No sólo los senos gozan del prestigio de merecer el haberse convertido, para muchos fetichistas, en “territorio fetiche”. También otras partes del cuerpo merecen esa consideración. El culo y la oreja pueden ser dos de esas partes. Y el mismo cuerpo, engrandecido por la gordura, puede ser un fetiche insustituible para algunos fetichistas.
Fetiche del culo extremo
El culo grande y orondo es otro de los fetiches más extendidos. El fetichista sueña con ese culo inmenso. Le gusta verlo caminar, moverse, sentarse sobre las cosas, imaginar cómo lo aplasta, lo asfixia, lo deja esclavo de su peso y tamaño.
Que el sexo anal está directamente relacionado con este fetiche es obvio. Un buen pandero invita a un buen fetichista (por no decir a todos los que gustan del sexo) a una buena penetración. ¿Cómo no imaginar esos glúteos poderosos bamboleándose con cada embestida de pasión? ¿Cómo no imaginarse disfrutando de una buena nalgada mientras la polla hace su trabajo?
Si tu pareja es un fetichista del culo no te preocupes si el tuyo no es el de J-Lo. Tampoco te preocupes si no deseas o no puedes hacerte un implante de glúteos. Hay otros recursos disponibles en el mercado para realzar tus posaderas. Hay un montón de braguitas, pantalones cortos y fajas hechas para mujeres y hombres para favorecer la ilusión de poseer un pandero más grande. Si utilizas esta tecnología, tendrás mucho a ganar con tu pareja. A la hora de la verdad, cuando quiera magrear, lamer, besar, acariciar o penetrar los tesoros de ese maravilloso territorio, obviará su menor o mayor tamaño y se dejará llevar por el latido desbocado de su lujuria. Ella será la que os proporcione un tiempo inigualable de placer.
Fetiche de la oreja
Sí, lo has oído bien: existe un fetichista de la oreja. No preguntes por qué este género de fetichismo es más habitual en Japón. Ya sabes: la cultura asiática tiene exquisiteces y matices (también y fundamentalmente en el sexo) que no existen en nuestra cultura.
Al fetichista del oído puede excitarle ver cómo alguien los limpia, como se inserta o extrae tapones para los oídos. Puede excitarle también el observar la perforación de un lóbulo para un pendiente o un piercing.
Para otros fetichistas, el oler, lamer o acariciar los oídos puede ser el desencadenante de una torrentera de pasión. Si tu pareja es de ese tipo de fetichistas, plantéate si es conveniente dejar crecer tu cabello para ocultar tus orejas o, por el contrario, es preferible dejarlas al aire. Si optas por esta segunda opción, es probable que lo tengas o la tengas enganchado o enganchada a ti, como un perrito o una perrita en celo.
Fetichismo de la gordura
Aquí no valen los términos medios. Al fetichista de la gordura no le gusta especialmente la mujer “entradita en carnes”, un poco rechoncheta, con algún michelín adornando su figura y un cuerpo redondeado y mullido; no. Al fetichista de la gordura y la grasa le gusta la mujer seriamente obesa. Aquí tampoco valen trampas de imágenes alteradas por ordenador. La grasa no tiene equivalente ni sustituto, y al amante de la grasa, al fetichista de la gordura, no es fácil engañarle. De hecho, es tan celoso de su fetiche que, con otros de su clase, ha llegado a generar y a formar parte de una subcultura, con una extensa gama de productos pornográficos disponibles en el mercado hasta un amplio léxico de términos y libros, revistas, páginas webs, etc., etc. La pornografía BBW (siglas anglófonas del término Hermosa Mujer Grande) está triunfando dentro del sector y eso significa que, de un modo u otro, el fetichismo de la gordura y la grasa está de moda.
Al fetichista de la grasa le enloquece jugar con la carne de su amante, manosearla, sentirla en sus manos. El fetichista de la grasa piensa en el sexo como una aventura que tiene lugar en una especie de mar ondulante de grasa. A esa idea puede ayudar la lubricación de esa carne que va formando pliegues sobre la figura de la pareja.
El fetichista de la grasa disfruta de la ropa usada de sus grandes amantes. También hay fetichistas que fantasean con la posibilidad de encontrar una amante cada vez más grande. Por eso se esfuerzan en alimentarlas. En cierto modo, una de las ilusiones del fetichista de la gordura es tener la opción y la capacidad de cebar a su pareja. Esta ilusión, convertida en obsesión, puede conducir (y de hecho así ha sucedido en bastantes ocasiones) a una situación peligrosa y terriblemente negativa. Razones de salud y emocionales han hecho que muchas mujeres u hombres hayan tenido que poner fin a su relación con algún “alimentador” o “alimentadora”. Hay grupos de apoyo que han servido para aconsejar y ayudar a esas personas del yugo alimentador de su pareja fetichista.
Aunque tampoco podemos negar que también algunos o algunas “alimentadas” obtienen placer en esa tarea de engorde que se fijan y llevan a cabo algunos fetichistas de la grasa. Esto no quiere decir en modo alguno que el gordo o la gorda son los que ocupan inevitablemente la posición sumisa. Muchas mujeres gordas dominantes, consideradas y de apariencia de gigantas poderosas, buscan como pareja a algún flaco para así poder sentir el placer de dominarlo y aplastarlo. Y para darle de comer.
Sin duda, para la gente con obesidad es psicológicamente muy importante sentirse deseada. Pero nunca debemos dejar de tener presente que la gordura tiene efectos negativos para la salud. La obesidad mórbida puede ser un problema de salud potencialmente mortal. Cuanto menos, es un factor muy importante en el acortamiento de nuestra vida útil. Por eso aconsejamos recurrir a un buen disfraz para participar de los juegos en los que el fetichismo de la grasa tenga una participación más o menos capital. Lo importante es intentar durar muchos años para, así, disponer de un mayor tiempo de goce y unidad con nuestra pareja.