Escozor vegetal
¿Has tocado alguna vez unas hojas de ortiga? ¿Has paseado en short por el campo y has tenido la mala suerte de sentir su caricia en tus piernas? Si lo has hecho, recordarás todavía, seguramente, esa intensa sensación de escozor que se apodera de la zona corporal que ha sido tocada por la ortiga. El amante de las prácticas sado y BDSM no puede permanecer ajeno a esos efectos y por eso son muchos los practicantes del sado que han fijado su vista en las posibilidades de juego que puede proporcionar esta planta.
Estos amantes del BDSM se suman a todas las personas que, a lo largo de la historia, y por unos motivos u otros, han aprovechado algunas de las características medicinales y terapéuticas de esta planta. La ortiga se ha utilizado para realizar infusiones y cataplasmas y, también, para propinar azotes. Con esos azotes se trataba el lumbago. Con azotes propinados con ortigas en riñones, nalgas y bajo el ombligo los ancianos romanos intentaban recuperar el vigor perdido. Con azotes en la espalda se autoflagelaban los monjes con la conciencia sucia.
Ésta última es, muy probablemente, una de las principales utilidades que los amantes del sado (especialmente los de Centroeuropa) han encontrado en la ortiga. Sin duda, utilizada correctamente, la ortiga puede ser un perfecto y original instrumento de tortura. De hecho, su utilización puede hacer que se levanten pequeñas ampollas en aquellas partes del cuerpo del sumiso que hayan sido rozadas por la planta. Esas ampollas pueden tardar en marchar varias horas y siempre van acompañadas de una intensa sensación de intensa quemazón.
Los pelos de la ortiga, verdaderos causantes de ese escozor de fuego, actúan como si se trataran de una especie de agujas hipodérmicas que se nos clavaran en la piel. Quienes han usado la ortiga en sus juegos BDSM y han sentido su efecto hablan de cómo esa sensación de quemazón se va diluyendo para transformarse en una especie de picazón semejante a la que se siente tras haber sentido en las carnes el azote de una fusta.
Formas de usar la ortiga
Iniciado el juego sado, son muchos los usos que pueden darse a la ortiga y muchas las partes corporales que pueden ser atacadas con ella. Introduciéndola dentro de la ropa (sujetadores, slips, braguitas…), preparando con varias de sus hojas una especie de látigo o fusta, aplicándola como si se realizara una pequeña caricias o dando golpecitos más o menos grandes…
Con la ortiga puede frotarse el escroto, el ano y, por supuesto, el pene. La aplicación de la ortiga aumentará la sensibilidad del pene, que seguramente experimentará una potente erección. Ese aumento de la sensibilidad se producirá también en las nalgas cuando éstas sean golpeadas con la ortiga. Alternar los golpes con la ortiga con otras proporcionadas por una pala o vara puede causar una sensación especialmente excitante para el sumiso.
Antes de usar la ortiga, sin embargo, hay que asegurarse de que el sumiso la tolera bien. Cada persona tiene su propia tolerancia y su propio umbral de sensibilidad. Al hacer de la ortiga un instrumento propio de los juegos sado siempre se corre el riesgo de que una alergia arruine la escena en la que aquélla participa. Si se observa cualquier tipo de reacción alérgica en el sumiso, por leve que sea, hay que detener la escena y ponerle fin. Una medida de seguridad que tampoco debería olvidarse nunca es la de mantener las ortigas alejadas del rostro y del cuello para evitar algún problema respiratorio.