Una borrachera de endorfinas
Siempre que se habla del BDSM o de ciertas prácticas BDSM a personas que no son amantes de este tipo de juegos sale a colación la misma pregunta: ¿cómo a una persona puede gustarle sentir dolor? La respuesta es sencilla: dolor y placer son sensaciones que, en nuestra biología, están más enlazadas de lo que podemos creer en un principio. Intentaremos explicar en este post hasta qué punto puede existir una relación de similitud entre los mecanismos del dolor y los del placer.
Lo primero que hay que saber del mecanismo del dolor es que el sistema nervioso central libera endorfinas. Las endorfinas son unas proteínas que el cerebro genera para bloquear la sensación de dolor. Cuando el cerebro recibe una señal de dolor, una parte de él que tiene forma de caballito de mar ordena al cuerpo que se generen las endorfinas, esas proteínas narcóticas que, influyendo sobre los receptores del cerebro, bloquean la sensación de dolor.
Pero las endorfinas no intervienen solamente en las situaciones de dolor. Las endorfinas intervienen también en las situaciones de euforia. En cierto modo, las endorfinas se comportan como se comporta un opiáceo muy conocido: la morfina.
La morfina, como todo opiáceo, es adictiva. Y, como ella, todos los medicamentos opioides. Las personas no nos hacemos adictas al dolor. Nos hacemos adictas a la sensación de librarse de él. Ahí puede radicar la explicación de por qué muchas personas se convierten en apasionadas de las prácticas más dolorosas del BDSM.
En el BDSM, el placer del dolor radica en la experiencia emocional. No es tanto lo físico lo que importa como lo emocional. Cuando el jugador de BDSM siente que puede tolerar el dolor o que éste disminuye, siente una especie de bienestar, y ese bienestar es adictivo.
Otro de los efectos que las endorfinas producen en el cuerpo es la de estimular las regiones límbica y prefontal del cerebro. Estas zonas del cerebro no sólo se activan cuando, a causa del dolor, el cerebro ordena la liberación de endorfinas. Las referidas zonas cerebrales se activan también cuando se vive un amor apasionado o cuando se escucha música.
Conociendo esto se puede llegar a intuir hasta qué punto los mecanismos de dolor y placer pueden tener puntos de contacto. El intuir dicha conexión no explica, sin embargo, por qué algunas sensaciones de dolor pueden resultar placenteras para ciertas personas y para otras no.
Para dar respuesta a esta última pregunta, los amantes del BDSM diferencian entre el dolor benigno y dolor maligno, entre dolor del que puede derivarse algún tipo de placer y dolor sin derivaciones placenteras.
Sin duda, la respuesta que dé cada practicante de BDSM a la pregunta sobre qué es el dolor es diferente en cada uno de ellos. El umbral de dolor de cada persona está ubicado en un nivel diferente. El adicto a los juegos sadomasoquistas más extremos es algo así como un adicto del dolor. Y, como todo adicto, necesita una dosis determinada de dolor cada cierto tiempo. En algunos casos, si esa dosis de dolor no llega, el practicante de juegos sadomasoquistas puede llegar, incluso, a practicarse cortes en la piel. Para esa persona, el sufrimiento no es experimentar el dolor. Para esa persona, el dolor consiste en no poder experimentar esas dosis de dolor.
Estudios científicos
Desde los territorios de la ciencia no han cesado de realizarse pruebas orientadas a estudiar los mecanismos del dolor y la reacción de las personas a él. Por ejemplo: las universidades de Oxford y Oslo han demostrado, tras sendos estudios, que el cerebro no siempre reacciona igual ante el dolor. Un dolor moderado ocasiona una reacción cerebral diferente a la ocasionada por un dolor más intenso.
La Universidad de Düsseldorf, por su parte, ha demostrado con datos que las personas sadomasoquistas tienen un umbral de dolor más elevado que las personas no sadomasoquistas. Según un estudio realizado por dicha universidad, la modulación del procesamiento de la información sematosensorial en las personas sadomasoquistas hace que consideren normales estímulos que, en otras personas, resultan dolorosos.
Por su parte, un estudio realizado por la Universidad de Rutgers (New Jersey, USA) centrado en el análisis del orgasmo femenino ha mostrado hasta qué punto puede existir relación entre el orgasmo y el dolor. Según dicho estudio, 30 regiones del cerebro de la mujer se activan cuando ésta experimenta un orgasmo. Algunas de esas regiones cerebrales se activan también cuando la mujer experimenta dolor.
Algunos de los argumentos recogidos en este post podrían servir a un amante del sadomasoquismo para explicar el porqué de su amor hacia esas prácticas a todas aquellas personas que no las comparten y que se preguntan, extrañados, cómo pueden gustar a alguien.