BDSM y poder
Jugar con el ejercicio del poder es uno de los elementos primordiales del BDSM. A los dominantes les entusiasma e incendia la idea de poseer un poder absoluto sobre los actos del sumiso. No hay que olvidar, por ejemplo, que ver a una mujer masturbarse es una de las escenas favoritas del consumidor masculino de pornografía. Un macho dominante ordena habitualmente que la mujer sumisa que se masturbe ante él, bien sea con un consolador elegido para el caso, bien con sus propios dedos. Las órdenes que el dominante pueda dar pueden ser desde muy generales a bastante minuciosas. “Acaríciate el clítoris”, “sóbate las tetas”, “abre las piernas”, “métete un dedo”, “más lento” o “más deprisa”, pueden ser, entre otras, las indicaciones que el dominante dé a la dominada para que esta se masturbe ante sus ojos y lo haga hasta el final, es decir, hasta que el orgasmo llegue. La combinación entre la excitación sexual propia de la masturbación y la impotencia erótica de sentirse en poder de un dominante absoluto puede resultar explosivamente placentera.
Un macho dominante también puede deslizar un vibrador dentro de la vagina de su sumisa y manejarlo a su antojo, escogiendo en todo momento el ritmo deseado y llevando a la sumisa desde la excitación moderada hasta el paroxismo desenfrenado del orgasmo. El dominante puede a veces quitar el vibrador o extraerlo sólo un poco para que su sumisa se retuerza intentando desesperadamente que dicho vibrador vuelva a clavarse de nuevo en su vagina. Este juego puede resultar muy erótico y placentero. Seguro que estás deseando probarlo.
Como seguro que deseas probar con tu sumiso o tu sumisa un estimulador de pezón, o quizás elijáis recurrir al látigo de borlas para azotar con la intensidad que deseéis el pecho o el pubis para, así, lograr un mayor estremecimiento de placer.
También las mujeres dominantes pueden disfrutar ordenando al hombre sumiso que se masturbe. La masturbación masculina es algo que la mayoría de las mujeres rara vez ven, de manera que la sensación de novedad sexual puede ser particularmente profunda para las chicas al observar cómo se chico se masturba. Para realizar esta escena, la hembra dominante debe obligar al sumiso a sentarse en una silla de respaldo alto. A continuación debe enlazar los tobillos del chico a la pata de la silla y, a continuación, ajustar la cuerda alrededor de su pecho para atarlo al respaldo, impidiendo así el movimiento de su torso. Que deje libre un solo brazo o dos dependerá del deseo o el capricho de la hembra dominante, que ordenará al sumiso que, ayudado del lubricante que ella le dará, comience su tarea de autosatisfacción.
Si es su deseo, la hembra dominante puede instruir a su sumiso para que este utilice algún juguete diseñado para la masturbación masculina. También puede irle indicando el ritmo de movimiento de la mano, así como ordenarle que se detenga cuando el clímax esté cerca. Quizás a la hembra dominante le guste sentir en su propia mano el palpitar del pene del sumiso al eyacular.
Tampoco hay que olvidar una cosa. Además de tener un gran valor como elemento de los juegos BDSM, la masturbación y el ordenamiento de la misma tienen una ventaja añadida, y es que se convierte en una ocasión de oro para que los socios tengan la oportunidad de mostrarse cómo les gustaría ser tocados. La masturbación, así, no es sólo algo digno de ver. Es también una enseñanza en sí misma.