Límites suaves y límites duros
El juego BDSM tiene sus límites y esos límites deben ser pactados por los intervinientes en el juego. Que sean pactados quiere decir que deben ser comentados. Obligatoriamente se debe hablar de ellos. Ninguno de los intervinientes en el juego debe presuponer que el otro participante va a conocer o a intuir cuáles son sus límites. En el establecimiento de los límites del juego BDSM en el que se va a participar no hay intuiciones que valgan. Las intuiciones pueden fallar y un fallo en este aspecto fundamental del juego lo arruina y lo convierte en una experiencia desagradable y, posiblemente, peligrosa.
Los límites que pueden señalarse pueden englobarse en dos tipos generales de límites: los suaves y los duros. Entre los primeros se contabilizarían aquéllos que podrían traspasarse en algún momento y dependiendo de cómo se estuviera desarrollando el juego. Entre los segundos, los absolutamente infranqueables.
Un límite suave para el juego BDSM sería, por ejemplo, considerar la posibilidad de realizar juego anal siempre que se llegara a él de una manera progresiva y calmada. O considerar la posibilidad de utilizar una barra de separación tras haber utilizado otras restricciones más suaves y sentirse bien con ellas. Los límites suaves señalan el punto de inicio de algunas prácticas que posiblemente puedan realizarse en un futuro. La renegociación (que siempre debería realizarse cada cierto tiempo una vez examinadas y comentadas las sensaciones experimentadas gracias a las prácticas realizadas) determinará en cada momento el punto exacto de ubicación de dichos límites.
El límite duro, por su parte, debe ser absolutamente respetado por la partes que intervienen en el juego BDSM. Cada una de ellas puede tener sus propios límites duros, y esos límites duros deben ser absolutamente infranqueables. Tanto, que no hay que tratar, en caso alguno, de convencer a nadie de ir más allá de sus propios límites hard.
Palabras de seguridad
Cuando se habla de establecimiento de límites en el BDSM siempre se habla de palabras de seguridad o safeword. Las palabras de seguridad son parte imprescindible del juego BDSM. Sin palabra de seguridad no existe BDSM. Gracias a las safewords la parte activa debe saber cuándo detener su acción o cuándo debe ralentizarla. Una palabra de seguridad es, en medio de un juego BDSM, algo así como un toque de silbato arbitral.
Cada cual puede tener sus propios gustos y manías a la hora de escoger una palabra de seguridad. El safeword puede formar parte de la intimidad de la pareja, remitir a una experiencia compartida, a algo común que sirve para estrechar los lazos. Se aconseja, sobre todo, que esas palabras no sea un simple “no”. El “no” es algo que puede gritarse, de manera instintiva, en medio de la excitación, sin desear en verdad pronunciar esa palabra ni poner fin a la acción que se esté realizando.
A la hora de escoger una palabra de seguridad se aconseja escoger una palabra inusual o extraña. Será su propio carácter inusual el que evite confusiones interpretativas. Su propia extrañeza servirá para añadir claridad al mensaje que dicha palabra lleva en sus alforjas. Al mismo tiempo, el uso de la palabra de seguridad en situaciones sociales puede plantearse para la pareja como un pícaro juego, una especie de mensaje cifrado entre ambos.
Es posible que interese a la pareja buscar dos palabras de seguridad: una de ellas servirá de aviso de que se está produciendo un acercamiento a los límites. La otra deberá ser entendida como una orden de detención inmediata de la acción.
Por supuesto, no debe abusarse del uso de la palabra de seguridad. El uso abusivo del safeword puede frustrar a la pareja. Por otro lado, si uno de los miembros de la pareja se ve impelido a usar demasiado a menudo la palabra de seguridad es muy probable que deba plantearse si ha situado sus límites en el punto correcto o si, por el contrario, es necesario renegociar esos límites.