Más allá del látigo y el cuero
¿Quieres explorar la vertiente dominante de tu feminidad? ¿Deseas convertirte, a tiempo completo o parcial, en una mujer peligrosa y misteriosa, feroz y dominadora, para imponer a tu pareja tus ritmos sexuales? ¿Deseas sentirte segura sensualmente? ¿Quieres ser una dominatrix? ¿Tu pareja te ha pedido que tomes el control de vuestra sexualidad y no sabes por dónde empezar para convertirte en esa dómina que él espera?
Puede ser que las imágenes vertidas por los medios de comunicación y los productos de ficción sadomasoquistas han hecho que asocies la imagen de la mujer dominante sexualmente con el arquetipo de la mujer vestida de cuero que, látigo en mano, increpa a gritos a su hombre dominado. Es fácil que pienses en este tipo de mujer cuando piensas en una dómina. Te sorprendería, quizás, intuir que esas mujeres caminan junto a nosotros. Ellas suben a nuestros mismos vagones de metro, suben a nuestros autobuses o compran el pan en nuestras panaderías. Más allá del arquetipo del cuero y el látigo en la mano, la mujer dominante, la femme o ama, es una mujer en posesión de las claves más secretas de la sensualidad y, sobre todo, de ella misma.
La potencia dominante femenina se fundamenta en la confianza. No hay clases técnicas sobre cómo azotar, atar o retorcer los genitales que pueda crear a la dominatriz. No existe, tampoco, una colección de cuero, corsetería, lencería de látex, zapatos u otro tipo de accesorios que sirvan para crear una mujer libre y dominadora, una dómina con todas las de la ley. Nada de eso te servirá para convertirte en el Ama que, tal vez, sueñas ser.
Encuentra tu arquetipo de mujer dominante
Quizás una de las maneras más fáciles que puedes tener para encontrar tu poder femenino y, con él, convertirte en la dómina que deseas ser, es identificando tu arquetipo de mujer dominante. Pregúntate, por ejemplo, qué mujeres simbolizan, para ti, a las mujeres seductoramente dominantes. La pregunta no es tan sencilla de contestar como puede parecer a primer golpe de vista. No basta con que cites unos nombres. Deberás argumentarte el porqué de escoger a dichas mujeres dominantes. En los motivos de esa elección habrá una explicación sobre cómo eres tú y sobre tus deseos más íntimos.
Para sistematizar un poco tu catálogo de mujeres dominantes vamos a proponerte que utilices una serie de categorías para encuadrar tus elecciones. Esas categorías podrían ser las siguientes: mito y religión, cuentos, política, cultura popular, Tv o personajes de cine, historia familiar, personajes literarios, personalidades de los medios de comunicación, profesiones, personas determinadas de tu pasado o presente, personajes de cómic, manga o juegos, etc.
Puede ser que te aparezcan nombres como Cleopatra, Mae West, Catwoman, Catherine Deneve, Matahari o, incluso, Margaret Thatcher. Aparezcan los nombres de mujeres dominantes que aparezcan (eso es algo personal e intransferible), anótalos, en columna, al lado izquierdo del papel. Una vez los tengas anotados (puedes hacerlo en diferentes sesiones, el nombre que hoy no ha aparecido puede aparecer mañana), céntrate individualmente en cada uno de ellos y piensa en por qué los has elegido.
El factor determinante que te haya hecho pensar en cada una de las mujeres dominantes de tu lista no tiene porqué ser un factor positivo. La dulzura no tiene porqué ser un motivo de valoración positivo a la hora de elegir un nombre determinado. Luces y sombras pueden mezclarse en el listado. Unas y otras tienen su lugar en el mundo.
Cuando tengas el listado de tus mujeres dominantes preferidas terminado (a cada nombre de la columna de la izquierda le corresponderá un atributo en la de la derecha), dobla la hoja, longitudinalmente, y mira la lista de la derecha. ¿Qué palabras aparecen? ¿Se repiten? ¿Cuál de los rasgos que aparecen en ese listado, vistos así, aislados de la persona que los ha hecho aparecer y con los que los ha relacionado, te molestan especialmente?
Esperamos que ninguno de ellos lo haga especialmente. Piensa en que esos valores que aparecen reflejados son los que, en el fondo, reflejan como un espejo lo que habita en lo más hondo de ti. Que no los reconozcas no quiere decir que no existan y que no estén ahí. Simplemente, resulta más seguro y cómodo reconocer la fuerza exterior que la propia fuerza. El efecto residual de que la mujer haya sido considerada históricamente el “sexo débil” puede tener que ver con esa incapacidad para observar el propio valor y la propia fuerza que puede haber en muchas mujeres que deseen dar un giro a su vida para convertirse en dóminas.
Si asumes esto, si reconoces el hecho de comprender esos valores (y, con ellos, los iconos femeninos que los representan) como imagen reflejada de tu propia y más honda personalidad, podrás avanzar en el conocimiento de tu propio potencial y en lo que, convertida en dómina, te gustaría dar y recibir. Ese paso es fundamental para que, un día, puedas tomar las riendas de tu poder como mujer dominante.