Negociación del fetiche
Compartir un fetiche exige un consentimiento mutuo entre las personas que lo comparten. No importa si el fetiche es compartido por una pareja sexual o por dos personas que acaban de conocerse en ese mismo momento y cuya relación gira única y exclusivamente alrededor del fetiche. El consentimiento es un requisito sine qua non para compartir un fetiche. Ese consentimiento debe partir, por supuesto, de la información. Las personas que comparten fetiche o participan en una escena fetish deben ponerse de acuerdo sobre las acciones que van a realizar y sobre cómo van a realizarla. Antes de emprender una determinada acción hay que tener una comprensión clara de la acción en sí y de las posibles consecuencias que pueden derivarse de ellas.
Si no tienes permiso explícito de practicar tu fetiche con alguien, lo mejor es no llevarlo a la práctica. Piensa por un momento que mantienes una larga relación de amistad o pareja con esa persona y que introduces sin previo aviso el fetiche en vuestra relación sexual. Los riesgos de introducir el fetiche sin previo consentimiento son evidentes. Puede existir rechazo. Puede perderse la amistad. Puede malbaratarse la relación. Introducir un fetiche sin previo aviso no es cool.
Si estás buscando a alguien con quien compartir tu fetiche, lo mejor es que no eches las redes en aquellos lugares que acostumbres a frecuentar a no ser que sepas a ciencia cierta que la persona a la que estás tentando con tu oferta es proclive a ese tipo de juegos. Si por cualquier razón no estás seguro de ello, lo mejor es que no lo intentes. Al igual que sucede con cualquier relación sexual, te expones a perder a alguien como amigo si la sugerencia no es bien recibida.
Si conoces a la persona a la que vas a proponer compartir contigo tu adorado fetiche, busca en esa persona indicios que puedan hacerte pensar que dicha persona pueda ser una buena candidata para compartir dicho fetiche. En cualquier caso, la mejor manera de indagar es exponer claramente qué es lo que te interesa y, a partir de ahí, comprobar la reacción de la otra persona ante tus confesiones. Al principio puede dar un poco de miedo el ser franco o franca, pero la franqueza es, siempre, la mejor herramienta en estas lides.
Honestidad y franqueza
Ser honestos acerca de las propias fantasías, expectativas, preocupaciones y límites es un seguro contra accidentes y problemas de falta de confianza. La franqueza es la mejor opción para no involucrarse en un juego de este tipo con alguien inadecuado. Será a partir de la franqueza cuando se pueda buscar el consentimiento.
La negociación de los deseos puede ser fruto de una rápida conversación o de un largo proceso de conocimiento mutuo. Después de todo, es probable que en la negociación haya múltiples temas a tratar. Los detalles de la fantasía que se quiere escenificar, las normas y los límites serán los temas principales a negociar. Desde el tiempo de duración de la fantasía hasta quién se hará cargo de los gastos del hotel al que se va a acudir a escenificar la fantasía (si ése fuera el caso), todo debe negociarse y debe quedar meridianamente claro para evitar todo tipo de chascos y malos rollos.
Algo que hay que tener siempre presente a la hora de compartir un fetiche propio con otra persona es algo que, presos de un determinado egoísmo, siempre podemos perder de vista, y es que esa persona que se ha prestado a compartir nuestra fantasía tiene, al igual que nosotros, su propia necesidad de afecto y comunicación. Y seguramente también está experimentando una gran variedad de sentimientos mientras participa en la escena fetish. No dejes que tenga la sensación de sentirse fuera de tu placer. Si, a pesar de volcarte en esa persona, sientes que se muestra fría hacia ti o hacia tu fetiche, procura no ir más allá. No se deben forzar los límites y, lógicamente, se deben respetar los sentimientos. Los sentimientos no son materia de juego.