Dientes y sexo
Si eres de los que piensan que, para practicar el juego erótico, en nuestras bocas sólo tenemos los labios y la lengua, estás perdiéndote todas las oportunidades de placer que los dientes te ofrecen. Piensa en el placer de mordisquear la lengua, los labios, las mejillas, el cuello, la espalda, las pantorrillas… Piensa en ese placer de apresar la carne de tu amante y cerrar lentamente tu boca sobre ella, dejando sobre su piel, sin llegar a rasgarla, la marca de tus dientes.
Piensa en los dientes como en una especie de juguete erótico que llevaras en todo momento contigo. Lógicamente, para jugar con este juguete hay que tener cierto cuidado. No hay que dejarse dominar por alguna pulsión extraña que, brotando desde el fondo de nuestra inconsciencia, nos obligue a morder con toda la fuerza que nuestras mandíbulas puedan desarrollar. Todo mordisco debe iniciarse con suavidad. Ten en cuenta que cuanto menor sea la superficie de piel que esté entre los dientes, más doloroso será el mordisco. También lo será conforme ese mordisco se vaya haciendo más largo. Hay que ser siempre consciente de cuándo, dónde y cómo se muerde. La comunicación con la pareja deber arrojar luz sobre las respuestas a estas preguntas. Nuestra pareja nos debe decir de inmediato si algo le causa dolor o si desearía que ese mismo mordisco fuera realizado en otra parte del cuerpo. Lo mismo debemos hacer nosotros en el momento en el que nos corresponda ser los mordidos.
Un mordisco puede solamente marcar la piel o puede llegar la romperla. Puede dejar marcas de distinta intensidad o puede llegar a crear verdaderas contusiones. Tu pareja y tú debéis ser conscientes del riesgo que entraña el mordisco, sobre todo en lo que hace referencia al VIH o a otros tipos de infecciones. Si existe riesgo de transmisión de ese tipo de enfermedades, se impone la precepción de no derramar sangre alguna. No estamos aquí, lógicamente, hablando de algún tipo de fetichismo de carácter más o menos vampírico (el vampirismo no deja de tener un componente fetish muy sexy), sino de prácticas sexuales en las que, de un modo u otro, los dientes adquieren un protagonismo vendedor.
Chupetones
Es bastante habitual morder y chupar al mismo tiempo. El chupetón tiene su propio glamour. Parece como una especie de señal corporal que dé cuenta de la pasión vivida. Con el chupetón en el cuello se puede presumir de una noche de sexo ardiente y desenfrenado. Pero no a todo el mundo le gusta ir “marcado”, permitiendo que todo el mundo pueda intuir la intensidad de sus encuentros amorosos. Es importante que la pareja hable previamente sobre la conveniencia o la apetencia o no de dejar esas señales o de llevarlas a modo de estandartes. Puede darse el caso de que, en un determinado momento, tu pareja te acepte el chupetón, siempre que sea dado en un lugar determinado. O puede ser que el chupetón quede absolutamente vedado. Imagina, por ejemplo, que tu pareja tiene, al día siguiente, una reunión familiar en la que se incluye un baño en la playa. Es muy probable que no quiera que primos y tías observen estampada en su piel el sello de tu pasión.
En la boca que muerde hay una innegable sensualidad. La boca que muerde habla de pasión, de deseo. Simbólicamente, puede ser el símbolo del deseo de convertir al otro en parte de nosotros. El canibalismo puede ser, también, eso: una forma de amor, una manera de incorporar el cuerpo del amado o amada a nuestro propio cuerpo, de hacerlo parte de nosotros.
Es importante, a la hora de morder, hacerlo sobre puntos carnosos del cuerpo de la pareja: los brazos, los pechos, la nuca, el culo… Hay que prestar especial atención y hacerlo con mucho cuidado cuando se mordisquea el cuello, los genitales, la parte interior de los muslos o la cara.
Mordisco erótico
Morder eróticamente no tiene porqué causar dolor. Pero es sabido que cada uno de nosotros tenemos nuestro umbral de dolor a un nivel determinado. Puede ser muy sexual llevar el mordisco hasta el punto exacto en que, sin llegar a serlo, comienza a convertirse en dolor. En cualquier caso, hay que tener siempre preparada para el caso, y conocida por ambos miembros de la pareja, una palabra de seguridad, un safeword que, en caso de ser pronunciado, debe implicar el cese absoluto del mordisco.
A continuación te damos algunas ideas para que puedas llevar a la práctica algún mordisco con el que hacer un poco más “caníbales” tus encuentros sexuales:
- Arrastra los dientes sobre los hombros, muslos, abdomen, espalda, pecho, parte superior de la cabeza (incluyendo el pelo), culo… Variar la velocidad y la profundidad del arrastre.
- Muerde lentamente y repetidas veces en el mismo lugar, haciendo variar la tensión y la profundidad de tus mordiscos.
- Abre la boca y presiona contra la carne que hayas elegido. Hinca tus dientes lentamente cerrando la boca sin prisas. No es necesario que la presión sea excesiva, pero sí debe ser la suficiente para que tu bocado no escape. Mueve tu cabeza de lado a lado, como haría un león, sin soltar tu presa. Tu pareja y tú debéis experimentar sensaciones que os acercan a vuestra esencia animal.
- Algunas personas aman morder los genitales o sentirlos mordidos. Esto hay que hacerlo con mucho cuidado. Los labios mayores, los testículos, el pene, el prepucio o el clítoris son muy sensibles, por eso hay que evitar todo tipo de intensidad al agarrar estas zonas con los dientes. Agarrarlos con los dientes, con una presión leve, y pasear la lengua o su punta por ellos, suele ser muy efectivo como estimulación o excitación erótica.