Las relaciones entre seres humanos no son sencillas y esta ley no escrita impera de una manera especial en el universo BDSM. El mantenimiento de una relación sana exige la erradicación sin contemplaciones de cualquier tipo de comportamiento no saludable. Ello, a su vez, demanda una atención constante de todas las señales que puedan servir como síntoma de que hay algún comportamiento inadecuado en el seno de la relación, en especial cuando ésta relación se basa en una dinámica de poder. Y es que, no hay que olvidarlo nunca, los comportamientos no saludables dentro de la relación D/s pueden acabar provocando lesiones de mayor o menor importancia, y éstas pueden ser tanto físicas como psicológicas.
Detectar lo que podríamos llamar las banderas rojas del BDSM es fundamental para conseguir que la relación entre la parte Dominante y la sumisa sea una relación sana y, por tanto, enriquecedora y gratificante para las dos partes. Saber cómo detectar los problemas y ponerles freno es, pues, fundamental para que la relación se desarrolle por los cauces propios del BDSM y se aleje de conceptos como el de abuso.
La persona que se acaba de iniciar en el universo y en las prácticas BDSM como sumisa no siempre sabe distinguir esas banderas rojas del BDSM de las que hablamos. Es a esa persona, especialmente, a la que va dirigido este artículo en el que queremos dar una serie de consejos que sirvan para reconocer las señales de alerta del BDSM o, lo que es lo mismo, las banderas rojas que deben ser tenidas en cuenta cuando se practica BDSM.
Sobre la palabra de seguridad
La primera bandera roja del BDSM tiene que ver con el grado de aceptación de lo que llamamos palabra de seguridad y a la que ya hemos dedicado algún que otro texto en este blog. La persona sumisa que se acaba de iniciar en las prácticas BDSM debe desconfiar completamente de quien, desde el rol Dominante, insiste en que no es necesario utilizar ninguna palabra de seguridad una vez se haya iniciado el juego. Eso es algo que la parte sumisa no debería aceptar jamás. La palabra de seguridad es fundamental en una relación BDSM. ¿Por qué? Porque si hay algo que debe imperar en cualquier tipo de relación, también en las relaciones BDSM, es la libertad de quienes participan en dicha relación.
La persona, dentro de la relación BDSM, debe de ser libre de abandonarla en el momento en que lo desee y, por tanto, debe tener la capacidad íntegra de revocar el consentimiento que se ha dado antes de iniciar la relación. Y la palabra de seguridad es el método del que nos servimos para revocar ese consentimiento. Renunciar a ella es, pues, renunciar a nuestra libertad y entregarnos a alguien que nunca debería habernos solicitado dicha renuncia y que, al hacerlo, demuestra cierta falta de responsabilidad. Y alguien que no se comporta de manera enteramente responsable no es un buen compañero de viaje para adentrarse en el universo BDSM.
Del mismo modo que es una señal de alerta del BDSM la propuesta de renuncia a la palabra de seguridad, lo es el no respeto a la misma. En esto, la parte sumisa debe ser, también, inflexible. La pareja que ignora o no respeta la palabra de seguridad está cometiendo un abuso. Y aquí no deberían tenerse en cuenta matices ni se deberían hacer excepciones. Si tiene sentido la palabra de seguridad lo tiene gracias a la obediencia sin fisuras que se le debe. Como hemos señalado en el párrafo anterior, con la palabra de seguridad revocamos nuestro consentimiento. Si esa palabra no es obedecida no se tiene en cuenta esa revocación y, por tanto, se actúa en contra de nuestro consentimiento. Y eso, qué duda cabe, es una agresión contra nuestra libertad y nuestra persona.
Una de las tretas que acostumbran a utilizar quienes se amparan en las dinámicas de poder propias de las relaciones BDSM para, de manera más o menos camuflada, cometer abusos, bien de carácter físico, bien de carácter psicológico, sobre su pareja, es la de hacer que esa pareja se sienta culpable por usar la palabra de seguridad previamente pactada. Ese tipo de comportamiento es, también, una de las banderas rojas del BDSM, una señal de alerta a la que se debe prestar la debida atención y que debería servir a la parte sumisa que se acaba de iniciar en este tipo de relaciones para poner fin a la suya.
Nadie debe sentirse culpable, en el universo BDSM, por no querer ir un poco más allá. Puede ser un sentimiento emocional o puede ser una sensación física, pero si algo nos pide poner freno a lo que estamos realizando dentro de las dinámicas propias del BDSM, debemos atender a esa demanda y expresarla mediante esa palabra de seguridad que, repetimos, tan imprescindible es en este tipo de relaciones. Hacer que alguien se sienta mal por haber utilizado la palabra de seguridad es, también, un comportamiento de carácter abusivo o, dicho de otro modo, una señal del alerta del BDSM.
Sobre la importancia de los límites
Otro de los comportamientos que deben ser considerados una bandera roja dentro de una relación BDSM es aquél que tiene que ver con la importancia que se da al concepto de límite y con la mayor o menor rigidez de éste. Los límites deben existir y deben ser, de algún modo, barreras infranqueables. Solo la persona inexperta o, lo que es peor, deshonesta, puede afirmar tan campante que no tiene límites o, en su caso, que sus límites son exageradamente flexibles. Cuando se va a participar con alguien en una relación BDSM es absolutamente imprescindible tanto conocer los propios límites y dejarlos claramente explicitados como conocer los límites del otro. En este sentido hay que ser absolutamente claros y sinceros. En una relación de poder o en una sesión BDSM no se debe entrar nunca a ciegas sobre este aspecto capital. Del mismo modo que hay que tener una palabra de seguridad y hay que usarla y respetarla, hay que saber dónde se encuentran los límites.
Una vez establecidos esos límites hay que ser especialmente cuidadosos a la hora de exigir su cumplimiento. Una señal de alerta dentro de las dinámicas BDSM es aquel comportamiento mediante el cual una de las partes presiona a la otra para franquear los límites que esa otra persona ha establecido de antemano. El ejercer esta presión es, también, actuar de una manera deshonesta. El franqueamiento de límites, el ir un poquito más allá de lo que se había fijado en el pacto del que debe nacer toda relación BDSM debe ser fruto de la voluntad de la persona que había establecido para sí misma ese límite, nunca de la presión del otro. Es la propia persona la que, sintiéndose preparada, puede desear y pedir ese ir un poco más allá. Algo que deberá hacerse de un modo sensato y controlado y tras haber dialogado largamente con la parte Dominante. Cuando la parte Dominante presiona a la sumisa para transgredir los límites que ésta había marcado se están violando las leyes del BDSM (inspiradas en todo momento en el concepto de consenso) y se está entrando en otro tipo de relación, absolutamente malsana. Forzar a la parte sumisa a violentar sus propios límites es una modalidad de abuso o, en su caso, de agresión sexual. Es decir: algo delictivo. Y lo delictivo, recordémoslo siempre, no tiene cabida en el BDSM.
Hay otras banderas rojas en el BDSM que deben ser tenidas en cuenta, pero a todas ellas les prestaremos atención en nuestro próximo artículo.