Decepción del sumiso en la realización de sus fantasías
Puede suceder tranquilamente que un hombre que siempre ha anhelado entregar su voluntad a una mujer dominante se tenga que enfrentar a emociones de carácter ambivalentes al día siguiente de que esa entrega se haya hecho realidad. Quizás lo que esperaba maravilloso ha resultado decepcionante. O quizás está decepcionado consigo mismo porque, a la hora de la verdad, ha soportado menos dolor del que se había imaginado que podía soportar. Ha llegado la hora de lidiar con emociones y recuerdos. Habrá quien pretenda reprimir o sepultar esas emociones. Lo mejor, creemos, es enfrentarse a ellas. Plantarles cara y extraer lecciones.
Lo más común entre los decepcionados es que la reunión en sí haya resultado decepcionante. Esto acostumbra a pasar cuando se llevaba mucho tiempo imaginando esa fantasía. La realidad no acostumbra a proporcionar, en esto, la misma intensidad de los sueños. Que las fantasías hayan estado fundamentadas en profundas humillaciones, en castigos severos y en una sumisión total no quiere decir que, llevadas a la práctica, el orden en que se realizan las cosas y el modo en que se acepta la indefensión y lo abyecto colmen y satisfagan a las partes en juego.
Incluso los mejores escenarios previstos pueden medirse con la fantasía. La sesión puede estar resultando perfecta y, de golpe y porrazo, quedar arruinada por un solo defecto, por algo que no se adapta a lo imaginado, por algo que impacta sobre las emociones o las sensaciones (ambas tan sensibles) de un mono negativo.
Se debe aceptar de antemano que existe una inevitable distancia entre lo soñado y lo real, entre ficción y realidad. La parte sumisa puede pensar, fácilmente, que no ha estado a la altura de sus fantasías. Podemos imaginarnos afrontando un dolor intenso con valentía y totalmente bajo el mando de una increíblemente dominante hembra. La realidad física de un dolor puede ser un escollo contra el que estrellarse. Esa brecha entre sueño y realidad puede convertirse en un océano que no podremos navegar. Por eso hay que preverlo y relativizarlo. Hay que hacerse a la idea y aprender a relajarse y disfrutar tanto de la dimensión mental de la fantasía como de la intensidad física de la reunión real.
Las reacciones a una imperfecta sesión difieren dependiendo del temperamento del sumiso. Éste puede pensar que el ama no era ideal para él. Puede culparla por no estar a la altura de sus normas. También puede entender que el estilo de esa ama no encaje bien con sus necesidades. Si se acepta que nunca es fácil la primera vez y que la paciencia, la práctica y la comunicación son fundamentales para que se produzca un satisfactorio cumplimiento de una fantasía, se entenderá mejor esa decepción, se minimizarán sus efectos y se estará preparado mentalmente para, en próximos encuentros, disfrutar mejor y de manera más emocionada de lo que durante tanto tiempo se ha deseado disfrutar.
Lo ideal tras un “fracaso” así es hablar sobre lo que se hizo mal y lo que resultó excitante. Cuanto más se sabe sobre el otro, más fácil será llegar a ese punto de conexión que permitirá el gozo mutuo y la plena satisfacción.