Malentendidos creados por el fenómeno 50 sombras de Grey
La popularidad implica estar en boca de todo el mundo y cuando nos referimos así, de manera general, a “todo el mundo”, estamos hablando de un colectivo de personas que, si bien no abarca a toda la humanidad, si abarca un número de personas lo suficientemente amplio y variopinto como para que se incluyan en él tanto personas que saben de lo que se habla cuando se habla de algo como personas que, puestas a hablar, lo hacen por aproximación, de oídas y no necesariamente con conocimiento de causa. Es más: lo más habitual, cuando mucha gente habla de algo, es que la inmensa mayoría de toda esa gente no sepa bien, bien de qué está hablando.
Y es que la popularidad de algo implica, en gran medida, la banalización de ese algo. La popularidad implica generalización y toda generalización, por definición, implica a su vez una difuminación más o menos intensa de los matices. Y los matices, no lo olvidemos nunca, son importantes a la hora de distinguir fenómenos y establecer categorías.
Uno de los términos que más popularidad ha ganado en los últimos años es el término BDSM. En buena parte, dicha popularidad se debe a lo que podríamos llamar el “fenómeno Grey”. La tetralogía narrativa firmada por E.L. James, formada por las novelas Cincuenta sombras de Grey, Cincuenta sombras más oscuras, Cincuenta sombras liberadas y Grey, unida al éxito de las adaptaciones cinematográficas de las dos primeras novelas citadas, ha convertido el acrónimo BDSM en unas siglas de moda.
Todo el mundo habla ahora del BDSM y todo el mundo se permite el opinar sobre él. Y eso, como dijimos anteriormente, implica que no siempre se hable con propiedad cuando se habla de BDSM. Por eso muchas personas tienen una idea equivocada de lo que es el BDSM. Por eso muchos amantes históricos del BDSM pusieron el grito en el cielo cuando muchas personas empezaron a asociar el BDSM con lo que muestran las películas filmadas por Sam Taylor-Johnson (Cincuenta sombras de Grey) y James Foley (Cincuenta sombras más oscuras) y protagonizadas por Dakota Johnson y Jamie Dornan.
No es BDSM
Para los amantes auténticos del BDSM y para los que llevan años practicándolo, la relación entre Christian Grey y Anastasia Steele (esa relación es la que nos describen las películas mencionadas) no es BDSM; es, simple y llanamente, una preocupante combinación de maltrato y acoso.
Y es que el BDSM no es, en modo alguno, obligar a alguien a hacer lo que no quiere hacer, ni tiene porqué ver necesariamente con un cierto estatus económico, ni es una vía para desahogarse, ni un instrumento para vengar los celos. El BDSM tampoco es una receta mágica que va a servir para que, de golpe y porrazo, puedas sentirte satisfecho con tu vida sexual. Finalmente, el BDSM no debe servir para intentar apartar a tu pareja de su vida social y familiar.
Los amantes del BDSM resaltan que un Dominante no es un sociópata que durante su infancia sufrió abusos sexuales como sí los sufrió el personaje de Christian Grey y que una sumisa no vive la experiencia BDSM como lo vive Anastasia Steele, sintiéndose triste y deprimida. De hecho, no es lo más recomendable para una mujer con la autoestima baja como Anastasia el participar como sumisa en prácticas BDSM. Tampoco un Dominante BDSM auténtico padece los sentimientos de culpa que en ocasiones padece Grey tras algunas de sus prácticas con Anastasia.
Sí es BDSM
El BDSM, recalcan los amantes del mismo, es, simboliza e implica otras muchas cosas. Sexo saludable, por ejemplo. Y seguro. Toda práctica BDSM debe estar presidida por la seguridad. Extremar las medidas de seguridad debe ser en todo momento una de las prioridades de quien practique BDSM. El BDSM existe para disfrutar, no para padecer ningún tipo de lesión.
El BDSM implica consenso, consentimiento, acuerdo y un aprendizaje gradual. Son muchos los grados existentes dentro del BDSM y lo conveniente es, siempre, empezar por lo más light para, poco a poco (y si ése y sólo si ése es el deseo), avanzar hacia lo más hard. El BDSM debe servir para conseguir la satisfacción sexual de las dos partes participantes en la práctica manteniendo en todo momento el respeto mutuo.
Ése, el del respeto entre las partes que participan en una práctica BDSM, es uno de los principales mandatos a cumplir en el BDSM y uno de los que los no iniciados en él menos comprenden. Y es que (y esto es algo que debe interiorizar cualquier persona que quiera comprender lo que es el BDSM) el Dominante o Amo que, durante una práctica BDSM consensuada, tortura o humilla a un sumiso o esclavo no está faltando al respeto a ese sumiso o esclavo. Después de todo, ese sumiso o esclavo ha decidido entregarse al Amo o Dominante. La responsabilidad de Éste respecto a aquél será, en todo momento, velar por su bienestar y cuidar de él. No hay que olvidar que el sumiso, pasivo, esclavo o bottom busca, precisamente, el ser humillado o torturado dentro de la relación BDSM. Así, el Amo o Dominante que humilla o tortura a ese sumiso o esclavo no le está faltando al respeto. Al contrario: está dándole lo que éste reclama y necesita para gozar de una práctica BDSM.
Esperamos que este post haya servido para diferenciar entre lo que es BDSM y lo que, sin serlo, tiene apariencia de tal.