Arrodillarse y genuflexión
Pocos gestos sirven como el de arrodillarse ante alguien para simbolizar la sumisión hacia ese alguien. El sumiso se arrodilla ante la Dómina y la sumisa ante el Amo. Al arrodillarnos ante alguien estamos mostrando nuestra reverencia hacia ese alguien, nuestro respeto y, en algunos casos, nuestra humillación.
Llamamos arrodillarse al acto de hincar una o las dos rodillas en el suelo como mero acto funcional (para recoger algo que esté bajo la cama por ejemplo). Cuando a ese gesto queremos otorgarle una intencionalidad de reverencia o respeto hablamos de genuflexión o de postración.
Breve historia de la genuflexión
Si tuviéramos que buscar un origen en el acto de la genuflexión o de la postración lo encontraríamos en los terrenos de la religión. Los cristianos se arrodillan ante su Dios. Fue en la Edad Media cuando, al parecer, se introdujo la genuflexión en la liturgia cristiana. Hay quien ha teorizado sobre el porqué de dicha actitud y ha llegado a la conclusión de que dicha postura, cercana en cierto modo a la posición fetal, nos haría sentir protegidos y seguros, recogidos, en un estado interior idóneo para comunicarnos con Dios.
Dicha novedad litúrgica coincidió en el tiempo con la institucionalización de una ceremonia, la del vasallaje, en la que el vasallo realizaba una genuflexión ante su señor feudal para, así, mostrar su sumisión hacia él.
Como vemos, ya en esos tiempos el acto de arrodillarse quedó enlazado a la simbolización de conceptos como los de reverencia, vasallaje, obediencia y adoración. Mediante la genuflexión se simbolizaba un pacto: el sumiso mostraba su sumisión pero la parte que recibía la reverencia, bien fuera el señor feudal, bien el Dios, adquiría, si no la obligación, sí el compromiso de cuidar de sus vasallos o fieles.
Si fijamos nuestra mirada en la Naturaleza y profundizamos en el conocimiento de ciertos comportamientos de determinadas especies animales podemos descubrir cómo ciertos animales, ante el ataque de un contrincante claramente superior, se postran ante dicho contrincante para mostrar su rendición y la aceptación del otro como ganador.
La genuflexión, pues, puede servir para mostrar respeto, reverencia y también humillación, penitencia, petición de perdón o remordimiento. Cualquiera de estas finalidades puede resultar muy apropiada en el desarrollo de una práctica BDSM, por eso es necesario saber cuándo introducir la genuflexión en la escena BDSM y cómo llevarla a cabo.
Técnica para arrodillarse: postura de Seiza
Permanecer durante mucho tiempo arrodillado no es cómodo. Es más: puede resultar fácilmente doloroso. Para evitar que el dolor sea excesivo y arruine lo que podría ser una buena escena BDSM hay que utilizar algún tipo de rodilleras o cojines que sirvan para proteger la anatomía de las rodillas.
Para conocer hasta qué punto puede resultar doloroso y por qué el estar durante mucho tiempo de rodillas hay que conocer primero, aunque sea mínimamente, la anatomía de la rodilla. Una vez conocidas sus diferentes partes hay que saber que, al estar de rodillas, hay partes de la rodilla que se relajan y que, al hacerlo, dejan a la misma en una peligrosa estabilidad. En esa situación, aumenta el dolor ligamentoso y un dolor directamente asociado a la zona de la rótula. A estos dolores hay que añadir otro que siempre, y sobre todo en las personas que no están acostumbradas a realizar ejercicio físico, está presente: el dolor de los músculos implicados en el acto de realizar la genuflexión. Trabajar esos músculos y elongarlos servirá para evitar esos molestos dolores.
Para adoptar una buena postura de genuflexión (buena porque muestra perfectamente la sumisión o la humillación de la parte sumisa a la parte Dominante y buena porque no carga de dolor la rodilla) es la llamada postura de Seiza o postura tradicional de sentarse en Japón. Esta postura la usan tradicionalmente en Japón tanto para realizar la ceremonia del té como para realizar arreglos florales o tocar el arpa o la flauta dulce.
La postura de Seiza sirve para desarrollar la fuerza y el dominio de las caderas, para reforzar y fortalecer los músculos de espalda y piernas, para aumentar la elasticidad de las articulaciones de rodillas, tobillos y dedos de los pies y para desarrollar nuestra habilidad al desplazarnos.
Para adoptar la postura de Seiza hay que seguir los siguientes pasos:
- Bajar la rodilla izquierda a la altura del talón derecho procurando que los pies se apoyen sobre la base de los dedos.
- Bajamos la rodilla derecha colocándola paralela a la izquierda.
- Extendemos los pies sobre los empeines haciendo que éstos queden paralelos o en forma de V.
- Bajamos las caderas, posando las nalgas sobre los talones, las palmas de las manos a lo largo de los muslos y los codos naturales y muy próximos al cuerpo.
Una vez adoptada dicha posición de genuflexión, la parte sumisa podrá permanecer durante mucho tiempo postrada ante la parte Dominante.