Un fetiche con origen de leyenda

¿Cuántas veces no nos hemos admirado de que las Gracias de Rubens fueran entendidas en su tiempo como un modelo de belleza? ¿Cuántas no nos hemos preguntado qué lleva a una cultura como la nuestra a convertir a mujeres que rozan el límite de la anorexia en iconos de la moda? Y es que los cánones de belleza son una construcción social que, como todas las construcciones sociales, varían según las épocas y, por supuesto, las culturas. Sin duda que en el mismo tiempo histórico no excita el mismo tipo de mujer a un neoyorquino medio que a un nativo de una tribu centroafricana.

Aceptado que cada canon de belleza es fruto de su tiempo vamos a comentar uno que, en su tiempo, llegó a convertirse en fetiche absoluto: el de los pies pequeños, pies de loto o pies de media luna que los antiguos chinos valoraban como la parte más erótica del cuerpo de la mujer.

El origen del fetichismo de los pies de loto hay que buscarlo en una leyenda china que hablaba de un emperador de la dinastía Tang, Li Yu. En la corte de este emperador existía una cortesana de extraordinaria belleza que era considerada una excelente bailarina y que decidió vendar sus pies con una cinta de seda para que éstos, vendados, adoptaran forma de media luna para, así, poder bailar sobre un pequeño escenario que, hecho de joyas, oros y perlas, tenía flor de loto y adornaba el salón del emperador. El baile de la cortesana despertó la admiración de Li Yu, quien, enamorado de ella, la colmó de regalos y favores.

Esta demostración de amor por parte del emperador tuvo un efecto de contagio sobre el resto de cortesanas. Fueron muchas las que, deseando obtener los favores de Li Yu, empezaron a imitarla vendando sus pies. Éste fue el inicio legendario de una práctica que se hizo habitual: la de vendar los pies para hacerlos más pequeños para, así, atraer la admiración y el amor de los hombres.
Que el proceso para conseguirlo fuese doloroso y deformante no impidió que se institucionalizara como método de belleza entre cortesanas y mujeres que desearan atraer la pasión masculina. ¿El objetivo máximo? Conseguir un pie de unos siete centímetros que, además de pequeños, debían ser delgados, puntiagudos, perfumados, suaves, simétricos, arqueados y, por supuesto, perfumados. Unos pies objeto de adoración. Unos pies fetiche.

Para lucir hay que sufrir

Para alcanzar esos pies fetiche debía iniciarse un proceso de modificación de la propia estructura ósea del pie que comenzaba cuando la niña tenía cinco o seis años. Esto, que se consideraba una pérdida económica (esa niña quedaba excluida de la obligación de trabajar), hizo que las niñas destinadas a convertirse en mujeres de pies de loto sólo podían pertenecer a familias con una cierta posición económica.

El ritual de inicio de esta tortura destinada a convertir los pies de la niña en unos pies de loto empezaba con la madre cortando al máximo las uñas de la niña y con un baño de los pies en agua caliente aromatizada con hierbas y sangre animal. Esta mezcla servía para suavizar la piel, desinfectarla y ablandarla. Hecho esto se realizaba un masaje y se rompían los cuatro dedos pequeños del pie. Estos dedos, a continuación, se replegaban bajo el pulgar con la ayuda de un vendaje de algodón blanco.

Tras éste, un segundo vendaje se encargaría de arquear el pie replegando el empeine hacia el talón. Un botín puntiagudo se encargaba de mantener el pie de la niña sujeto durante todo el día.
Este mismo ritual se repetía cada dos días y durante 2 años. Al finalizar ese período de tiempo, los pies de la niña no debían medir más de 10 cm. Durante los siguientes diez años, las vendas seguirían cumpliendo su función aunque cada vez de un manera más suave.

No hace falta decir que este procedimiento era extremadamente doloroso. Este remitiría ligeramente en el pie cuando el nervio se atrofiase y muriese. A partir de ahí, a la mujer de los pies de loto le acompañarían dolores de espalda derivados de su forma completamente antinatural de caminar.

Para hacernos una idea de hasta qué punto la cultura china masculina era fetichista hacia los pies de loto basta con detenerse en un único dato: existían casi sesenta expresiones para describir y clasificar los pies de loto. “Castaña de agua”, “sombra de bambú” o “luna nueva” eran algunas de esas expresiones.

Para una cultura que fue capaz de generar tantas expresiones para referirse a un pie, este pie era, sin duda, la parte corporal más íntima y erótica de la mujer. Mucho más que nalgas y pechos. De hecho, para un hombre de aquella época (y de muchos siglos posteriores) acariciar uno de esos pies de loto era algo así como para nosotros acariciar un pecho hermoso. La práctica fue prohibida en 1911 pero fue en 1957 cuando, por última vez (que se tenga constancia), se vendaron los pies de una niña china para, deformándoselos, hacerlos más pequeños por motivos estéticos. Los fetichistas de los pies de loto, desde entonces, han tenido de modificar sus gustos y adaptarlos a los nuevos tiempos. El fetichismo no debería ser, nunca, la causa de un dolor. Y en eso no hay justificaciones culturales que valgan.