Una escena sado

La muchacha, apenas recién entrada en la juventud, apenas salida de los últimos días de la adolescencia, ha sido violada por el hombre que ella creía que había de cuidarle. Malherida y cansada huye de él y se refugia en un convento esperando la misericordia y la ayuda humana de los religiosos que en él viven. Una vez dentro del convento, y encerrada dentro de él, la muchacha descubre la magnitud de su mala suerte. Lo que aparentan ser hombres santos no son sino una panda de monjes libertinos que usan el convento como espacio ideal, camuflado y alejado de todo contacto exterior, en el que dar rienda suelta a sus instintos sexuales más básicos. Con un plan maquiavélica y estrictamente concebido, los monjes se deciden a abusar sexualmente de todas las mujeres que, prisioneras, habitan en ese convento. Penetraciones anales, orgías hardcore, felaciones hetero y homosexuales, flagelaciones, sodomía, masturbaciones que acaban con una copiosa eyaculación en la cara o en la boca, besos negros, hombres que sólo consiguen alcanzar el orgasmo mientras observan cómo del cuerpo de una mujer mana la sangre derramada por el uso de una lanceta sobre su piel…

La escena descrita puede parecer una escena de una película sadomasoquista grabada en estos últimos años. Y podría perfectamente serlo. Por la violencia. Por la incontinencia de los deseos que se muestra en ella. Por la exploración de la crueldad que supone. Por todo ello podría, perfectamente, ser una película de estos tiempos. Pero no lo es. La escena descrita forma parte de una novela titulada Justine o los infortunios de la virtud y forma parte de un libro cuya primera versión vio la luz en 1787, dos años antes de que estallara la Revolución Francesa. El autor de esa novela fue Donatien Alphonse François de Sade, más conocido por el universalmente famoso nombre de Marqués de Sade, y de su muerte se conmemoró el pasado día 2 de diciembre su segundo centenario.

Referencia de la literatura erótica

Sade no ha sido, muy probablemente, el mejor escritor de narrativa erótica de la historia. De hecho, los escritores que hablan de él no tienden a alabar su estilo. Lo que nadie puede obviar es la potencia demoledora e impactante de sus contenidos. Quizás por eso el Marqués de Sade es el único autor cuyo apellido ha dado nombre a una forma de entender la sexualidad. Esa forma es, como puedes imaginar, el sadismo, una palabra que apareció por vez primera en 1834 (apenas 20 años después de que muriera el Marqués) y que hace referencia al comportamiento consistente en sentir placer causando dolor físico o psicológico a otro ser vivo. No quiere decir eso, lógicamente, que él inventara el sadismo. Como se han encargado de resaltar autores de la talla de Mario Vargas Llosa, la crueldad y la violencia sexual ya existían antes y habían sido plasmadas en algunas obras de arte. Sin embargo, el contenido de la obra de Sade ha actuado, muy probablemente, como una especie de recopilación de prácticas sadomasoquistas de todo tipo. En este aspecto, lo de Cincuenta sombras de Grey puede asemejarse, comparándose a las obras de Sade, a una aproximación light a las prácticas BDSM.

Los contenidos de obras como la ya citada de Justine o los infortunios de la virtud u otras como La filosofía del tocador, Aline y Valcour o Los 120 días de Sodoma, delimitaron y delimitan muchas prácticas sadomasoquistas. El bondage, el azotamiento de las nalgas o spanking, el pising o lluvia dorada, el cumshot o eyaculación sobre el rostro, la sodomía, el sexo violento y forzado, los latigazos, el uso de las lancetas para efectuar sangrías, la tortura al servicio del placer de un Amo implacable y tiránico… todos estos componentes sirvieron para que la sociedad bienpensante de la época (y de todas las épocas posteriores a aquélla) situaran el nombre del Marqués de Sade entre los nombres demoníacos de la Historia.

Vida disoluta

Su forma de vivir desde que naciera el 2 de junio de 1740 tampoco sirvió para mejorar el papel que sus contemporáneos tenían de él. De sus 74 años de vida, el Marqués de las orgías sangrientas, las mamadas atragantadoras y el sexo anal desbordado, pasó 27 en prisión. No le faltaron acusaciones de vejaciones, de sodomía y de maltrato. Fue acusado de demencia libertina y su mujer, que tenía sangre borbónica y que había ejercido de dama de la princesa, tuvo que soportar durante muchos años sus infidelidades, sus orgías y sus escándalos. Él, como excusa o justificación, se limitó a asegurar, tras alguna de sus detenciones, que era culpable “de simple libertinaje, algo que, después de todo, practican todos los hombres”.

Quizás radique ahí, en el hecho de que en su narrativa haga surgir al animal que habita dentro de nosotros, sin correas que lo sujeten ni mordazas morales que lo acallen, la clave de su éxito. Al mostrar las entrañas de ese animal, Sade consigue mostrar un elemento universal del ser humano y, al hacerlo, alcanza la inmortalidad convirtiéndose en clásico. Sade, ateo radical, justifica, mediante argucias pseudofilosóficas, todo tipo de excesos. En sus novelas y textos, las escenas de sexo hardcore se entreveran con disquisiciones sofísticas que arremeten contra la Iglesia y contra la moral predicada por ésta. Quizás el ejemplo lo encontró Sade en el tío que le cuidó cuando era niño, un sacerdote que repartía su tiempo entre la oración y la orgía.

Durante mucho tiempo silenciada, Apollinaire rescató su obra a principios del siglo XX. Desde aquel momento, gente como los surrealistas (con Breton a la cabeza), Georges Bataille, Jacques Lacan o Roland Barthes. Pasolini la escogió para, basándose en ella, rodar uno de sus polémicos films, Saló o los 120 días de Sodoma. Alguien desconocido pagó por el manuscrito de Los 120 días de Sodoma la cantidad de 7 millones de euro. A buen recaudo, el manuscrito está asegurado, a día de hoy, por 12 millones de euros.

Leyendo a Sade hoy

Frente a la ya tan trivializada, sobreexplotada y casi anestesiante industria pornográfica (¿hay mucha diferencia entre la mayor parte de los vídeos pornográficos gratuitos incluidos en la misma categoría en una página web o, por el contrario, tienden todos a la homogeneización?), podemos proponer, sin miedo a equivocarnos, que la lectura de alguna de las obras del Marqués de Sade puede despertar en ti el deseo sexual más desatado y puede llevarte a un límite de vértigo o miedo a tus propios instintos. Quizás, quién sabe, la lectura de Sade te acerque a interesarte un poco más y a desear participar en alguna de las prácticas sadomasoquistas, bondage y BDSM de las que te venimos hablando en esta página. ¿Te temes?