Limpieza de Juguetes eróticos
La limpieza es siempre una virtud. Cuando se habla de juguetes eróticos, es, además, una garantía de seguridad. Si mantienes una higiene adecuada para tus juguetes, podrás disfrutar mucho más de ellos. Esto es mucho más importante si tu pareja eyacula durante la sesión de juegos. Para evitar la transmisión de cualquier posible infección es importante que se limpien los juguetes convenientemente tras su uso.
Algunos juguetes, especialmente los juguetes sólidos de acero, requieren ser lavados en una inmersión en agua fría con cloro en una proporción de 9 a 1 a favor del agua. Esta agua puede ser, también, hervida para esterilizar los juguetes. El cuero no se puede desinfectar completamente, pero conviene tratarlo convenientemente con su apropiado limpiador de cuero. En cualquier caso, debes tener mucho cuidado con los juguetes eróticos de cuero, especialmente si lo tocan fluidos corporales. No hace falta decir que esas medidas de seguridad deben volverse extremas cuando el compañero o compañera de juegos son VIH positivos o padecen hepatitis crónica.
El caucho, el látex, la silicona y otros plásticos como el PVC se pueden lavar con jabón antibacterial y agua caliente. También pueden lavarse en el lavavajillas. Los de silicona, por su parte, pueden hervirse también para esterilizarlos.
Algunos juguetes, como la sonda uretral, deben ser esterilizados profesionalmente. Algún estudio de tatuajes o piercings podrá ocuparse de esterilizar este juguete. Un médico puede, también, asesorarte sobre el proceso ideal para esterilizar una sonda de este tipo. Los catéteres se venden para un solo uso y no pueden volver a utilizarse.
Seguramente un profesional de la medicina alegará que la sola ebullición o el uso de la lejía no bastan para matar todos los microorganismos. También dirán que sólo la alta presión y un esterilizador de gas pueden asegurar una total esterilidad. No les falta razón, pero esos equipos no están al alcance del jugador medio de BDSM y la prudencia y la atención, junto a la desinfección por ebullición con uso de cloros o lejías deben ser suficientes para conseguir una esterilidad adecuada en la mayoría de los casos.
Precacuciones con la sangre
Si, por algún motivo, la sangre hace su aparición durante el juego, las precauciones que deben tomarse para la limpieza de los juguetes deben ser más significativas. Si tenéis previsto que esa sangre aparezca, utilizad guantes de exploración médica, bien sean de látex o no. Estos deben estar limpios y deben usarse una sola vez. Si los puedes conseguir, los de cirugía son los mejores, pero los de látex serán suficientemente seguros si se han mantenido limpios y en su caja original. El problema del látex es que pueden originar algún tipo de reacción alérgica. Si observas que esto sucede, cambia a otros guantes que no sean de látex. Podrás encontrarlos en tiendas de suministros médicos o, incluso, en una farmacia.
Los guantes son muy buenos en la prevención de una enfermedad o en una infección por microorganismos si se ha producido contacto con la sangre u otros fluidos corporales con las manos. Sin embargo, los guantes no eliminan la posibilidad de contaminarse con otras fuentes de posible infección durante el juego. Este riesgo puede minimizarse manteniendo limpio el lugar en que se juega utilizando limpiadores germicidas y cambiando de guantes a menudo.
Los elementos que se van a utilizar para jugar a un juego en el que intervenga, de un modo u otro, la sangre, deben estar esterilizados y deben ser arrojados a un lugar conveniente. Son ideales para ello los “contenedores” de plástico duro. Ellos evitarán el accidente de pincharse o cortarse con alguno de esos utensilios que se han utilizado en el juego.
Hay juguetes que deben usarse por un solo usuario y con un solo usuario para evitar el riesgo de transmisión sanguínea de organismos patógenos. Entre ellos encontraríamos esos guantes de cuero que tiene delgadas puntas metálicas sobresaliendo de la palma de la mano o de los dedos.
Seguridad psicológica
Nuestra cultura, fundamentalmente machista en sus estratos más hondos, hace que, en muchas ocasiones, la valoración que se hace del hombre como macho se basa en la presencia y tamaño de su polla y pelotas. De un hombre valiente y decidido decimos que tiene “los cojones de un toro”. Por el contrario, del hombre más retraído, apocado o indeciso, llega a decirse que “está capado” o, simple y llanamente, que “no tiene cojones”.
De la mano de estas ideas viene el miedo profundo a ser castrado, un miedo que, en ocasiones, es más metafórico que real. Pero ese miedo está ahí, y por eso muchos de los juegos del sado, relacionados directamente con el pene y los testículos, causan una especie de repelús o, directamente, rechazo en muchos hombres. A todos esos hombres hay que hacerles comprender que, en pequeñas dosis y de una manera controlada y moderada, los juegos con la polla y las pelotas que forman parte de la escenografía del sado no tienen porqué causar lesiones reales ni muchísimo menos la castración del jugador. Eso sí: tenemos que aceptar que esa pequeña dosis de miedo, esa inquietud, añade una dosis de picante que nada que no fuera psicológico podría añadir al juego.
En dosis mayores, si el miedo es demasiado grande e incontrolable, puede causar verdaderos ataques de pánico. No hace falta decir que hay que evitar esa situación a toda costa. La negociación frecuente de la escena y la revisión continuada de la misma con la pareja pueden ayudar a suavizar ese miedo. Estas situaciones de miedo extremo no suelen suceder a menudo, pero te mentiríamos si te escondiéramos su existencia. La mente es un lugar complicado. Entierra corras en sus profundidades y esas cosas pueden surgir a la superficie durante el acto sexual o con una actividad BDSM. Seguramente esas cosas han estado ahí toda la vida, pero nada las había sacado a la luz. Una nueva experiencia puede hacerlo, y eso debes tenerlo en cuenta.
Si te encuentras en una situación en la que o tú o tu acompañante comienza a tener sentimientos abrumadores y el pánico entra en escena, debes saber qué hacer. En primer caso lo importante es imponerse un tiempo de espera. Parar. Retirar de escena los objetos que están en uso lo más rápidamente posible y ser extremadamente atento y amable. Conseguir que la otra persona se sienta en lugar seguro es fundamental. Que la persona abrumada por el terror se siente o se tumbe. Háblale con suavidad y constantemente. Y no lo hagas de manera crítica. Seguramente ese ataque de terror no tiene que ver contigo. Haz que vaya recuperando la calma y la confianza. Si presionas, esa confianza se verá maltrecha y el miedo perdurará. Habla. Pregunta con delicadeza. Respira con calma para contagiar tu manera de respirar. Acaricia con ternura. Aparta el foco completamente de sus genitales. Sus genitales ahora no existen. Existe su miedo. Y es a su miedo a quien debes vencer. Si no te apresuras, seguramente lo conseguirás. Y si lo consigues, es muy probable que podáis volver a repetir lo que estabais haciendo. Y que esta vez lo hagáis sin que aparezca el miedo.