Cuando el fetiche molesta
El hecho de tener un fetiche acostumbra a ser un asunto bastante tabú. Según cómo, hasta puede tener consecuencias que hagan que tu vida cambie para siempre. Lo que la sociedad considera intereses sexuales aceptables varía de manera capital de unos lugares a otros. Por ejemplo, en una ciudad como San Francisco no extraña que, algunos fines de semana al año, algunos desfiles de hombres en traje de cuero con connotaciones claramente fetichistas deambulen por sus calles y ferias. Por el contrario, un arresto por exposición indecente es lo mínimo que podría pasarles a esos mismos hombres si salieran vestidos de ese modo por las calles de un pequeño pueblo conservador de, por ejemplo, Nevada.
Lo mismo sucede con las personas. Mientras una pareja de mente abierta puede no entender tu fascinación por los guantes de goma pero, aún no entendiéndola, puede estar dispuesta a calzarse unos y a dejar que le guíes hasta el paroxismo de placer; otra pareja puede no entender esa fascinación en absoluto y puede rechazarla de manera frontal, encontrándola, incluso, personalmente ofensiva.
Cuando tu fetiche entra en la categoría de los fetiches que atemorizan, resultan inquietantes o incluso francamente ofensivos es muy difícil hacer frente al rechazo que generan. Hasta es difícil, incluso, hablar con alguien sin sentir la vergüenza o, directamente, la condena de ese alguien hacia ti. Hay que hacer entender a menudo que tener interés sexual en algo físicamente peligroso o incluso que contenga actividades ilegales no significa que la persona que tiene esa fantasía o cultiva ese fetiche quiere que se haga realidad. Lo que significa es que esa persona encuentra ese tema, por algún motivo, interesante para ella. Simple y llanamente. Entender ese aspecto es fundamental para poder avanzar en la comprensión mutua.
Si tu pareja tiene un fetiche que puedes encontrar molesto, habla con ella antes de juzgarla. Pregúntale sobre ese fetiche, pídele detalles y pregúntale hasta qué punto puedes satisfacer sus deseos sin necesidad de violar tus principios morales o, simplemente, de apetencia de lo que quieres hacer o no. Intenta explicar tú también, si es el caso, por qué encuentras tan reprobable ese fetiche que a ella le obsesiona.
Existen muchos fetiches que sólo tienen cabida en el reino de la fantasía. Si tu pareja tiene un fetiche que encuentras molesto, no creas que es, por ello, “una mala persona”. Piensa mejor que es una persona sexual (como todas) con una imaginación sexual personal y casi intransferible (como todas).
¿Cuáles son los motivos por lo que uno se molesta con las fantasías de su pareja?
Es fácil encontrarse desubicado cuando se trata sobre cosas que no entendemos, especialmente cuando se desencadenan importantes sentimientos emocionales y cuando los impulsos sexuales son afectados en mayor o menor grado. Analízate, piensa de qué modo y por qué te resulta tan ofensivo el fetiche y, después, ponlo, como siempre decimos, en común con tu pareja.
Puede ser que tu malestar no provenga de que la fantasía resulte demasiado fuera de la norma de lo socialmente comprensible y aceptable. Puede ser que ese malestar nazca de que el fetiche en sí plantea interrogantes sobre la orientación sexual de quien lo tiene en los altares de su imaginación sexual. Que seas mujer y tu pareja quiera vestirte y ponerte los juguetes adecuados para que parezca un hombre no quiere decir necesariamente que tu pareja sea gay. Tampoco si, por ejemplo, le gusta masturbarse vestido con tu ropa interior.
Los fetiches de género
Pero los fetiches de género pueden resultar inquietantes si tú no los entiendes. Para mejorar tu percepción sobre el asunto y, si te llegara el caso, piensa que ese tipo de fetiche puede ser para tu pareja algo así como una especie de juguete sexual. Hasta puede suceder que, abrazado el fetiche y aceptado el reto que para la identidad sexual plantea, se produzca una transformación en vuestras identidades sexuales que haga que el sexo os resulte, a partir de ese momento, especialmente satisfactorio y gozoso.
Usar la ropa del sexo contrario y su gestualidad típica y tópica no te hará gay, bisexual o lesbiana ni hará que cambie lo que te gusta y no. Que lo hagas no quiere decir que seas transexual, aunque éste puede ser un primer paso a dar para aquellas personas que realmente se sienten otra cosa de la que son.
Usar fetiches de género no indica en modo alguno que el individuo esté confundido sobre su género. Si eres tú quien disfruta y gusta de esos cambios, explica a tu pareja que no ocultas nada. Explícale que ponerte su ropa interior mientras tenéis sexo es sólo una manera de jugar.
Otros fetiches comunes, pero a menudo inquietantes, pueden incluir juegos de rol en torno a importantes diferencias de edad o a fantasías de relaciones sexuales con humanos y animales. Estas fantasías pueden resultar muy arquetípicas (la chica vestida de colegiala, por ejemplo) pero también pueden resultar muy molestas para aquellas personas que confunden la fantasía con la realidad.
Los juegos de rol
El juego de rol en el que uno de los dos miembros de la pareja representa ser mucho más joven que el otro o en el que intenta representarse como un perro no significa que cualquiera de las partes guste de mantener relaciones con gente mucho más joven, incluso menor, ni que desee hacerlo con animales. El pederasta no tiene nada que ver con el hombre que pretende ser cuidado como un bebé o el que pide a su mujer que se vista de colegiala para seducirle. El que maltrata animales o se lo hace con ellos tampoco tiene que ver con el hombre al que le gusta ser embridado, ensillado y montado por el apartamento.
Es posible que al inicio del juego fetiche uno se sienta bien y que después, llegados a cierto punto, se incomode con las asociaciones o recuerdos de un trauma pasado o con las referencias y significaciones personales que la fantasía trae a colación. Los fetiches y las fantasías sexuales resultan poderosos porque hincan sus raíces en nuestro subsconciente y afectan directamente a ese algo tan misterioso que es la libido.