Los sueños de la dómina y el sumiso
El éxito o el fracaso de una escena BDSM no dependen tanto de la lista de actividades que las negociaciones recojan como de la actitud que mantengan los participantes en la escena. Y, de entre todas las actitudes, la que más determina el hecho de que la escena resulte positiva o no es la que mantenga durante la misma la dómina y cómo se ajuste a las necesidades propias y a las del sumiso.
Si la parte sumisa siente que el corazón de la dómina no está implicado en lo que se está viviendo, la escena puede considerarse herida de muerte. Que la dómina muestre una emoción falsa al dar las nalgadas mata la emoción de la escena. Eso es peor, prácticamente, que fingir un orgasmo. Si el sumiso capta ese fingimiento de la emoción de la dómina pero decide disimular esperando que final y posteriormente se llegue al nivel de sus expectativas se creará un círculo vicioso de incomunicación que sólo puede conducir al resentimiento.
Una dómina debe pensar en una cosa: del mismo modo que ella tiene una idea preconcebida sobre las virtudes y características que debe atesorar una buen dómina, también el sumiso tiene esa idea preconcebida sobre los atributos que deben adornar a una dominatriz competente. Cuando se establecen las bases del juego no se piensa en eso. De hecho, se acostumbra a cometer el error, en el transcurso de dicha negociación, de pensar en las actividades que van a realizarse y no en las necesidades emocionales, en el estado de ánimo y en el coste emocional que puede acarrear el realizar una determinada acción o no.
Si quieres ser una buena dómina debes prestar especial atención y tener presente en todo momento qué tipo de actitud dominante debe servir para doblegar la voluntad del sumiso. Si eres capaz de adaptar tu estilo a las necesidades íntimas de tu sumiso tendrás en tu mano la varita mágica para proporcionarle un gran placer y una alegría inigualable.
Indagando los gustos del sumiso
Cuando los deseos y las expectativas de dómina y sumiso entran en conflicto, el descontento no tarda en aparecer. Para evitar esto, es importante averiguar qué estilo dominante es el que tu pareja de juego valora más y desea que sea ejercido sobre él. Para averiguar ese aspecto fundamental de la personalidad de tu sumiso debes indagar en él y conseguir descubrir lo que se oculta más allá del arquetipo. Encontrar el tono adecuado y la perspectiva conveniente para realizar dicha indagación es fundamental. Para ello puede servir algún personaje de película o algún personaje literario femenino que resulte especialmente atrayente para el sumiso. Intenta averiguar por qué precisamente dicho personaje llama su atención. Intenta conocer sus pensamientos más íntimos sobre esa mujer y qué valora en ella. De una conversación de ese tipo surgirá, muy probablemente, un boceto a grandes rasgos de cómo debe ser esa mujer a la que tú, como dómina, deberás acercarte para conseguir que tu sumiso reconozca tu autoridad, se incline ante ti, se entregue a tu poder y disfrute con su ejercicio.
Puede suceder, sin embargo, al realizar dicha indagación, que constates que los atributos femeninos valorados por tu pareja en toda mujer dominante no coincidan con los que tú has elegido como destacados e imitables en esa mujer dominante a la que tú admiras y a la que persigues parecerte. Esto te plantea un problema de difícil solución: en cierto modo, la valoración de tu sumiso sobre lo que debe ser y representar una dómina, al ser distinta a la que tú posees sobre el mismo tema, te está obligando a hacer algo que, para ti, es muy negativo. Te está obligando a jugar a un deporte que no es el tuyo y cuyas reglas te son desconocidas. ¿Tienes alguna posibilidad de triunfar en dichas circunstancias? Sinceramente, muy pocas. ¿Qué hacer? Intentar hacerle ver a tu sumiso que dichas virtudes no son las tuyas. Explícale las que crees que, verdaderamente, son las que atesoras. Házselas ver y, al hacérselas ver, intenta comunicarle qué puedes proporcionarle. Muy probablemente desee probarlas. Sed sinceros y ésa, la sinceridad, será muy seguramente la puerta de acceso a un tiempo mágico de placer. Puede ser que a uno de los dos os guste o deseéis probar un nuevo estilo. Si se avisa de que ese estilo no es el propio de uno pero que se va a probar a ver si funciona lo que la otra parte propone o desea, el abandonarlo cuando se constate (si es que sucede así) que dicho cambio no satisface ni proporciona el placer esperado a una de las partes no podrá suponer ofensa alguna para ninguna de esas partes. Como acostumbra a decirse: quien avisa no es traidor. Son el disimulo, el fingimiento y la insinceridad los elementos que acaban por romper la relación entre una dómina y su sumiso. Evítalos a toda costa.