El concepto de dependencia emocional
Una de las cuestiones que habitualmente suelen plantearse cuando se practica la Dominación/sumisión es dónde se encuentran los límites de la misma. Después de todo, en una práctica en la que las emociones están a flor de piel, no es difícil imaginar que esos límites pueden superarse y que una mala praxis de la Dominación puede llevar a que la parte Dominante del juego acabe manipulando a la parte sumisa y haciéndola actuar de un modo que sea autodestructivo y negativo para ella misma.
Sin duda, la frontera que separa la buena y la mala praxis de la Dominación es muy fina, y en muchas ocasiones sólo el poseer un sentido de la ética muy interiorizado y firme permite no traspasar ese límite que separa lo que es una satisfactoria y enriquecedora práctica BDSM del simple abuso de quien, en el fondo, puede ser una persona que, en mayor o menor medida, cierto grado de dependencia emocional respecto a su Dominante.
Cuando hablamos de dependencia emocional hablamos de un trastorno de la personalidad que podría enmarcarse dentro de lo que se conoce como dependencias afectivas y que guarda relación directa con la capacidad que tiene una persona de establecer lazos afectivos con otras y de la calidad de esos lazos.
Directamente relacionada con las emociones, la dependencia emocional tiende a mantener a lo largo de la vida de la persona que la padece un patrón crónico y estable. La persona que padece dependencia emocional siente una necesidad absoluta de la otra persona y experimenta un miedo intenso a perderla. Estos sentimientos, claro, contaminan la relación y afectan al vínculo establecido entre Dominante y sumiso. El dependiente emocional, esclavo de su dependencia afectiva, experimenta un apego cargado de ansiedad hacia su pareja y, llevado por su baja autoestima, tiende a idealizar a la persona que está con él y a convertirla en el eje alrededor del cual gira su vida. Llegada a ese punto, la persona que padece dependencia emocional no concibe su vida sin la existencia de esa otra persona que, idealizada, se ha convertido en el centro de su mundo y de la que espera, en todo momento, su aprobación.
Ante la persona de la que es dependiente, la persona que padece dependencia emocional se siente algo así como pasando un examen perpetuo. El dependiente emocional busca siempre y en todo momento la aprobación del otro y no le importa si ese otro le desprecia o le maltrata física o emocionalmente. Esto, claro, convierte en muchas ocasiones al dependiente emocional en carne de juegos/relaciones de Dominación/sumisión y, por tanto, en material sensible con el que la parte Dominante del juego debe tener mucho cuidado.
El dependiente emocional en los juegos D/s
El Dominante debe estar capacitado para reconocer en su sumiso a una persona con dependencia emocional y para, una vez reconocida, actuar en consecuencia. Ante un sumiso emocionalmente dependiente, el Dominante puede optar, como en tantas situaciones en la vida, por dos caminos, el bueno o el malo. El bueno consistirá en saber tratar a dicho sumiso dependiente emocionalmente para, en base a dicha actuación, reforzar su autoestima y ayudarlo a desembarazarse de su dependencia emocional. El buen Dominante optará por esta opción, aunque ello implique que, una vez adquirida la autoestima necesaria y la seguridad en sí mismo, el sumiso que ha padecido hasta ese instante dependencia emocional opte por buscar nuevos cielos en su vuelo a través del universo BDSM.
Pero si el Dominante es un mal Dominante, el camino que escogerá será el segundo camino señalado, el camino malo, el camino que conduce al otro lado del límite que separa lo que es ético de lo que no lo es, de lo que es lícito y de lo que no. Al traspasar dicho límite, el Dominante, aprovechándose de la dependencia emocional de su sumiso, puede incluso incurrir en la ilegalidad. De hecho, se ha dado en el universo BDSM más de un caso en el que la parte Dominante, aprovechándose de la dependencia emocional de la parte sumisa, ha actuado única y exclusivamente en beneficio propio, llegando a aprovecharse de las oportunidades que le brinda dicha dependencia emocional en todos los sentidos, incluso también en el patrimonial. Más de un sumiso o sumisa que padecía dependencia emocional hacia su Dominante ha sido expoliado o expoliada económicamente por éste. Y eso, no hace falta decirlo, no es ni puede ser considerado en modo alguno un práctica BDSM.
BDSM implica libertad
El BDSM y, dentro de él, las prácticas de Dominación/sumisión, se basa fundamentalmente en la libertad. Ése, y el consenso entre las partes que participan en el juego, es su principio básico. El BDSM es BDSM porque las personas que intervienen e interactúan en él lo hacen de manera consciente y libremente. Si esa libertad no existe, no existe BDSM. Y la dependencia emocional, tengámoslo presente, está reñida con la libertad. La persona que padece dependencia emocional no es libre. Al contrario: es esclava de su manera de sentir y del modo de experimentar sus emociones, algo que la incapacita para proporcionar al juego D/s lo que un sumiso debe aportar al mismo.
¿Qué merito tiene que un Dominante doblegue la voluntad de un sumiso que es esclavo de su propia manera de sentir? ¿Qué placer obtendrá de ello? Al Dominante no le gusta dominar voluntades ya entregadas de antemano. Al Dominante, lo que de verdad le pone, lo que le incita a participar en este tipo de prácticas es doblegar voluntades en apariencia firmes y derribar barreras que, previamente, parecían que no pudieran traspasarse. Ése es el reto y eso lo que da sentido al juego de Dominación/sumisión. Sin ese toma y daca pactado entre dos voluntades libres no existe en modo alguno BDSM.
Si eres una persona emocionalmente dependiente, intenta no adentrarte en los juegos de Dominación/sumisión si antes de ello, y con ayuda seguramente profesional, no has superado ese trastorno. Por el contrario, si en los juegos D/s acostumbras a adoptar un rol Dominante y te encuentras con un/a sumiso/a que padece dependencia emocional, sé un buen Dominante y actúa en consecuencia. Si no lo haces y decides traspasar según qué límites en el ejercicio de tu Dominación, no serás un buen Dominante y te revelarás como una persona de ética muy cuestionable.