega su amor y su sumisión levante el castigo y abra la jaula en la que sus genitales permanecen presos.
Este comportamiento cortejador será, fundamentalmente, un comportamiento fundamentado en la obediencia. La mujer que ejerza sobre el hombre la castidad forzada podrá ordenar todo lo que desee: un cunnilingus, si es el caso, o una adoración de los pies, o la realización de una serie de tareas domésticas. Buscando la liberación de sus genitales, el hombre sumiso deberá acatar todo lo que su Ama desee. Si ella desea penetrarlo analmente con uno de sus dedos, él se prestará gustosamente a ello. Quizás esa penetración vaya acompañada de una conveniente estimulación prostática que le conduzca al orgasmo y a una eyaculación que le permita liberar toda la tensión sexual que se le haya ido acumulando durante todo ese tiempo de castidad forzada.
Si te motiva este tipo de juego sólo tienes que buscar el cinturón de castidad para hombres que mejor se adapte a tus gustos y practicar con tu pareja para sacar todo el provecho a la excitante práctica de la castidad forzada.